El jueves vio la luz un nuevo ciclo: Momentos Alhambra en Las Cigarreras. Ilusiona ver que lo que antes conocíamos como normalidad va adquiriendo matices diferentes, diría, incluso, que mejora la versión pasada de la rutina cultural. Primero, porque la gente tiene un ansia especial por ver directos, que se agradece. Segundo, porque ese anhelo, unido a la limitación del aforo, lleva consigo una cierta previsión. Y tercero, porque el «ahorro» de presupuesto y el tiempo para pensar, da rienda suelta a Instituciones y empresas privadas para que creen cosas diferentes ayudados por la gente (promotores musicales) que sabe de esto: lo que, indirectamente, da trabajo a medios, técnicos, freelances… y dignifica el trabajo del artista.
Rollos chovinistas al margen, el lujo de abrir esta particular sinergia que nos traerá a Triángulo de Amor Bizarro, Enric Montefusco, Mujeres, Guadalupe Plata, Alberto Montero…. fue para el grupo de moda entre los modernos: Califato 3/4. Otra locura cósmica nacida en la Alameda de Hércules, entre la placa a Jesús de la Rosa, la «disquería» Record y las tascas donde se toman las Cruzcampo los Milkiway Express, Riverboy, el Pájaro, el disfrutón y todos los locos amantes del rock de la capital hispalense.
No sabéis la envidia (sana) que nos da el amigo Miguel y su abanico de posibilidades de la Sevilla disonante. De él, de el fotógrafo Francis Puente y de otra gentucilla con jerga andalusí, nos llegaron las primeras noticias de este maravilloso reducto de BSN Posse o The Gardener, que reivindica, a su manera, la música andalusí, las raíces que muchos dejan acumular polvo en cassettes, con los toques modernos que les salen de las castañuelas.
El frontman capataz, es un loco de la colina. Recitador peregrino, capaz de convertir un concierto en una romería al ritmo de feria que le ponen sus cinco colegas. Los mercadillos de Sevilla deben vivir cojonudamente entre los ilustres compradores de camisas. Como le dijimos a los Pony Bravo, deberían crear una marca, porque todo sevillano que se sube a un escenario, lleva desabotonada una pieza de coleccionista a medio camino entre los 70 en los barrios más chungos de Los Palacios y el mal despertar de Carmona cuando se pone Hawayano.
Moda hipster al margen, las camisas del baúl robado a la Piquer son un buen punto de partida para intentar describir lo indescriptible. Porque los que estamos hasta los huevos de las etiquetas inamovibles, agradecemos la frescura de bandas como Califato 3/4, capaces de rapear una sevillana, hacer un revival de «quiero verte» que todos hemos aborrecido en plena borrachera, atronar nuestros oídos con un guitarreo salvaje, o hacerte bailar un 6×8 sin levantar el culo de la silla de plástico.
Los que hemos tenido bandas de más de 3 «músicos» sabemos lo jodido que es que cada uno encuentre su espacio. De hecho, fue divertido imaginar un ensayo al que Lorenzo viene con una idea electrónica y una saca las castañuelas, el otro una melódica, el sobrio digita con su guitarra española… y, a saber como, del «rebujito» y de la mezcla de voces sale una «Contraçeña» de la que poco bueno se habla, para todo lo que tiene.
El directo fue como una carátula no escrita del álbum. En una hora y poco que se pasó demasiado rápida, fuimos descubriendo los entresijos de la Feria, los trapicheos de Canela en Rama de la Alameda, tascas varias donde tapear, las casetas que no hay que pisar… y esa mezcla costumbrista de las calles de Sevilla que son en si misma una historia diferente cada día.
Entre la pose chabacana, y sonidos que a algunos les recuerdan a Camela, hay pura poesía. Pero en directo, todos los matices que pasan desapercibidos cuando te pones un disco, ven la luz: aprendes a dar palmas, aunque seas de Alicante, tienes nostalgia de la Santa Faz, te montas en el triciclo de tu cría y das vueltas como una peonza descuadrando de lleno tus visiones rotas de los fandangos o las guajiras.
En conclusión, todos los presentes se fueron a casa con una bolsa con dos cervezas y con la certeza de que, tras la pandemia, no hay visiones cuadriculadas que valgan. Conviene que cambiemos el acento, incluso la forma de escribir para encontrar en esta realidad que parece igual que al de antes, las partes diferentes de un compás cambiado, el baile de los zopencos que tenemos dos pies izquierdos, la primera clase del palmeo o la duda de porqué los gorritos de pescador combinan bien con las medias de futbolista.
He ahí la clave del 3×4. Una cosa es la teoría y otra la práctica. Y no debemos olvidar que en la música, la práctica es el directo y en directo estos 7 hijos de su padre y de su madre, abren percepciones diferentes de la misma realidad que tú y yo vivimos. La sabiduría del día a día. Esa que no sabe de política, ni de la filosofía que te enseñan en el instituto, pero que te hace acostarte ese día con la inventiva fraccionada. Y eso es un lujo, que vale el oro de un califato y sabe a canela en rama.
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