Pedimos la Budweiser de rigor y buscamos un buen sitio para escuchar, y ver, de cerca al artista.
A las 22.30 el modesto creador salió solo al escenario y consiguió lo imposible: que 100alicantinos se callaran y escucharan. Bueno, en realidad, se callaron 99. por que al lado de la mesa de mezclas había un fan de esos que no debía saber que aquello era un recital sosegado, pero bueno, pagó la entrada igual que el resto, supongo.
Para evitar que sus gritos y aplausos a destiempo nos molestaran demasiado, el artista nos invitó a entrar al refugio de Supermán. El calor empañó las gafas, de Clark Kent, que ahora llevan los más modernos, nos despedimos de lo más triste de nosotros mismos, y empezamos a bailar, internamente, con la rutina que habíamos aparcado al otro lado de la puerta de la sala.
Hilando uhhhhs, nos dimos de bruces con «la siesta» y volamos por los aires, antes de bailar un vals con el sopor y los reproches versionados, del baile que seguimos debiéndole a los chicos de Nueva Vulcano.
Un chiste de tres acordes puso letra al parón, antes de que lo bello y lo bestia fueran uno sobre el escenario. Descubrimos un efecto de guitarra que transformaba las cuerdas, en teclas de clavicordio… pero ni siquiera, eso fue capaz de callar al hombre de paja del fondo.
Llegó la hora de los cuentos de buenas noches. El exMadeé nos cantó uno sobre un rey escultor que cincela a Galatea. El monarca cayó por la ladera y nosotros, puestos a caer, lo hicimos rendidos a la magia que allí se empezaba a respirar.
Luego nos dimos una vuelta por la costa Brava con los amigos de Ramón, escuchamos una de esas caras B, que a veces nos regala y con la voz caliente, regresaron los hits: Marathon man, en la que tuvimos que imaginar la instrumentación en nuestra cabeza. Él gritaba «frío», pero nosotros ya estábamos lo suficientemente calientes para aguantar una larga carrera por lo mejor de su trayectoria. Pero, por si acaso a algún@ le entraba el sueño, pusimos a calentar una cafetera para que nadie se durmiera y nos dimos cuenta de que, tras dos cervezas y una cuantas canciones, ya no nos quedaban vergüenzas que ocultar, así que los primeros coros emergieron y acompañamos esos cambios de registro, de voz, tan característicos del música catalán.
El drama de las letras, nos hizo ceder y nos compadecimos de sus «chistes» enlatando risas antes de que el val´s volviera a sonar, para trasladarnos a una dimensión desconocida;
Ya allí, inmersos en la cadencia del baile, nos dimos cuenta de que el 80% de nosotros había descubierto al grupo después de una ruptura: propia, o ajena, pero separación al fin y al cabo. Se nos puso cara de nostálgicos. Una melancolía de 3acordes en mitad de una noche de martes. Lo mejor de haber sido un sucedáneo es haber superado lo que te llevaba a ese estado. Quizá por eso, sigamos rindiéndole pleitesía a New Raemon, porque sin él no hubiéramos compartido tristezas con nuestros verdaderos amigos. Y lejos de acostumbrarnos a ese desconsuelo circunstancial, aprendimos a darle la vuelta. Y, quizá por eso precisamente, estuviéramos allí cantando las mismas letras que memorizamos, en momentos un poco peores, con una sonrisa dibujada en nuestra cara.
Un guiño a Chris Isaak rebajó la nostalgia… Elena-na se fue a la cama; Y Ramón aprovechó para sacar a relucir las clases de guitarra que debió dar antes de editar el «Tinieblas por fin». Dimos un paso al frente y la epilepsia cambió nuestra suerte: Dos canciones nuevas, tocadas con guitarra española, nos pusieron la gallina de piel y justo cuando el grado de excitación estaba empezando a subir, Garfunkel apareció para desmemoriarnos del todo y para que acabáramos de disfrutar de esta relación esporádica que tenemos con Ramón Rodríguez.
Salimos del refugio de Supermán montados en el lémur de Estanislau Verdet . Seguía siendo martes y lo bestia se había esfumado entre la belleza. Dejamos atrás la Stereo y en ella quedó, también, la rutina de la que habíamos venido a desconectar. Era martes, sí, y era tarde, también, pero mereció la pena irse a dormir después de haber escuchado 18nanas y un cuento de hadas llamado felicidad cultural.
Anónimo dice
Crónica hecha poesia!!! 😉
Jonn dice
🙂
Anónimo dice
Pagar entrada no da derecho a molestar a los demás…llegó el Lemur y se largó con cara pocos amigos…quizás por que era en catalán…
Jonn dice
Evidentemente, si el 99% de los presentes están callados, debería haber respetado ese silencio… Un saludo
Anónimo dice
Gran concierto y mejor crónica
Lara
Jonn dice
Gracias Lara
Juanma Alacant dice
Breve, pero intenso. Saludos
Jonn dice
Saludos 😉