Y por fin se acabó la fiesta bipolar….
Ha sido un largo mes de debates: ¿Toros sí o toros no? ¿me quedo o me voy? ¿Fallas u Hogueras? ¿puedo sacar pancartas aunque sea fiesta? ¿cuándo empieza y termina ésto? el civismo ¿dónde queda? ¿y la cultura? ¿y mi derecho a sacar el coche del garaje? ¿y cuándo duermo? ¿y dónde están los lisboetas? ¿y los de Goteborg? ¿Y los de Lyon?… Y, por cierto, todo ésto ¿da votos? ¿o los quita?
Como, según parece, ésto es una fiesta fenicia en la que cuatro «comerciantes de la fiesta» comercian con el nombre de Alicante y tratan de engañar a los visitantes de la ciudad, este año, nos dio por preguntar a «los guiris» como ven ellos esto de las hogueras. La definición más acertada nos la dio un joven erasmus con camiseta de la UA (y todo): ¿qué son las hogueras? «Alcohol, ruido y suciedad».
Indagando más allá, nadie les había explicado de qué iba esto de los ninots, por qué tanto petardo (y petarda), de dónde viene exactamente la tradición del fuego, o de qué iban disfrazadas esas sobremaquilladas y sudorosas señoritas con faldas de color vistoso y mantilla.
Obviamente, dependiendo de quién cuente la historia, el argumento cambia, pero como el discurso de lo bien que ha ido todo, la respuesta incondicional de la gente, la pasta que han generado al comercio local y todas esas milongas ya nos lo sabemos de memoria, vamos a dar nuestra versión como vendedores de todo lo contrario a lo que esta fiesta representa.
1. Lo Alicantino
Hemos sido de fuera y estos días nos hemos mezclado con gente de muchos lugares de la tierra: guiris y españoles. En general, un alto porcentaje de esta ciudad reniega de su idiosincrasia, o quizá sea que no la tenga demasiado bien definida. El caso es que hace mucho tiempo que dejamos ser un pueblo de pasodobles, palometas y gorros de paja.
Como imagen retro de la festividad, está bien que haya desfiles puntuales, entradas de bandas o que algunas luzcan sus trajes tradicionales, pero, en realidad, una fiesta de gran ciudad suele ser el mejor escaparate para «vender» las bondades actuales de la zona y entre mesas encarceladas y «bareros» cutres, pocos de los visitantes de esta ciudad han podido comerse, en el centro, un arroz decente, tomarse un vino de Alicante, algo de mojama, hueva o pericana… o una horchata, por no hablar de la poca importancia que los artistas alicantinos (al margen de los «artesanos del ninot») tienen en esta parafernalia festera.
2. La imagen que se transmite
Ante la pregunta ¿qué os parece Alicante? la mayoría de los visitantes consultados nos respondían: «cutre y chabacano». Es fiesta y todo vale, eso es verdad, pero entre «despacitos», calles llenas de vasos vacíos, el mal beber de algun@s y el clasismo separatista, a la mayoría de los «primerizos festers» se les han quitado las ganas de repetir experiencia.
3. La implicación de la ciudad
A estas alturas está claro que Alicante, en junio, se divide en dos. Los que se quedan y los que huyen. De los primeros osados, encontramos diferentes vertientes: los que se pasan 5 días borrachos desde el mediodía y los que viven la fiesta a su manera. De estos últimos extraemos la clave del sarao: las mascletás, que aúnan las diferentes posturas (es difícil conocer un alicantino al que no le guste la pólvora y el ruido). Por lo demás, al ser autóctono más fino que borracho, le sobra con dos días de fiesta. Uno para quedar a comer un arrocito con sus amigos, otro para darse una vuelta viendo ninots y entre medias, algún gintonic, un concierto, la Cremá y poco más.
Lo de las cárceles, aquí conocidas como racós, son fiestas privadas, con más barra que mesas, llenas de mal gusto musical, negocio puro y duro y un clasismo rancio que, en general, los «no barraquers» critican bastante duramente (aunque a los probarracas se la sude).
4. Las tradiciones
Estar borracho a las 12.30h no es una tradición. Tampoco lo es gritar más alto que Tarzán, comportarse como un mono en la selva, ni ganar el concurso mundial de suciedad acumulada en un centro urbano. Seguramente, la VI diada muixarenga d´Alacant, la palmera, el paseo juzgando ninots, la versión infantil de la fiesta, la banyà y la cremá son los momentos más gráficos de la fiesta. Si le dieran un par de vueltas, la entrada de bandas (con o sin pancartas) también podría llamar la atención de quien no está cansado de la fiesta y estaría bien que el racó ALC Art, siguiera el camino marcado por la gente del Marearock y la Ruta de la madera, para que la cultura actual tuviera su lugar en el futuro de las tradiciones festeras.
Lo demás, echamos de menos los distintivos en la ropa (Como el pañuelico rojo de Pamplona, las casacas de peñas en castilla…), aquí hay sombreros de paja del anís tenis, pero quizá le deberían dar bola al pañuelo azul, como sustitutivo no categorizador de esos trajes que cuestan casi 2000€.
5. La duración… Desvirtúa la fiesta
Está bien que haya actos de elección de belleas y esas polladas amañadas que les interesan a cuatro. Incluso aceptamos las mascletás previas y los fuegos artificiales posteriores como culto a la pólvora. Pero ese rollo de abarcar el centro de la ciudad durante todo un mes da mucho por culo. Ya sabemos que hay una rencilla histórica entre la autoridad portuaria y el Ayuntamiento y que el alicantino no es muy dado a moverse demasiado del centro de la ciudad pero trasladar al punto de salida de la Volvo Ocean´s Race (o a la explanada, o a algún parque poco habitado, o incluso a la playa) los desfiles, las entradas de bandas y todas esos actos con sillas de plástico vacías sería agradecido por los residentes en el centro o los visitantes del centro de Alicante los fines de semana.
