G.V.
Me ha llegado el artículo de la forma de entender la vida de una enfermera y me he animado a escribiros sobre esa falta de idiosincrasia vista desde el punto de vista de una profesora que ha dado muchos tumbos en su vida.
A lo largo de mi vida laboral he trabajado en diferentes comunidades y con diferentes modelos educativos. Todos respetables, aunque no todos efectivos. No me voy a enrollar con las formas de educar, porque no acabaría nunca. Pero la idiosincrasia de la que hablaba la enfermera, me ha hecho plantearme los puntos de arraigo de cada una de mis experiencias. Y, con todos mis respetos, Halloween, San Valentín e incluso la Navidad, me parece que tiene que ver más con la educación comercial, que con la sensibilidad afectiva que todos deberíamos tener hacia nuestra comunidad.
Muchos dirán que la vida es así. Y que mejor hacernos egoístas y tontos cuanto antes. Pero yo no lo creo, porque he visto como el folklore, la fiesta o el día a día del barrio del alumno, han vinculado su conciencia con la realidad que le rodea de forma sorprendente.
El desapego cultural es un problema, a la larga para todos, y para todas. Y mi experiencia me dice que querer es poder, porque con esa premisa, he aprendido Gallego, euskera, coreano y ahora un poco de árabe y valenciano. Más que una forma de perder el tiempo (para muchos padres) es una manera de acercarte a la vida de todos los integrantes de tu clase y entender a todos los que forman parte de ella sin necesidad ni de imponer, ni de buscar el respaldo de la «mayoría normal».
Aquí empezamos a interiorizar figuras como la Castañera que anuncia el invierno, el día de la Paz, montamos nuestra hoguera para junio, el disfraz para carnavales… pero nos queda un largo camino para formalizar esa idiosincrasia fuera de lo que la «obligación escolar» sustenta.
No es una cuestión política, como quieren verlo algunos. Y que no se haya hecho durante años, no significa que nos lo inventemos. Es obvio que no hay tradición, pero tampoco la había de Halloween y en 5 o 10 años parece que llevemos disfrazándonos y pidiendo caramelos toda la vida. Pues el resto es igual. Tenemos que ser conscientes de lo que tenemos, ser más mediterráneos, buscar vínculos con nuestra flora y nuestra fauna, aprender a respetar nuestro entorno con fábulas y leyendas, o integrar a nuestros pequeños en la rutina del barrio a través de la cultura, del reciclaje, del idioma o de la sostenibilidad.
Pertenecer a algo, estabiliza muchos cables cruzados de nuestras mentes futuras. Ayuda a somatizar pérdidas, y nos apega a un sitio sin importar estatus, personas, procedencias y otras cosas que desvirtúan la convivencia.
Estoy de acuerdo con la enfermera en que hay que cerrar heridas y supuestos que no ayudan a nadie. E igual la educación es un buen punto de partida para ir mejorando la sociedad poco a poco. Ella escribió de idiosincrasia, yo de apego, quizá alguien se anime a hablar de la justicia u otro se atreva a mirar al futuro y a dibujarlo con todas estas propuestas, premisas o utopías.
Algunos quieren imponer. Pero se sorprenderían de como la libertad lleva a los propios alumnos a construir sus propias realidades. A veces, todo es cuestión de escucharlos, dejarlos hacer, aunque se equivoquen, y tratar de aportarles las bases que les hacen falta para completar sus puzzles. Pero eso es difícil con tanta restricción, tanto cambio de ley hecho por señores que no viven el día a día de la escuela y, por qué no decirlo, con tanto profesor acomodado dando clase, igual que hace 20años.
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