HELADO NEGRO + FLYINGPIGMATANZA
- Día: 02 de noviembre, jueves
- Lugar: Aula de Cultura de Alicante
- Aforo: Unas 200 personas.
- Ciclo MFEST
Normalmente, el talento de tocar no suele ir ligado a entonar bien, o a componer acorde con la calidad de la ejecución, o a contagiar a través del baile… De hecho, suele ocurrir que cuando esto pasa, lo que cuesta es encontrar gente afín a tus gustos o que sepa retocar correctamente la creación. Por ahí, hay algunos casos contados como Xoel, Sufjan Stevens, José González, The War on Drugs… A la lista, un jueves inhóspito, en mitad de una alerta otoñal, añadimos a un ser peculiar, que los vientos trajeron al Aula de cultura a una extraña mistura californiana y ecuatoriana, que iba en la línea de todos estos. Su nombre: Helado Negro.
El MFest y el Sonidos Globales se caracterizan por esta magia negra que, por mucho que se empeñen, Halloween no tiene. La cuadratura del círculo es sumarle a esta fantasía, el retorno de Flyingpigmatanza, que, al parecer, sigue manteniendo un club de incondicionales que poblaron las butacas reservadas para los que anticipan su compra al resto.
Yo llegué tarde, pero aunque me pilló en plena fase de disolución, lo poco que vi, entonces , a Flyingpigmatamza, me pareció de lo poco reseñable en una infructuosa búsqueda de referentes activos en Alicante. Coincidió con el viaje sin retorno de Nacho Córdoba, la muerte de Paco Rufus y el desnivelamiento de la balanza que dejó en la parte baja de lo añorado al Atiende, al Hula Rock Party, al Eat My soul o al Transtropicalia.
Aún no sé si nos hemos recuperado de todo eso, o es que aquí el arte efímero prevalece sobre el resto. Pero prefiero quedarme con que el hecho de que poder volver a verlos en un escenario tiene algo que ver con que las cosas están un poco mejor que entonces. Porque, sin ir más lejos, el bolo coincide con la resaca de la versión de «Venus in furs» de Rosy Finch, el vídeo de Pionera y la puesta de largo del «cataclismo» de La 126, el otro regreso sonado de la semana: el de Yosefine, o con que gente de Los Manises o Cementeri estén presentes… No voy a negar que me ilusiona, porque zurce el hilo que remata este círculo de 10 años en los que han pasado muchas cosas. Y muchas buenas, como demuestra los gritos de un fan de bajista que apenas levanta dos palmos del suelo.
De esto creo que se trata. De reivindicar la importancia del criterio contextualizando con justicia la diferencia que separa la nostalgia de la realidad. Y en eso, me quedo con 3 momentos de la tarde-noche, uno el comienzo de «inocentes» que erizó más de un vello. El aplauso generalizado al que, aunque se meta a cuentacuentos, sigue siendo uno de los mejores baterías del entorno: Héctor Bardisa y esa sonrisa que cuesta quitarse, después de quitarle el polvo a letras de otros tiempos que, seguramente, hoy, aunque estén clavadas a fuego en tu memoria, significan otra cosa.
Con ese pálpito a flor de piel, apareció la estrella de la noche, a cambiar la cadencia del show. Roberto Carlos Lange es un deconstructor profesional de ritmos. Un cortafuegos que deslegitima a los que creen que la velocidad es la esencia del ritmo, que no hay baile posible sin saltos y que no se puede fusionar bien la senda purista del pop con el cacho latino, que huye del adjetivo descalificativo facilón.
La mejor definición que se me ocurre para lo visto, oído y sentido, es que esta representación del «far in» completada con algún tema suelto más, fue un limpiador efectivo del alma. Un relajante de chacras, incitador de meditaciones más propias de montañas elevadas, que de la parte humeante de los bares más turbios de Florida.
Es bueno, que la parte «cool» de la vida emerja. Ya sea en bailes, que mi arritmia de nacimiento me impide seguir, coros de la parte entregada del público, o asentimientos generados por el acuerdo que un buen ritmo genera a tu cabeza, cuando te incitan a aparcar problemas pesados y los cambias por el efecto de un porro al que las caladas se le dan con los oídos.
Hay que tener mucho talento para biopsiar los ritmos de los 80 de esa manera. Y también hay que tenerlo para, en poco más de una hora, hacer participe a los presentes, del proceso, de la parte visual de las canciones, o del contagio inevitable de una sonrisa, una normalidad y una pose, poco común en la música de por aquí.
Se guardó joyas como «Running» o «país nublado» para el final, para que el regreso a la parte ventosa del noviembre fuera llevadero. He ahí la magia de un abrazo en la distancia, que se perpetúa en el tránsito al siguiente concierto del fin de semana. Sutil, encantador, normal, psicodélico, vaporoso y moderno.
La próxima cita del MFest:
MAIKA MAKOVSKI + BURRO
- Día: 17 de noviembre, viernes
- Hora: 20.30h
- Lugar: Aula de Cultura de Alicante
- MFEST
- Entradas: 15€ COMPRAR
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