Se echaban de menos los conciertos Underground del Ocho y Medio: el petit comité, los berridos ahogados, los pogos y el sudor.
Sólo han pasado cinco meses desde aquel último bolo de Árida y Rosy Finch, pero ha parecido una eternidad. Lo que es innegable es que había una parte de la población alicantina que estaba ávida de esa oscuridad que convierte en luz el final de la semana.
Los invitados a la «reinaguración» fueron los donostiarras Arrotzak. 4 melenudos con el alma gaztetxera, que venían a presentar un disco con el mismo nombre que el grupo, que en el idioma que hablamos por aquí significa: extranjeros.
El pasaporte nos lo renovamos unos cuarenta locos, y locas. Me gustó el mezcluje. Faltaban los eternos «zancadilleadores» del mestizaje cultural de esta ciudad, pero había parroquianos del «nuevo estilo de gestión Lebron», un vasco que apenas ha pisado antros, un catedrático rockero, un italiano, alguna erasmus (por fin menores de 25)… en definitiva, veraneantes de la cultura, que siguen pensando que el turismo es algo más que playas y «despacitos».
El bolo fue breve pero intenso. De los de antes, sin mucha parafernalia técnica, ni innecesarios speachs. No se distinguía si la letra era en euskera o en castellano, porque el técnico estaba más pendiente de que sonarán los instrumentos que los gritos. Pero daba igual. A la gente se le veía feliz, disfrutando del jueves con sus cervezas de lata, como en el Londres de los Clash.
El punk necesita su espacio en la terreta. Éso es evidente. Y el Ocho y medio tiene la capacidad justa, la idiosincrasia y el espíritu, que hace falta para que la historia se pueda seguir escribiendo. Así que a ver si lo del jueves se convierte en habitual y entre las microescenas, las burbujas, la poesía y la magia, vuelve a haber un espacio para la música underground.
Para terminar, os dejamos el disco de Arrotzak:
Y la PROGRAMACIÓN del Ocho y Medio para el resto del mes de julio.
Y la PROGRAMACIÓN del Ocho y Medio para el resto del mes de julio.
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