En el último mes he estado investigando la vida del MACA a través de ver, tocar, reír y contradecir a todos esos que siguen pensando que un museo es algo así como un oasis silencioso en el que ver cuadros es el único aliciente.
Como viví «la eclosión del multiculturalismo» del Gughenhein, y no quería ser subjetivo en la comparación, me llevé de la mano a una script de 4 años, para ver si, de paso, podía quitarle la parte snob al hecho de «consumir arte». La verdad, fue más fácil de lo que muchos agobiados de la vida creen…
La aventura empezó en plena Muestra de Teatro, jugando a un futbolín de Belisas y Don Perlimplines de los Recreativos Federico. Sin monedas de cinco duros, pero con un hilo conductor entre Lorca, lo que ahora es moderno, y lo que en mis tiempos entendíamos por revolución tecnológica.
La segunda parte, esta vez buena, fue la más difícil. Una deconstrucción musical de sábado en el SONIART. Reconozco que la script requirió de unos folios y unas ceras para sobrellevar las composiciones de viento, mientras yo me preguntaba dónde quedó la versión musical de la Muestra, extinta, si no me equivoco, desde 2013 por falta de público. Algo que podría poner en entredicho, el hecho de que, al menos esa tarde, no había muchas butacas libres de la Sala del MACA.
Como nos quedamos sin plazas para el taller de Daniel Andújar, la tercera experiencia fui yo el que adoptó la mente infantil, en los cuentos con los que Héctor Bardisa nos alegró una mañana de domingo, en mitad del Festitíteres y dentro del TOD@S MACA. Otro éxito de audiencia, con padres y madres de cuclillas y apilados en las paredes del espacio reservado para la ocasión.
El último paso, es hacia el movimiento que un museo, se supone que no tiene. El MACA sí, como demuestra esta actividad del último mes (más o menos), que cierra Daniel Abreu, en otra sinergia con otro festival alternativo del la ciudad: el Abril en Danza, extendiendo sus bailes hasta diciembre, en otro lleno absoluto y respetuoso.
Ser moderno no es una moda, ni es un movimiento. De hecho, entre medias de todo esto, ha habido unos aplicados coristas con delantal, criaturillas dando su versión de la obra de Sempere, arquitectas, libros con olor a nuevo, concursos, conferencias y cosas más propias de lo que antes se entendía como cometido de un museo.
Pero el arte real es innovar, proponer, captar atenciones a través del movimiento, de la música, de los cuentos, de talleres prácticos. Y todo sin entrar en exposiciones, ni en indagar en colecciones, ni en la participación activa del Museo en la compra de obras nuevas (y autóctonas). Una gran parte del mérito es de Rosa Castells, con menos ansia de salir en la foto que otros gestores. Porque la fotografía real es eso que yo he hecho con mi hija y tú puedes hacer con la tuya, o con tu pareja, o con el amigo, o la amiga, que viene a visitarte. En el meollo del centro histórico de Alicante. Y sin gastarte un euro.
Y pensar que todavía hay miles de alicantinos que dicen que no hay nada que hacer y no han pisado en su vida el MACA…
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