6. El Caos
Se ve que entre quejicas, técnicos del Ayuntamiento residentes en el centro y le buen hacer de Vectalia y sus medidas de transporte en fiestas, los problemas van amainando, pero aún quedan muchas decisiones que tomar para facilitar la vida a los que trabajan fuera, los que quieren dormir, los impedidos, o los que, simplemente, no quieren dar 100.000 vueltas para recorrer 100 metros.
7. La Cultura
Este es nuestro punto favorito. Porque tras publicar nuestra habitual Agenda alternativa de Hogueras recibimos un sinfín de mensajes hablándonos de los dj´s barriobajeros de los racós, del camión de bomberos de cierta radio (fórmula), algun@s ni siquiera diferenciaban la fiesta de la cultura, incluso había gente que poco más que equiparaba hartarse a palometas con escuchar la novena sinfonía de Beethoven.
Es verdad, que al Racó del Marearock, al PFDF, las fogueres combatives, etc, este año se le han añadido el racó alc Art, y otro: Cero-Cero, al que no sabemos porqué no se le ha dado la trascendencia que debería… la realidad es la que es, y en Alicante hay más gente chavacana que «cultureta», pero los amantes de las artes llevan años reivindicando un poco de cultura local y de calidad en la Fiesta. Pero no la hay, y la poca que hay, se difunde poco, lo que hace que salten voces que dicen que el racó Cero Cero ha sido un fracaso, que al otro no ha ido ni dios, y afirmaciones interesadas por el estilo. Es triste, pero si hay intenciones de que esto funcione de verdad, hay que ser previsores, programar la historia bien y difundirla como es debido. Igual así, muchos de los que huyen despavoridos, se plantean quedarse y pelear de manera activa contra lo rancio (aunque a algunos, quizá, no les interese).
8. El civismo
No tenemos el placer de haber pasado por todas las casas de esta ciudad, pero dudamos que estén llenas de vasos, colillas y más mierdas por el suelo, meadas en las paredes y otras señas de guarrería evidentes tras un simple ratito de mascletá. Alicante tiene un problema de civismo y habría que multar a todos esos gilipollas que no entienden que las calles son como tu casa y que, simplemente, hay que cumplir una premisa: dejar las cosas como te las encuentras. O, simplemente, gastar menos en fiestas para cuatro y más en educación.
9. La Suciedad
A colación del punto anterior, viene la vergüenza que hemos sentido cada día después de las mascletás, o al irnos a dormir. Podríamos decir que los servicios de limpieza no hacen su trabajo, pero mentiríamos. Igual que podríamos quejarnos de que no había contenedores suficientes. Lo gracioso es que nos acordamos de Barrio Sésamo, porque nos da la sensación de que algunos ciudadanos no saben que los contenedores se abren, y que cuesta casi lo mismo depositar tus mierdas dentro de ellos, que aparcarlas encima, tirarlas al suelo, o emular a tus ídolos mundialistas pegando patadas a toda la basura acumulada en la calle.
Y lo mismo pasa con los racós. Entendiendo que un baño químico tiene sus inconvenientes, o que en los cañeros la cerveza se desparrama, hay una cosa llamada agua y jabón que desinfecta y evita que la ciudad huela a mierda el resto del verano en los sitios donde se han plantado las barracas. Ese es un compromiso exigible por el que cede el espacio que, no sabemos porqué, no suele pedirse y acabamos pagando los que transitamos por la «zona de guerra» el resto del periodo estival.
10. El Clasismo
Se habla mucho del éxito internacional de «les fogueres», pero eso solo se lo creen los que no tienen amigos más allá del muro de Alcoi. Desde la humildad del margen el éxito de las celebraciones suele estar ligado a la igualdad y sin salir de aquí, no hay más que ver la aceptación que tienen las mascletás y el desprecio que provocan las distinciones, los alquileres del espacio de todos, o las jerarquías diferenciadoras de palcos y otros espacios para ciudadanos de primera y de segunda.
Parafraseando el refranero: «aunque el mono se vista de traje y se siente en un palco… mono se queda». Las hogueras son un colectivo de 8.000 personas. Dentro de una ciudad de más de 300.000 habitantes podéis hacer los cálculos de lo que significa en realidad y lo que ellos venden que significa en cuestión de votos, poder, etc. Hay tontos que creen que una mentira muy repetida acaba convirtiéndose en verdad, pero la realidad es que hasta un guiri sabe que esto no es más que «alcohol, ruido y suciedad», tres cosas que, desde luego a nosotr@s no nos representan en absoluto.
Totalmente de acuerdo, son unas fiestas cutres y chabacanas…sin contar con que se me siguen pegando los pies al salir del portal de mi casa, igual que invierten en policía que corta el centro desde el 1 de junio podían invertir en limpiar un poquito también..
Si fueran unas fiestas tan geniales como tratan de hacer creer, la mitad de la gente que vivimos en Alicante no soñaríamos con largarnos de aquí. Ruido, gente bebiendo y suciedad. Hace 20 años, aún te podías divertir. Y no, no es una cuestión de edad. Me gusta la fiesta, pero no ver a gente borracha ni a adultos orinando en la calle.