Que un establecimiento, en Alicante, cumpla 30 años es un mérito. Y más autodenominándose «casa del rock» en estos tiempos de mal gusto generalizado en cuestiones festivas y de escuchas musicales.
Cuidar el estilo, darle continuidad a una marca y ser reconocibles, son algunos de los méritos «del Jendrix«, ese sitio dónde los adictos a las guitarras acabamos nuestras farras. Ahí donde quedan inmortalizados los restos melómanos de una ruta de la madera, que resiste al cambio climático de las fiestas primando la oscuridad, el buen trato y la cerveza fría como label característico de la nocturnidad y la alevosía.
Mención especial merece el amigo Maurizio Farci y su encomiable labor por darnos un sitio de magia negra, con su futbolín, sus dardos, su billar y sus clicks, a los que nos quedamos huérfanos de buen gusto cuando acaba un concierto y las rutas del placer se reducen (cada día, por desgracia, más).
Eso, lo bien acompañado que siempre ha estado en la barra, los matices que cada pinchadiscos le da a cada noche y el olor a añejo de las historias de noche acumuladas en sus paredes, convierten este 30 cumpleaños del Jendrix, en una fiesta que mezcla trayectoria, resistencia, presente y futuro. Y bien merece, aparte de un aplauso, una visita para celebrarlo. Porque al margen de sonidos gratificantes, del 20 al 25 de noviembre, te puedes llevar buenos regalos (llaveros, camisetas, chapas y bolsitas).
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