A veces, parece que San Juan y Alicante están separadas por un enorme muro infranqueable, que sólo se abre para que la gente de la capital vaya a la playa en verano. Es una pena, porque este pequeño municipio ofrece un sinfín de actividades que los «capitalinos» nos perdemos por tontos, o porque el transporte público, que une el centro con San Juan, deja bastante que desear. Y claro, no está la cosa para ir a conciertos, beberte un par de cervezas y que la poli te cruja la cartera, y los puntos del carné.
A pesar del riesgo, nos mataba la curiosidad de pasarnos por el Euterpe, un bar de esos que organizan conciertos cada fin de semana.
Así que, como no tenemos el don de la ubicuidad, nos quedamos sin ver el último bolo del Eat my soul, llamamos a un par de amigos sanjuaneros y nos fuimos a pasar la tarde/noche a «las afueras». Porque a parte de intriga, teníamos ganas de hacer un poco de memoria y escuchar algunas canciones patrias de los 80 y, para eso, los sanguangos no tienen parangón. Y más si juegan en casa y nos sorprenden con un bar, que esperábamos pequeñito y medio vacío, y nos lo encontramos repleto de incondicionales y con un buen rollo conciertero que, la verdad, echábamos mucho de menos.
Así que, como no tenemos el don de la ubicuidad, nos quedamos sin ver el último bolo del Eat my soul, llamamos a un par de amigos sanjuaneros y nos fuimos a pasar la tarde/noche a «las afueras». Porque a parte de intriga, teníamos ganas de hacer un poco de memoria y escuchar algunas canciones patrias de los 80 y, para eso, los sanguangos no tienen parangón. Y más si juegan en casa y nos sorprenden con un bar, que esperábamos pequeñito y medio vacío, y nos lo encontramos repleto de incondicionales y con un buen rollo conciertero que, la verdad, echábamos mucho de menos.
La cosa empezó bien, porque aunque llegamos un poco tarde, sonaba nuestra canción favorita de Loquillo: «la mataré». Así que nos quitamos los jerseys y nos unimos al club de fan´s de camisetas negras de la primera fila. Luego nos fuimos calentando a base de temazos de los pistones, la Guardia, Antonio Vega, la frontera, Burning, los zigarros… y empezamos a indagar sobre lo que la gente pensaba de aquel lugar y de los conciertos que organizaban.
Todos, sin excepción, se mostraron agradecidos por el curro que los chicos del Euterpe se estaban tomando, por devolver al pueblo lo que es del pueblo, osea, la música en directo. Nos hablaron de lo que mola saber que cada sábado hay plan sin tener que coger el coche, de los conciertos del mercadillo de Benimagrel, de la variada programación de la casa de cultura, del Refugio y su onda jazzera… y nos dimos cuenta de que teníamos que ir más a San Juan.
El historiador del pueblo, nos explicó que el Euterpe había sido el primer garito de conciertos del pueblo, mientras sonaba «mi gran noche» y nos dimos cuenta de que los eruditos de las frases hechas, a veces, se equivocan, porque sí, hay que conocer la historia, pero no hay que tener miedo a que lo bueno se repita. Y más si ese punto incluye canciones de Rosendo, Barricada, Extremoduro… cervezas frías, gente simpática… Así que, sólo nos queda desear que esta iniciativa del Euterpe tenga continuidad, a ver si la moda se extiende por más bares y podemos acabar destrozando el muro que a veces parece separarnos. Y así, a parte de ir a que Javier Arroyo nos cuide la dentadura y a comprar verduritas los sábados al mercado en bicicleta, nos animemos más a menudo a visitar a nuestros nuevos amigos de San Juan… y reinventemos nuestras MANERAS DE VIVIR:
Curiosamente, este vídeo es de nuestro primer día de vida y estábamos allí descubriendo las mascletás… y a los sanguangos 😉
Anónimo dice
San Joan mola molt!