- DESCARGAR el Plan Cultura para la recuperación 2021-23
Queríamos UN PLAN y aquí lo tenemos…
Quizá le faltan patas estables sobre las que sostener la teorización de los problemas. Es fácil criticar el enfoque parcial y especulativo con el que trata el futuro cercano de las artes. Pero sabemos, a ciencia cierta, que la cultura es compleja, porque abarca demasiados matices que requieren pautas que no sirven igual en todos los sitios. Cada agente tiene sus propias necesidades y eso dificulta establecer líneas estratégicas comunes a todos. Por eso es tan importante tener un punto de partida sobre el que focalizar el debate. Aunque igual ha sobrado parte técnica y ha faltado realidad.
Es obvio que para cambiar la precariedad acuciante de los artistas, los medios, los técnicos… que nos dedicamos a esto, hace falta asumir unos riesgos basados en unas actuaciones concretas. Hasta ahí, todo perfecto. La institución hace lo que ha hecho siempre: poner el dinero (aunque no siempre lo ponga donde debe). Ante una crisis efectiva como la que vivimos, esa es la mejor manera de callar las voces discordantes. Ahí estaría bien que el IVC redujera la media de tiempo para los pagos…
Pullas aparte, hay que ser conscientes de que los plazos de actuación van a ser largos, (no de 2 años) y que mientras se llevan a cabo, todos vamos a cometer errores. Por eso, en vez de centrarnos en la típica crítica fácil, habría que mirar los denominadores comunes de todos, para crear convenios, puentes o asociaciones (sin mediación pública) para facilitar, por ejemplo, el engorroso papeleo al que las instituciones nos someten, sin perder de vista que, al final, de lo que se trata es de que la profesionalización de todos los agentes no sea una utopía.
Quizá la mayor pega de este plan esté, justamente, ahí. Porque para que esa profesionalización sea efectiva, hace falta que seamos más concienzudos y realistas que nunca. Y a día de hoy, aparte de un grupo de «privilegiados» que han encontrado su sustento en contratos y colaboraciones con medios públicos. Se mueve más precariedad y dinero negro en la (sub)cultura, que otra cosa. Eso por no hablar de la público-dependencia a la que acabamos sometidos en un alto porcentaje de los casos.
Y en ese punto, y con la desgraciada desunión de las instituciones, de poco vale tener un plan que tiene como fecha de caducidad el cambio de Gobierno, o de nombres de «Gobernantes de la cultura».
Tampoco es que los colectivos culturales estén unidos y más cuando llevamos siglos arrastrando la mala costumbre de pelearnos por un trozo de pastel, en lugar de aprender a hacer pasteles solos. Quizá la parte didáctica de la recuperación debiera centrarse ahí: en educar el asociacionismo cultural (como han hecho las salas de conciertos con En Viu, o los profesionales de escénicas) y, a partir de ahí, erigir un sistema en el que las necesidades de los artistas no se burocraticen: O se simplifican las cosas, o se educa en el sistema que se pretende implantar.
Lo que no puede ser es que un artista pierda más tiempo en papeleos, que en llevar a cabo su arte. Y ahí, la mediación y el apoyo que se cita en el texto, debería «desfuncionariarse», porque es difícil (aunque se da) que un funcionario esté al día, o tenga la capacidad de empatizar con la realidad de un artista estacional, un técnico sumido en la precariedad, o un medio que innova en formas de difusión, por poner algunos ejemplos que yo mismo me he encontrado.
Lo demás, es todo discutible, pero estamos de acuerdo en que el agente cultural debe asumir que su profesionalización parte de cambiar ese chip que hace que todo el mundo menosprecie las capacidades de generar dinero de la cultura. O que esta pueda ser un medio de vida tan estable como cualquier otro.
También creo que para que el debate fuera lícito, habría que enviar el documento a todos los agentes culturales de la Comunidad, para que como yo, expusieran sus pros y contras (igual la gestión de esos datos sí que está en consonancia con la cuadriculación del cerebro del funcionario medio). No tanto, el de la línea 1 de actuación, que requeriría abrir puertas de ayuntamientos, casas de cultura y centros públicos en general, a una parte de autogestión o visión más amplia. En Alicante, sin ir más lejos, hay casos flagrantes de edificios acumulando polvo, o comparaciones odiosas entre poblaciones pequeñas con imaginación en contraposición a grandes presupuestos dilapidados en época de fiestas populares que poco tienen que ver con la cultura que, entendemos que, aquí se quiere «rescatar».
Por último, el prisma de observación de los casos extranjeros estudiados, no sabemos si son adecuados. Dentro de la Comunidad hay ejemplos a imitar. Tanto de gestión, como de creación, como de asociación, de forma de pago, de relación público-privada… incluso de autogestión.
Si como hace unos años, se hiciera una encuesta global con agentes, los rupturistas seríamos mayoría. Si un alto porcentaje de agentes viven en precario, es porque hay cosas que no funcionan. Y matizar aspectos, o cambiarles el nombre, no va a cambiar absolutamente nada.
Habría que haber partido del cero absoluto y no haber puesto la influencia del Covid como punto de partida, cuando todos sabemos que los problemas de la cultura vienen de mucho más atrás. Que el virus, lo único que ha hecho, ha sido refrendar lo que muchos hemos dicho durante años.
Dicho esto, me quedo con la visión global del plan. En Alicante llevamos años intentando montar un circuito que mueva a los artistas por toda la provincia. Añadir a Valencia y a Castellón a la ecuación abriría puertas a muchos profesionales de aquí y de allí, y saber gestionar bien la cantidad de espacios públicos, podría ser una buena forma de atraer marcas, o generar intercambios con otros territorios nacionales e internacionales.
Pero, lo dicho, la recuperación va a ser lenta, y la postrecuperación exige mucho debate. Esperemos que más allá de hojas y buenas intenciones, haya ganas de ayudar. Si es así, seguro que pronto hablaremos de políticas culturales o de circuitos y dejaremos atrás sombras como la precariedad.
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