La Plaça del Llibre ha abierto el periodo electoral en Alicante. Se acabaron los silencios, los buenos modos, las herencias reescritas y todas esas cosas surrealistas que hemos vivido en los últimos tres años y medio. Ahora cada partido se preocupará de decir lo que ha hecho bien, ocultando lo que hizo mal, marcando una distancia con los males endémicos propios e intercambiando las caretas que sean menester para que los buenos ciudadanos volvamos a creer que nuestro voto sirve realmente para algo.
Las panaceas a mí ya no me engañan y por fin hay un yugo (para algunos) llamado pacto que escribirá, por si solo el futuro de esta, y otras, tierras. Siglas al margen, creo que la mayoría votaríamos a los candidatos que fueran más sinceros y a las que pusieran sus malditos egos al servicio de las necesidades reales de la ciudadanía. La verdad, estoy cansado de «noticias» en las que la foto del concejal o el alcalde de turno, se impone a la del cartel, el programa o la realidad del evento al que van, igual que todas esas notas de prensa en las que parece que el edil ha sacado el dinero de su banco para montar una exposición o una obra de teatro con su patrimonio, en lugar de con dinero público.
He ahí el problema real de la política, que quienes la representan viven de espaldas a lo que la mayoría demanda, pensando más en los likes de instagram y en las portadas del periódico más leído, que en el futuro. Confundidos por la endogamia de vivir una única realidad, cuando cada esquina de las ciudades que gobiernan tiene la suya propia.
Lo ridículo es que les acaba importando una nyora aquello que empezaron vendiendo hace, más o menos, cuatro años. De hecho, se acaban cagando en sus programas, adaptándolos a yo que sé qué necesidades o primando la gestión del debate opositor y los «y tú más» sin tener en cuenta: tradiciones, necesidades básicas y otras cosas importantes que se llevan por delante atropelladamente.
El último capítulo del sainete se llama «adiós a la feria del llibre». Pues bien, un servidor se vino hastiado de Euskadi, una tierra en la que durante toda mi vida viví la politización de un idioma y de las tradiciones. Hay dos formas de ser nacionalista: una tomárselo como una razón inclusiva y otra enfrentando a la población en una especie de carrera en la que gana el que tiene un título, escribe o canta en valenciano, juega a pilota o es miembro de una Muixeranga. Luego está el tema normalización a largo plazo que siempre partió de las escuelas, siguió por las imposiciones al funcionariado y acabó con la discriminación positiva, con diferentes resultados como podemos ver en Catalunya ahora mismo, o en el caso inverso en Andalucía, donde el Partido andalucista tiene cada vez menos repercusión.
Personalmente, creo que si algo necesita Alicante es idiosincrasia. Somos un pueblo con tanta mezcla que, al final, hemos olvidado de donde venimos y hasta ahí, defiendo a capa y espada la parte nacionalista encarnada por un idioma, unas tradiciones y una historia que no hay que perder. ¿Cuál fue el error de Compromís en su feria del LLibre? No involucrar a TODA la población en el evento. El PP, con su habitual sorna, lo llama «reunión de amigos nacionalistas». Ya tenemos los dos frentes, el cacho de portada de periódico cada uno ¿qué pierde Alicante? Una Feria del Libro, osea: un evento cultural ¡cómo siempre!
En estos tres años y medio se han hecho un millón de cosas nuevas y renombradas. Unas triunfaron y otras no. Por ejemplo, la semana pasada se presentaban la Muestra de Teatro, con una alto porcentaje de obras en valenciano, los programas de Cultura en Barrios y animación a la lectura, también con un sinfín de eventos en valenciano… así que el idioma no es la escusa. La fira del llibre, no sigue, porque no tuvo el éxito que algunos dicen que tuvo y porque cuesta el doble que, por ejemplo, la Tapia Fest. Seguramente porque buscaba hacer noticia con una serie de elementos diferenciadores, no aunar inquietudes basándose en esas diferenciaciones: la puta foto, el instagram, decir que: «veis, Alacant també parla Valencià «en lugar de pensar en una feria como la de Durango (Vizcaya), a largo plazo y que prima el criterio literario y cultural por encima de la razón política.
La cultura sólo es noticia de portada para este tipo de gilipolleces. Si es una cuestión de 15.000€ Bellido podría llamar a Marzá para que aumente el mísero 2% del presupuesto de cultura que la Comunitat dedica a una población del 37%. Quizá puedan dedicar esos 15.000 euros a pagar el sueldo de un profesor en la escuela de idiomas que nos dé la clase de valenciano básico que algun@s llevamos un tiempo reclamando, o tal vez, los participantes de esta feria, puedan dar visibilidad a la cultura en valenciano integrándose en la Feria del Libro de Alicante, o participando en la minoritaria feria de autores alicantinos (que haberlos haylos en castellano y en valenciano).
Bunbury cantaba que los nacionalismos le daban miedo. Yo creo que el equilibrio es cosa de las personas, por eso es tan importante que esas personas estén a la altura de lo que se les exige. El lunes pasado, un 75% de los participantes alicantinos en un post decían que sentían más apego por Murcia o Albacete que por Valencia. No es una cuestión solo de cercanía. Hay cosas que te alejan más que las distancias físicas y una de ellas es no ser consciente de la realidad que aquí se vive, no involucrarnos para nada más que para determinadas guerras absurdas o pensar que el día a día de Alcoy es el mismo que el de Benidorm, Elche,Valencia, Castellón u Orihuela.
Quizá es hora de asumir que no se pueden trasladar determinados modelos unificados a poblaciones que no son iguales. Tal vez, habría que darle a cada cual la importancia que merece o, a lo mejor, es tan simple, como respetar los criterios, negociarlos o llegar a acuerdos que no nos lleven a etiquetar eventos politicamente, para que, más allá de quien gobierne, lo bueno pueda perdurar.
Pero claro, eso sería hacer política…
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