- Concierto de Alfonso del Valle
- Día: 16 de septiembre
- Lugar: El Refugio del Poeta
- Autor de la crónica, otro Alfonso: Copé
Y dice así:
Es «Güena Gente». Lo canta con ironía, con sorna, pero con convencimiento, que es como hay que hacer las cosas. De hecho, hasta se ríe, con lo complicado que es éso en estos tiempos… y más difícil todavía, del primero que se parte el culo es de sí mismo. Bueno, tal vez del segundo…
Con este tema, “Güena Gente”, empieza su concierto en El Refugio del Poeta. No cumplirá con los factores atribuidos equivocadamente al músico: ni G(uapo), ni (está)G (üeno), ni es R(ico), pero es Güena Gente y por supuesto, un referente, al menos, para un servidor.
Destinado, por lógica, a ser uno de los bastiones del sur en la generación de nueva canción de autor de los ´90, fichó, como su colega Carlos Chaouen, por Fonomusic en sus últimos estertores antes de que la absorbiera la Warner, la que fue discográfica de Aute, Silvio, Miguel Ríos, Triana, Llach, Labordeta, María Jiménez ¡El Fary!… le dio, como se dice eufemísticamente en el gremio “una oportunidad”.
Lástima que el mercado no «se la diera» a esta pequeña discográfica que tantas alegrías cantautoriles nos ha traido.
Pero no sólo de discográficas vive la música. las letras son cosas de toda persona que cree en ellas. Y Alfonso lo hace.
A pesar de no trascender al mainstream a nivel nacional, y que salvo en «círculos frikis cantautoriles» no era re-conocido, se hizo fuerte en torno a La Carbonería, por donde pasó casi toda su generación y más tarde en La Estación, donde ejercía de anfitrión del underground cantautoril patrio, forjando una personalidad generosa y de encuentro, de esas que gustan tanto encontrar por el mundo.
Si bien el humor, la ironía y los juegos de palabras siempre han estado presentes en su música, en su primera época caía alguna canción que él mismo denomina “moñas”.
Ya no se da a esos excesos. Es el más directo heredero de Brassens en la actualidad y se enorgullece de que le comparen con Javier Krahe, al que homenajeó en su “¿Dónde se habrá metido este Javier?”.
Por cierto, en su próximo proyecto de recreación del directo de “La Mandrágora” ejerce, junto a su amado Joaquín Calderón y Alfonso Lora, del huesudo pelicano (que no pelícano).
Es decir, que el otro día en su concierto de Elche, como buen hijo musical del anarquista francés Georges Brassens, desterró cualquier atisbo de romanticismo en su repertorio, salvo el irónico inciso de “Made in Japan”, que no es romántica ni es ná, más bien una burla del romanticismo existente entre el pueblo japonés y el sevillano. Bueno, y porque el momentazo de compartir con la cantera local lo merecía, sí se dio la concesión de enmoñar la tarde, pero de qué manera tan linda, oiga, haciendo con Anita Antón “Ahora después”, que está en su último disco “Delirios de una estrella venida a menos”.
Por cierto, es el último disco por que no va a sacar más discos. Dicho por él. Y, de momento, lo ha cumplido. Debe ser una forma de hacer real su querencia por el directo y por lo difícil de empaquetar la propuesta. Hay propuestas musicales que no entran en determinados formatos ¿a quién no le ha pasado con Albert Plà, con el mismísimo Krahe o con, por ejemplo, los Antílopez? Lo escuchas en disco y está bien, correcto, todo en su sitio, pero vas a un concierto y dices: “Madre mía, qué desparrame”.
Pues eso vivimos quienes estuvimos el otro día en El Refugio del Poeta. Al menos yo lo viví así. Un desparrame, esa energía que da la euforia entre la risa tonta y el disfrute dejando a un lado la mirada inquisidora. Y mira que a mi me cuesta eso en un concierto.
Pero es fácil cuando quien canta se limita a ser quien es. Y eso lo tiene Alfonso. No tiene nada que demostrar. Hace lo que cree, o al menos eso transmite.
Y es que Alfonso del Valle es un tipo atípico, es la raja que está justo entre lo establecido y otra forma de hacerlo.
Hablando después del concierto se plantea una gira “Porque nunca la he hecho”. Y sonríe. Y es ahora y no cuando marcan los cánones musicales. Preferentemente cuando eres joven, of course. Pues él ahora, cuando es más joven que nunca, cuando se encuentra más a gusto componiendo a ritmo de 11 canciones por mes en rima consonante, con lo que eso duele, cuando se limpia los mocos de quienes, pretendiendo pagar las facturas con lo que redituara la música, le han llorado en el hombro por no comerse un mojón y ahora pueden pasar el mes, aunque «tiemblen si se les jode la lavadora».
Ahora es su momento. Porque puede que sea el momento de la Güena gente.
Y hay pruebas suficientes de que Alfonso del Valle es Güena Gente. Bueno, sus momentos tendrá. Que esto no es una hagiografía. Pero transmite la calma de un maestro que no quiere enseñar nada, un discurso grave y claro como su voz, salpimentado de sonrisas y bromas constantes.
Y que sea Güena Gente no quiere decir que no sea guapo. Ni que no esté bueno. Para gustos los colores. Pero está claro que Alfonso del Valle no vende la típica imagen de músico guaperas. Ni si quiera la de cantautor guaperas, que haberlos haylos. Tiene una imagen, por supuesto, pero no la vende o igual es que no se puede comprar.
Su imagen me recuerda a un Ent, esos pastores de árboles que se inventó Tolkien, que a su vez son árboles, que se toman su tiempo, que tienen un ritmo distinto, que hacen que el bosque permanezca. Un bosque donde se respira aire fresco.
Hoy en día, la industria musical tan preocupada de dar números unos, de llegar a reproducciones millonarias en plataformas de streaming para que vivan esas mismas plataformas de los egos de quienes cantan, de que se repongan a ritmo frenético las estrellas del momento, anda escasa de referentes que marquen un ritmo diferente. Y Alfonso lo es.
Referente. Pues sí. Como mucha otra gente del panorama cantautoril de la piel de toro, que se ha encargado de ir regando el hummus, para que brotara la hierba. Y algún matorral creciera. Y puede que algún árbol pudiera echar raíces en una buena tierra, regada con mimo por esos pastores de árboles que son árboles a la vez.
Miro alrededor y creo que lo han estado haciendo bien, por los frutos que estamos comiendo, tanto suyos como del bosque cantautoril, permítaseme la metáfora.
En resumen, Alfonso del Valle en su concierto nos alegró, nos hizo pensar, nos hizo reír. Ojalá podamos verlo más por aquí y deje de ser ferroviario para comer y cantautor para respirar y se monte una gira mundial para hacernos sentir, reír, pensar, disfrutar. Vivir.
PD: A quienes te dicen que ya lo has dado todo musicalmente, dile de mi parte que lo viejo, si se trae al presente con cariño y respeto, es eternamente nuevo.
Nacho dice
Disfrutamos como enanos..
La crónica no podia estar mejor hecha y el vídeo chulisimo.
Un placer veros a todos…
Alfonso Copé dice
Ya sabes, los de la bajeza… ;P