Cuando hace 34 años Fernando Linde montó 80 Mundos, la literatura era un climax silencioso, personal e intransferible. El librero, más o menos, tenía la misma función asesora que ahora, pero nadie imaginaba que entre las estanterías polvorientas de la nueva España, la afición por la lectura estuviera hilada con divertirse, más o menos, 300 días al año, escuchando poesía, conociendo a autores, o poniendo cara a los que han contribuido a que tu insomnio, tenga un punto de intriga, diversión o romanticismo.
Quien ha escrito un libro sabe que en la imaginación de cada cual, hay hueco para una interpretación particular de cada persona y cada detalle. Quizá por éso, en esta tierra en la que tanta gente tiene una visión catastrofista de la realidad, la revolución cultural, últimamente, siembra adeptos, en torno a la literatura.
A mí me ha dado mi frase de réplica a los que me dicen que en Alicante no hay nada más que «sol y playa». – No amigo, Alicante es ese sitio en el que los grandes escritores se mueren por presentar sus nuevas obras – Y, a partir del hecho de que la luz que describe a Alicante, nazca un lunes, o un martes, en la Avenida del General Marvá, podemos reescribir el guión a nuestro antojo: en prosa o en poesía, en valenciano o en Español, en el silencio de quien se limita a escuchar, o en el discurso de un orador de los que hacen que la baba se te caiga como a un bebé en plena dentición.
Resulta que entre cinco, los ochenta Mundos se dividen en quince. Y esos 15, a a su vez, quedan colonizados por los consumidores de esa rareza exclusiva que ningún gran almacén puede ofrecer. El espíritu es el mismo que el de la primera apertura de puertas, pero el espacio está mejor aprovechado. Lógico cuando 5 influencias diferentes confluyen, y las discusiones se dirimen con democracia: 3 a 2, ó 4 a 1, según el caso, porque hay que mojarse.
El molde se rehace cuando el cliché establecido se rompe con la teoría errónea de que nadie es profeta en su tierra, o rebatimos el hecho de que el AVE sea más importante que el tren de cercanías en el que van y vienen los poetas, o que sólo hay una línea «editorial» que seguir en este mundo de clones que buscan letras distintas en las que inspirarse para no morir de aburrimiento. En esa distopía extraña, España viene a Alicante, y no al revés, incluso nos premian, no por ladrones, sino por todo lo contrario. El titular que lo elija cada cual.
Yo ya no leo tanto como debería. Al menos, no libros. Lo noto porque cada día escribo peor, o me cuesta más imaginar giros de guión alternativos. Pero sigo relacionando las vacaciones que no tengo con un zurrón de libros acumulados esperando para ser devorados mientras el sol me tuesta. Y me sigue gustando ir a las librerías cuando tengo que hacer un regalo y juego a buscar un título entre el jardín de colores que conforman las colecciones.
Me ha gustado ver in situ el premio. La sonrisa de los eternos serios, y serias. El divagar que contrapone el pasado con el presente, mientras acojona mirar al futuro, aunque los libros sean, al mismo tiempo, el motivo del miedo y quien lo elimina.
Felicidades a 80 Mundos por el merecido galardón. Ya de por si es un logro que con 2 palabras definan tan bien el concepto de lo que vendes: Librería cultural. Redundante y preciso. El adjetivo «mejor» forma parte de los méritos y lo malo es haberlo ganado a los 2 años de la reinvención. En pleno nudo del argumento Contestano. Frío en la ciudad más ardiente y cultural en pleno lodazal yermo.
Si he de poner un pero a la velada, ese es la brevedad del aplauso al señor Linde. De lo demás, me quedo con una frase que define bien lo que ha conseguido esta librería remozada con 10 brazos: ¿a ver que hay hoy en 80 Mundos?
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