Cuando al denostado Señor Wert y sus secuaces se les ocurrió prescindir de la filosofía en los colegios, entrevisté a varios profesores y catedráticos que coincidían en que «dejar de pensar» era una consecuencia lógica en un sistema en el que parecía que el objetivo era limitar nuestro tiempo para ello.
En nuestra vorágine habitual todo estaba cuadrado: 8 horas para trabajar, una para ir y venir, 8 para dormir y el resto: cosas de casa, cocina, redes sociales… si tenías un rato libre había que devanarse los sesos para elegir el sitio ideal para comer, beber o sacarse una foto en algún monumento emblemático cuando te ibas de viaje. En esa ecuación no cabe la lectura, ni el pensamiento, ni la reflexión, ni pararse a analizar si lo que me cuentan en el telediario es verdad o me convence porque se acerca a lo que mis supuestos valores inquebrantables dibujan.
Empezando el duodécimo día de confinamiento, la cosa se ve desde un prisma diferente y haciendo buena la dualidad típica española, nos encontramos con dos tipos de personas:
- Las que están felices disponiendo de tiempo para hacer lo que la rutina no les permite
- Las que no saben entretenerse si no les dicen cómo hacerlo y necesitan un perro para «respirar» o saturan tu teléfono y sus muros de redes sociales con memes, bulos en cadena y otras sandeces que tratan de alargar la agonía antifilosófica de no tener que pensar.
Consultando a psicólogos amigos, teorizan sobre la relación entre no saber que hacer y tener miedos que te llevan a exagerar teorías conspiratorias. oa deprimirte… y es que es difícil cumplir con los cachés establecidos cuando no te queda más remedio que confinarte y cambiar tus hábitos de maquillaje, vestimenta, socialización y contacto.
En ese momento, conviene refrescar los valores filosóficos para ser capaz de tranquilizarse leyendo libros, escuchando música, rebuscando entre las películas que tienes pendientes de ver, descansando y, sí, también, haciendo ejercicio por aquello del «mens sana in corpore sano»
No son tiempos de apuntarse tantos ni de tirar del tópico «ya os avisaba yo de…» pero aunque los cazurros de Vox tilden de innecesarios a los titiriteros, nosotros les agradecemos que existan para ayudarnos a sobrellevar estos tiempos, en los que rezar y procrear, premisas conservadoras para esta crisis, no siempre son posibles o todo lo efectivas que a ellos les gusta vender.
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