Y para vosotr@s ¿cuál es la mejor hora para ir a un concierto o una obra de teatro?
Esto de combinar nuestra condición de mediterráneos y europeos crea una serie de disyuntivas en el día a día de los alicantinos. Una de ellas es a qué hora hacemos las cosas. Es obvio que nos hemos acostumbrado a vivir y consumir una hora (o dos) más tarde de lo que lo hacen en el resto del mundo. Nos levantamos más tarde, entramos a trabajar más tarde, comemos más tarde, salimos más tarde… y, como no, el ocio también se adapta a esa tardanza.
¿Pero es real este supuesto?
¿Sabíais que en los días de doble sesión se venden antes las entradas de las seis de la tarde que las de las nueve? De hecho, bajo su mandato de Sanguino en el Teatro Principal se suprimió la «sesión golfa» de las 22.00h y, curiosamente, ha aumentado ostensiblemente su afluencia.
También hemos notado un notable incremento de público en las actividades matutinas y vespertinas. Imaginamos que eso es debido al boom de compartir plan cultural con hijos, o que con la «gourmetización» de los paladares, se da casi la misma importancia al plan (concierto, teatro, monólogo…) que a dónde comemos antes (o después).
La cuestión es que haciendo una comparativa de afluencias, nos hemos planteado la posibilidad de que resulte que somos más europeos que mediterráneos. Lo que nos ha llevado a encuestar a todos esos locos con los que coincidimos habitualmente en los saraos.
Y sí, nuestras presunciones eran correctas. El 75% de la gente prefiere un plan diurno que uno nocturno. De hecho, el límite de las 22.30h está muy fijado en la mente de la mayoría de los culturetas alicantinos. ¿Por qué? Los mayores aluden a sus horarios laborales y el cansancio que supone levantarte a las 6 o las 7 de la mañana. Si un concierto acaba a las 23.00h puedes dormir un número razonable de horas, mientras que si acaba a la una… no.
Los hijos/sobrinos, son otra de las excusas. Parece ser que los abuelos no tienen inconveniente en cuidar a las pequeñas bestias de día, incluso darles de cenar. Pero que a las once, como mucho, hay que estar en casa…
Y luego están los que vienen de fuera. No es lo mismo volverte a Elche, a Sant Joan o a Catral, a las 22.00h, que salir de Alicante a la una de la mañana.
Algo parecido sucede con el público más joven. El dinero en estas edades es el mayor de los impedimentos, pero ya no por el coste de la entrada, sino porque la flota de autobuses (y el Tram) de lunes a viernes, detiene su movimiento entorno a las 23.00h. Y literalmente «no hay presupuesto para un taxi», «no tengo pasta para pagar una entrada y 5 horas de parking, gasolina…».
Entonces preguntamos por los sábados, día en el que sí que hay buhos, el margen de descanso que te da el domingo, etc. Y aquí encontramos otra de las claves. Los mayores nos dicen que los hábitos han cambiado. Antes quedaban a las diez de la noche para cenar y lo que surgiera y ahora hay más días en los que salen de casa a las 12 de la mañana que a la noche. Vamos que hacen algo a la hora del aperitivo, comen, se toman una copa y, como mucho, hacen algo a las 20.00h u 20.30h. Parece que aparte del porqué del poco éxito de los horarios nocturnos, hemos renunciado al mito de la siesta y encontrado respuesta, también, a la proliferación de cierres de bares abiertos hasta el amanecer.
De repente, somo europeos y, como ellos, queremos que el consumo sea diurno, que acabe a una hora razonable y que se pueda combinar con el vermú, las tapas, levantarse a hacer deporte, o conciliar, aparte del trabajo, la diversión y los hijos.
Igual hasta encontramos una solución para las quejas vecinales… ahhh y una última curiosidad: la preocupación de una gran mayoría por la vida de los bares postfiesta. Una de las afirmaciones más repetidas es que siempre hay un sitio donde seguir la fiesta (para el que le apetezca).
Vamos que abogamos por que, como en TVE, haya anexos en los carteles que digan que este espectáculo va a acabar antes de las 00.00h
¿O qué?
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