Cuando la crisis nos intenta aplastar, la imaginación es el salvavidas que convierte las penurias en argumentos para sonreír. La «suerte» es que, además, en nuestra provincia nunca falta el buen tiempo y, aunque el Caribe, o las islas Fiyi son lugares tentadores, se escapan a nuestro presupuesto.
Por eso, nunca está de más valorar lo bueno que tenemos a nuestro alrededor y aderezarlo con un plus de perspectiva positiva que te haga ver que, en realidad, Alicante está lleno de pequeños rinconcitos de ensueño que poco tienen que envidiar al paraíso.
Uno de ellos es la cala Bol Nou en Villajoyosa, donde cada martes del verano se dan cita los fans de un madrileño errante al que hace tiempo le debíamos una crónica. De hecho, llevábamos más de un año queriendo conocer a Xeco Rojo y no se nos ocurrió mejor escusa que pasar una tarde de sol en una playa digna de una escena de película de James Bond, para estrechar la mano de nuestro admirado cicerone de Skype, digo, twitter.
El concierto empezaba a las 22.00 así que vimos anochecer desde la empedrada arena de la playita, antes de rodar una escena de un anuncio de cerveza mediterránea, mientras veíamos como un barbudo con pantalones negros cagados iba sacando del maletero de su coche todos los bártulos que cinco minutos después conformarían el escenario.
Los focos de discoteca fueron testigos del abrazo de admiración en el que nos fundimos con el maestro, un rato antes de que su guitarra empezara a escupir acordes. Departimos afablemente, nos vanagloriamos del bonito trabajo de repartir alegría entre la gente, que ambos compartimos y, mientras, Kevin Mendes acababa de rodear su caja con instrumentos de percusión de lo más originales, dejamos que la luna creciente adornara lo alto del acantilado, probamos las sardinas, la sepia y el asado argentino, dimos rienda suelta a la amistad y nos preparamos para el mayor placer que existe: escuchar.
Siendo sinceros estamos un poco hartos de los dj´s horteras que este año han contratado la mayoría de chiringuitos a los que hemos ido. No sabemos donde quedaron los tiempos de reggea, chill out o jazz playero, pero los echamos de menos, por eso, aunque nos asocian con la modernez del indie actual, también tenemos un pasado, así que agradecimos el punto rumbero/festivo con el que la pareja de músicos cambió el chip que estresa nuestras mentes.
La noche musical empezó mejor imposible: con dos de nuestros grandes referentes: Calamaro y su bienvenida de cantante y el Mediterráneo de Serrat, que acabó de mitigar las tensiones que pudiéramos tener.
Los personajillos indignos que podrían protagonizar la canción doremifasolasi no asomaban, pero si que había flacas y Lolas rondando por allí. De hecho, nos enteramos que Xeco y Kevin telonearán a Café Quijano después de este largo verano de conciertos diarios.
Por la boca vive el pez, y por las branquias respiramos los humanos que sabemos apreciar la sencillez de la belleza. Una simple conversación, aprovechando el parón, nos sirvió para darnos cuenta de que tenemos mucho que ver con el cantante barbudo. Nos contó que con el trajín veraniego su esperado disco está aparcado momentáneamente y que la hora del pirriaque, o del vermú, es tan sagrada en su casa como en la nuestra.
Retomamos el ritmo del concierto con su pegadiza No puedo parar de resbalar, una declaración de intenciones que da libertad al oyente para versionar su significado con el simple hecho de cambiar el verbo que se repite en el estribillo. Descubrimos lo que es un rumbango mientras recordábamos los amores a destiempo, nos reíamos imaginado los 19 días y 500noches (de conciertos seguidos) que conforman el verano del fotógrafo de Click and pum y aplaudíamos la aparición en escena del gran Bob llenando de Reggae la pista de baile en la que gente de todas las edades iba dando rienda suelta a sus movimientos de culito.
Los clásicos internacionales también tuvieron su lugar en el repertorio y con un paseo desde el hotel california hasta el stand by me de Otis Redding llegamos a la conclusión de que la vida en vacaciones mola más y que eso de Don´t worry be happy debería extenderse por el resto del año, o de nuestra corta existencia.
La rumba tampoco podía faltar a la fiesta… el horario previsto de cierre se alargó con una oferta en cubatas, mojitos y cervezas (cortesía del rey (de chiringuito) Juancar) a la que no nos supimos resistir, ni nosotros, ni los que inventaron el baile del intercambio de chancletas, ni los chavalicos que venían a celebrar el cumple de Erik con el buen rollo impregnado en sus sonrisas.
Xeco estuvo avispado, y nos regaló, con su toque especial de luz, versiones originales de Pedro Navaja, Hace calor, veneno en la piel, la lista de la compra, contamíname (otra vez), a mí manera… temazos que hace tiempo salieron de nuestras listas de reproducción habitual, pero que cuando los escuchamos nos llevan a tiempos pasados de disfrute. Siempre es un placer recordar, por eso agradecemos a nuestros dos nuevos amigos que nos regalaran esa rara posibilidad que solo la música es capaz de hacer realidad.
El verano huele y sabe de muchas maneras, pero su sonido es una mezcla entre las olas rompiendo en la orilla, el silencio que necesitamos para desconectar y música como la que ayer nos regalaron Xeco y Kevin.
Y como de bien nacidos es ser agradecidos y es un placer corroborar que la sinergia que intuíamos en nuestra larga relación 2.0, es palpable, también, en el cara a cara, con los acordes entrecortados de la chica de Ipanema, con la denominación más playera del «Xiringuito live music» y una merecida reverencia a los artistas, nos fuimos a soñar, exactamente, con lo que habíamos ido a buscar a aquel paraíso perdido llamado Bol Nou: la sonrisa, combinada con el placer que siempre da escuchar las versiones y, sobre todo, los temas propios, de un artista errante que, como nosotros, puede no ser todo lo rico que debiera en cuestiones materiales, pero seguro que es millonario en lo referente al cariño que reparte y, esperamos, recibe a partes iguales.
Aquí os dejamos la ruta semanal del barbas y Kevin Mendes:
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