


Los fotógrafos presentes, no daban abasto. Los objetivos perseguían el arte entre las mesas, la zona de confort dejo de serlo, Han Solo se unió a los coros desde la puerta del baño… de repente, los artistas éramos nosotros. No nos alumbraban focos, pero en nuestras cabezas se escribían compulsivamente versos que rimaban con el presente, ilusiones asonantes dramatizadas por el rec de una cámara que grababa escenas de la vida real. Los estribillos eran sonrisas de media cara, el aplauso una conversación compartida con los protagonistas, o con los bloggers a los que, por fin, poníamos cara.
Qué buenas estas iniciativas artísticas!! estuvo curioso…
Bonita crónica chicos!!
Un saludo.Lucia