Después de una semana poco habitual de lluvias, el sol volvió a salir el sábado, para alumbrar la actuación en el Parque Municipal de Sant Joan, de Vera Lù y Andrés Lizón. Sí, un dúo simple, y poco corriente, con voz y contrabajo. Pero, a veces, menos es más, y en un contexto de parque, tan diverso, familiar, menos hedonista que el misticismo que rodea al jazz , pero fantástico.
Nunca había visto un concierto empujando un columpio. De hecho, no sé si tú (lector) estás acostumbrado a empujar un columpio. Yo siempre pienso en construirme uno, o en instar a los ayuntamientos, a que hagan parques con balancines para adultos, porque en esta vida de prisas y estreses socioculturales, no nos vendría mal un poco de vuelo, o un rato para airear nuestros pensamientos.
Como todavía no me han hecho caso, vuelo con la música. Pero esta vez, usé el repertorio bien seleccionado de Lizón & Lù, para contextualizar el hecho de llevar la música a una plaza. Es raro, porque confluye la gente que va a ver el concierto, los que van a tomarse algo al kiosko, los padres, las madres, los niños, la mujer que observa desde el banco, la chica que baila sola, los curiosos que paran después de hacer la compra y los que se iban a casa, o a otro lado, y hacen una parada inspirados por la música, y la importancia de darle relevancia en su afección fondo perfecto de día soleado en Sant Joan.
Cuando mi hija se cansó del columpio, ideamos un picnic en mitad de la plaza. A nuestro lado, dos niñas jugaban a imaginar cosas con el repertorio y las danzas espontáneas de Vero.
– «Es una guitarra gigante» – (que se come los papeles, añadía Andrés metido a cuentacuentos).
– «La cantante me ha hablado» – (y te invita a que bailes, porque quizá merezcáis formas de expresión alternativas, que nuestra generación no tuvo).
El jazz es atrevimiento. La bossa calma. La chanson française estimula… y entre medias, encontramos dosis de ilusiones ya olvidadas como la buena vida, la ironía, la conversación, la evocación, el recuerdo de dóndes que solo aparecen cuando suenan determinadas melodías.
Quizá algún día mi hija asocie «la vie en rose» con un vuelo de columpio, o las niñas entiendan que no todos los instrumentos de cuerda son guitarras, o los que van al mercado, busquen aquí la información de los conciertos del «Música a la plaça».
El contexto importa, pero lo más importante es que haya música, o que aprendamos a asociarla con lo cotidiano, o con una terapia saludable para evitar el estrés del que siempre queremos huir.
¿Conocéis algún refugio mejor?
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