En la lógica no escrita de la puerta giratoria, me quedé impactada ayer escuchando la magnificación de un error puesto en contexto. Todo el mundo recordará a Alberto Casero por ser quien, por un fallo en la votación, hizo real la reforma laboral que ha traído una mejora sustancial a la vida de los mileuristas de otra época.
La cuestión es que este tipo de cagadas llevan implícito un entierro en vida para sus protagonistas. Por eso, me parece una clase de decencia, sociología y ética el podcast que Sara Selva y Guillermo Lerma han realizado poniendo en contexto, ya no solo el día, ni el motivo del error, sino la consecuencia del mismo, a la hora de buscar trabajo, reinventarte o, simplemente, desestigmatizar un error puntual.
La comedia es un arte que debe tener un valor momentáneo. Es sano reírse, ironizar, hacer humor negro con las desgracias, incluso caricaturizar. Lo que no es bueno, para una sociedad, es magnificar esa píldora queriendo estigmatizar eternamente a alguien, por un defecto concreto de su vida.
Reconozco que me obsesiona la empatía. Y que muchas veces me frustra sentirme rodeado de gente que no tiene conciencia de la importancia de usarla. Y más cuando, por mucho que lo escondamos, nuestros días están plagados de errores pequeños y grandes cagadas que no trascienden porque no somos lo suficientemente «famosos» para que el fallo traspase la puerta de nuestra casa.
A lo que voy, es que deberíamos normalizar la rectificación. Asumir el valor de una disculpa e incluso, con el tiempo, reírnos de las cosas. Pero, también, deberíamos eliminar esa durabilidad insana del dedo en la llaga. y más si lo que pretendemos es que quienes los que nos gobiernan se mojen, dejen de lado la parte narcisista (de la que Carmen Calvo explicó su trascendencia) y se dediquen a ayudar a que nuestras vidas sean mejores, normalizando la posibilidad de que cometan errores, sin necesidad de pasar un largo tiempo de reproches que más que generar risa, impiden que tu vida (dentro y fuera de la política) sea más complicada.
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