Siento haberos abandonado durante una semana. La vida es imprevisible y cuando menos te lo esperas acabas en una cola de urgencias esperando cuatro horas a que alguien te atienda. Si no sangras no es grave, si no te caes al suelo, tampoco es grave.
No voy a generalizar porque ni los profesionales de la medicina son responsables del tiempo de espera, ni todo el mundo tiene la misma paciencia, la misma vocación o profesionalidad. Yo la primera.
Pero me tocó el tonto a las tres del hospital y, por suerte el auxilio llegó a tiempo, porque como me dijo el médico cuando recobré el conocimiento, si no llega a ser porque todavía soy joven (hecho que me halaga), a estas horas no estaría escribiendo ésto.
No soy rencorosa, pero cuando juegas con la vida de las personas debes tener cuidado con tus actos. En realidad, tal como están las cosas, deberíamos de valorar más el trabajo propio y el ajeno, o quizá tendríamos que aprender a batirnos el cobre como hacen los abuelitos de Bilbao cada lunes.
El asunto no fue a mayores, pero me dejaron en observación un par de días y he estado de baja hasta hoy. Nunca había estado de baja, de hecho esa palabra siempre la he asociado con vagos de larga duración o vacaciones pagadas. Pero ¡Dios! menudo aburrimiento.
En el hospital, me di cuenta de lo aburrida que es la tele, en general, y la convencional en particular. No sé quién leñes programa, pero destacan por su mal gusto. No se salva ninguno. Las noticias son como El Caso, los contertulios de los debates deberían darse una vuelta por el siglo pasado a ver si aprenden a discutir (con respeto), ¿las películas? con todo el cine que hay en 100 años de historia ¿quién elige esos bodrios? Por no hablar de los horarios de las cosas. ¿Prime time? ¿a qué hora se acuesta la gente? ¿no duermen? Porque lo que más temprano terminaban eran las pelis españolas de la 2 (que las vi en mi casa, porque cualquiera discutía con la vieja con respirador que me tocó de «vecina»).
El segundo día el médico me dio manga ancha, paseíto por el pasillo con camas, desayuno en la cafetería y para la noche ya estaba en mi cama leyendo los regalos de mi querida familia. Y eso sí que lo agradecí: quedarme en casa mientras llovía fuera, lectura constructiva, un mes gratuito de HBO para cuando me aburría. Por cierto, muy buenas «Girls», «el cuento de la criada» y «Big Little lies».
El resto del tiempo lo gasté durmiendo, recibiendo visitas y comiendo las tartitas varias que me traían esas visitas. Dependerá del visitado, pero si no tiene problemas gástricos, se agradecen más las viandas y los libros que las flores. (para que lo sepáis).
Para todo lo demás os diré que es mejor estar sana que ser millonaria, aunque lo segundo no lo he llegado a probar.
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