La cuesta de enero es el puto Tourmalet de la economía doméstica, y más para las que no cobramos pagas extras de navidad. Pero bueno, como buen sacrificio, suele tener consecuencias interesantes como la que el viernes pudimos paladear en Las Cigarreras: Una noche de locura máxima con Las Infrarrojas (a las que no llegamos a ver por problemas de agenda y puntualidad rusa), The Goverment y el amigo Rober Perdut, recuperado ya de la enfermedad que le impidió tocar en la previa del Festival Plataforma.
A pesar de los estragos de la crisis, en Alicante hay gente que prefiere gastarse 15€ en una entrada para un concierto y un par de cervezas que en una pizza a domicilio. Porque, al final, los que se quedan en casa (de una manera u otra) se acaban gastando la misma pasta y se divierten bastante menos. El caso es que había algo más de media entrada, lo que viendo como estaban (de vacías) las calles y el finde que se avecinaba, era todo un mérito.
Y ahí estaba yo, con el síndrome de Estocolmo, ávido de «networking» sin gente con ganas de venderte mierdas. Me he convertido en una especie de Psicólogo de la cultura alicantina al que todo artista que se precie cuenta sus penurias (luego me dicen que yo soy el quejica). Y no os voy a engañar, el asunto tiene su gracia. De hecho, me estoy planteando escribir un serial sobre las islas de la terreta con un capítulo final dedicado a los puntos de unión que los más radicales aún no quieren ver.
El principal nexo, obviamente es la música y toda esa evasión adrenalítica que provoca. Y de eso saben lo suyo The Goverment. Un power trío con reminiscencias del viejo soul distorsionado que es la puta hostia. Su imagen no es, digamos, muy fotogénica, pero musicalmente son de lo mejor que hemos visto últimamente por estos lares. Nada que envidiar a esas bandas con el caché en las nubes y el ego, más arriba. Como cómicos no los contratarían ni el puñetero canal 8, pero ¡joder! tienen una energía que ni dos red bulles con vodka. Son como una ametralladora que te dispara durante casi una hora, sin parar y todo con una exquisita pulcritud tanto de sonido como de precisión. Ojalá no tarden mucho en volver, porque los que se quedaron comiendo pizza y viendo Tele 5 no saben lo que se perdieron.
Para acabar, saltó al escenario el hijo Pródigo Rober Perdut. Desde lejos, y con mi miopía creciente, parecía el puto Iggy Pop con la voz de Rosendo. Llevaba gafas y un atril donde apoyaba las letras de sus canciones. El hombre es un poeta con frases épicas como «el veneno soy yo», «tengo talento para la calamidad», «me pierdo seguro» o el canto a la naturaleza de sus sueños de seda y Napalm y un «no me he metido nada»(como todos los presentes) augurio del fin de fiesta puntualísimo del amigo conserge, que esta vez dejó a medias los salmos del cable y dio lugar al típico desalojo que acaba con los más golfos en el Jendrix, o en el Mono, y con los buenos chicos, y chicas, en la camita.
Os dejamos el Ep de Las Infrarrojas para compensar nuestra puntualidad alicantina:
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