El sábado al mediodía fuimos, en familia, al MACA. Visita pendiente a Text [No Text] y el Relato de Juan Genovés. Lo curioso es que estábamos solos, con las tres personas de la entrada y los vigilantes de planta. Una mezcla entre relajante y triste. Eso sí, con riesgo cero de contagio, porque no te cruzas con nadie.
Ironía al margen, es triste que teniendo colecciones como la de Sempere, Juana Francés, una maravillosa exposición en torno a unos escritos de Picasso y obras de Rafolls, Miró, Dalí, Bacon, Chillida o Tapies, ni las instituciones, ni los propios alicantinos le demos la importancia que merece a este espléndido museo.
Es cierto que muchos guiris se quejan de que no hay mucha información de nuestras pinacotecas en las oficinas de turismo, y que, a diferencia de otras ciudades, pocas señales, o carteles publicitarios de las exposiciones del MARQ, el MUBAG, La Casa Bardin o el MACA te puedes encontrar cuando paseas por El Barrio o el Centro de Alicante.
No negamos el esfuerzo de la dirección del museo atrayendo a nuestros pequeños con actividades semanales. Y nos congratula ver que se le empieza a sacar jugo a la Biblioteca y a la bonita sala del sótano. De hecho, viendo el éxito de estas actividades, y del DIM, o la Noche en Blanco, estaría bien que el arte tuviera una conexión con la velocidad a la que corre la cultura de Alicante. Sin ir más lejos, el propio sábado, pensamos en cómo sería conectar toda la actividad electrónica del ENSOLAB con el MACA y la Lonja del Pescado, o si sería factible traer los robots del Ros Film Festival al hall del museo, o incluso conciertos y pinchadas, como se ha venido haciendo en el Guggenheim, o alargar el ciclo de jazz de la plaza de Santa María, que tanto éxito tuvo, o ampliar esa conexión de barrio que a veces ilumina la Calle Villavieja.
Es complicado, pero cualquier cosa es mejor que la soledad o el «desprecio autóctono». La vanguardia es una experiencia. Y ya que está a nuestro alcance, no estaría mal darle un poco de color al tema.
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