Es curioso. Llevo 3 semanas buscando en una campaña electoral lo que me gustaría que fuera Alicante y entre el cierre de campaña y el día de reflexión, encontré la solución que no me ha dado ningún partido en sus programas.
El Spring Festival ha sido un modelo de turismo alternativo (con más de 40.000 personas en dos días, el 70% de ellas pernoctando, desayunando y comiendo en Alicante, o viendo exposiciones como la de Elena Asins en el MACA).
Sostenibilidad encarnada en una buena organización evidenciada por basuras por todos lados (aunque no todos las usaran), transporte público para ir y volver cuando quisieras, lanzaderas… porque no todo tiene porqué estar concentrado en el centro.
Se han adaptado a mí, con mi edad, y mis circunstancias. Pero, igual que había vinos y queso entre conciertos, había música y espacios para que gente de otras generaciones se sintiera cómoda. Y puntos que aunaban las diversas formas de entender el mundo allí presentes.
Ante la adversidad de la lluvia, tuvieron respuestas inmediatas: chubasqueros, experiencias bajo la lluvia… La didáctica es la mejor forma de aprender a sobrellevar vicisitudes que con perspectivas diferentes, se ven, se oyen, y se viven de otra manera.
La verdad, ni sé la gente contratada que había allí, limpiando, ordenando, llevan y trayendo a los artistas, manteniendo la seguridad, en las barras…
Y todo con un toque de modernidad, incluso plastificando outfits, embarrando vans o quitándonos caretas para, de alguna manera, igualarnos, para disfrutar de la luz de la ciudad todos juntos, pero cada uno a su manera.
En esa libertad, en esa reinvención a la carrera, sin siglas, ni elementos discordantes, todo resultó afable. Y aunque algunos se enfadaron, o esperaron un rato al siguiente autobús por apurar más de lo debido. Aunque no todos cabíamos en la carpa, se hizo hueco y quedó claro que, a veces, mojarse, es la mejor forma de cambiar las cosas.
Entre vinos, incluso, había quién discutía sobre a quién votar mañana. Yo lo tengo claro. Voto por esto. Ponle la banda sonora que te dé la gana, baila de la forma que quieras, pero hay pequeños ecosistemas, asociaciones de tribus que ni siquiera se identifican como tal y personas que aportan sin saberlo, que tienen una pulsera que les identifica con una utopía llamada futuro que, ojalá, los que han hecho campaña estas tres semanas, entiendan (aunque como suele ser habitual, estuvieran mirando a otro sitio).
Habrá discrepantes, gente radical que solo centre su mirada en que el tipo de música no le gusta, o en que Rabasa está muy lejos, o en que podría ser más barato… en todo eso, hay una parte de un esfuerzo, que aplico a la parte cultural del tema: la profesionalización, y lo importante es que ponerla en valor. ¿sabes por qué? porque sin cultura, no habría hilo conductor para todo lo demás. Y en la discusión del qué, está el debate abierto que debimos tener durante estas tres semanas, o la reflexión pendiente para cuando después de la resaca tengamos nuevo alcalde, o alcaldesa.
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