¿Qué buscas en un festival? ¿Desconectar? ¿Descubrir grupos? Tras un primer día más que potable y una mañana de Alacant Desperta y turisteo por el centro de Alicante, la segunda jornada de Spring Festival me daba un poco de pereza. Escuchar Izal me empieza a dar un poco de repelús y si a eso le unimos el puto fútbol la ecuación se descuadra del todo.
Así las cosas, la opción más factible era ver a Rufus T. Firefly y a L.A y huir antes de que las camisetas de Cristiano Ronaldo acabaran de desvirtuar, del todo, el concepto de festival que he tenido toda la vida. El problema es que del dicho al hecho hay un trecho y se me fue la hora entre digestiones pesadas, estar al lado de casa y la somnolencia derivada de la buena costumbre de beber vermú antes de una noche de festival.
Así que llegué al recinto, justo a tiempo para tomarme una píldora de psicodelia Firefly, acordarme de los gatos de César y pasarme a ver lo que «se cocía» en el tardeo improvisado del escenario Jagermusic. Me bastaron dos píldoras: una remezcla sacrílega del «Smell Like Teen Spirit» de Nirvana, y los botes de la peña a ritmo de «Tonta Gilipó» de Ojete Calor. No hay más comentarios, señoría.
Con L.A llegó la cordura. Bueno, con LA7, porque al señor Segura se le subieron los humos con esto de competir con una pantalla gigante, o no sé, lo que le llevó a pensar que su música es algo así como la New Wave, o la disco-music del estudio 54, o que somos una especie de bailarines de britpop a la mallorquina.
Me da que algunas bandas han perdido la perspectiva que da tocar en salas, ante público que va a verte a ti: no a bailar, ni a emborracharse, ni a aparentar que le gusta la música… Aunque Luis Alberto no se lo crea, éramos mayoría de amantes de la música, porque los del postureo estaban entretenidos esperando a Izal, viendo el fútbol y bailando remezclas repetitivas. Y eso se notó, tanto en espacio, como en ausencia de móviles al aire grabando no sé qué.
Da gusto ver que en un festival se puede ver un concierto «de sala», más corto y al aire libre, pero con la posibilidad de degustar cada matiz de la hora de música. Y más si tenemos ante nosotr@s a uno de los mejores músicos de la escena nacional. Creo que últimamente la ha cagado adaptando sus composiciones a lo que le gusta a la gente que le escucha en los festivales, pero L.A. Springsteen mantiene esa esencia al más puro estilo americano, con su chupa de cuero y todo (en vez de esa gorra de «narcolímpico» que portaba últimamente).
En el repertorio mezcló viejos clásicos como «Hands» con Ohohohos festivaleros como «Where the angels Go» o «Helsinki», cambios de tempo, reinvenciones de métrica de estrofas y un «Stop the clocks» adaptado al medio que, valió el solo la entrada completa.
La gente seguía viendo el fútbol y empezaban a asomar camisetas de Izal. Izal y CR7 ¡Vaya tela! El plan de huida empezaba a tomar cuerpo, hasta que de repente, abrimos la chuleta y descubrimos que había alternativa a Izal: We Are Not Brothers…
Volví a sentir el espasmo de ver el destrozo del hit comercial de Nirvana y fue una pena no tener una cámara de vídeo a mano, para ver como aquello se quedaba vacío como si hubiera sonado una alarma de incendios.
El cuarteto alcoyano, empezó con gracia: «Somos Izal», y se pusieron a pinchar bases a medio camino entre la ruta del bacalao y una casa okupa de Berlín. No es que me gusten estas movidas programadas, pero el rollito Front 242 con Casalla tiene pinta de que va a romper más de un teorema de burbuja festivalera en no mucho tiempo. O no, porque en este país, la originalidad se valora menos (aún) que el talento.
Un amigo mío suele decir que hay dos tipos de personas: los catadores y los borregos. Yo no voy a meterme con Izal, mi problema con él es que lo he visto cuarenta millones de veces, y si te comen cuarenta millones de filetes, al final, el cuerpo te pide pescado, ensalada o un potaje de garbanzos. La conclusión es que había 11.000 personas apiladas, 9.000 de ellas esperando «la mujer de verde», y 12 «rarit@s» viendo a We Are Not Brothers. Y en medio unos cuantos cientos de personas que fueron a un festival a celebrar una victoria del Madrid, o a hacer equilibrismo con un vaso en la cabeza. Así son las cosas y así se las hemos contado, que decía aquel…
Vimos el final del concierto de Mikel y compañía desde la distancia. Ya sabéis, «qué bien», «la mujer de verde», speaches con poca gracia y una desbandada final para la que también hubiera estado bien tener una cámara de vídeo.
Y, como soy un hombre de palabra, y el pacto con la fan Número 1 de Guille Milkyway era ver el concierto de La Casa Azul en el Spring, fuera a la hora que fuera, pues nos pusimos a ello. El puto Nacho Canut del siglo XXI se lo curra con su espectáculo de luces, cachivaches, cascos futuristas e imágenes. Y, además, es más listo que otros a la hora de currarse el repertorio, porque diferencia entre tocar en petit comité con su comunidad de fans y dar un bolo a las dos de la mañana en un festival. ¿Qué tocas? Pues lo que la gente demanda: «Los chicos hoy saltarán a la pista», «Esta noche sólo cantan para mí», «podría ser peor», «La revolución sexual» (la canción que nos hubiera hecho ganar Eurovisión) y mi «Cerca de Shibuya»¡Dios! te pega un subidón de positivismo, que hasta se te olvidan los números rojos, las facturas y todas esas mierdas de la monotonía.
Había olvidado esos «subidones Mainstream» que seguro sienten los fan´s de Izal o Dorian ahora. Esa sensación que convierte cada canción en un recuerdo, y te lleva en tres minutos a un beso, a un Sonorama de vete tú a saber que año, a Japón o a despertares azules en camas desconocidas o colchonetas de camping.
Dejé a WAS para otro día, porque los años no perdonan y las bolas de mis piernas parecían las de Gómez Noya después de un Ultra-maratón. Mi sensación de este nuevo Spring es positiva. Espero que el año que viene esto crezca, que la ciudad se implique y que la fiesta tenga ambientes más diversos, guitarreros y un toque, aunque sea pequeño, de escena alicantina. Mientras tanto, pensaremos en el Low..
Jorge Villuela dice
Si enviáis al abuelo (con la cajita de pastillas eso sí) a hacer las crónicas, pasa lo que pasa. Medio artículo echando mierdas del festival y el otro que no estuvo tan mal. Medio artículo diciendo que izal no es música, para acabar diciendo que no tiene nada en contra de él y acabar viéndolo. Idolatrando la revolución sexual, que los más jóvenes de 35 nos parece más broma que chikilicuatre. E incompatibilizando la pasión del fútbol con el disfrute de la música y un festival.