Cualquier ciudad que pretenda crecer necesita, al menos, un antro underground. Un sitio oscuro donde la contracultura tenga su espacio, donde el punk, el garage o la electrónica no suenen raro y la estética y las caras no se atengan ni a lo establecido, ni a las modas pasajeras.
Normalmente, son las asociaciones juveniles las que mueven el cotarro cultural de las grandes urbes. Inconformistas adolescentes que ocupan espacios abandonados, crean su propio círculo cerrado y luchan por lo que creen, utilizando como escudo la música, los fanzines, el arte emergente, el graffitti y todas esas cosas que molestan a l@s «viej@s acomodad@s».
Por desgracia, en Alicante, los jóvenes aprenden antes a beber que a pensar. De ahí, seguramente, el porqué de tantos años de sometimiento a la aportación cultural nula que, normalmente, tienen los Gobiernos de derechas.
Yo llegué aquí, en plena marejadilla contracultural. Removidos los cimientos inestables del pasado, el futuro empieza a coger forma. Pero ya que, aún, tenemos la calle vetada, la juventud narcotizada (y desaparecida) y el Jendrix, y otros centros neurálgicos de la evolución atados de pies y manos, he de romper una lanza por el giro hacia el Gaztetxe que ha dado el Ocho y Medio.
Yo, ni conozco al Bola, ni a las camareras, ni me llevo un duro, ni una entrada por promocionar las cosas. Imagino que se han juntado el hambre con las ganas de comer. Que gente como Santa Leonor, Trackontruck,Un fulgor de moda anónima o Magia necesitaba un sitio donde llevar a cabo sus proyectos, y , por otro lado, hay muchos hosteleros hastiados de la imposibilidad de hacer nada, dispuestos a arriesgarse a lidiar con los vecinos y, por ejemplo, a convertir el pequeño espacio interior del Ocho y Medio, en una esperanza, pequeña y oscura, pero que, sin ir más lejos, la semana pasada nos permitió ver a grupos minoritarios como The Octopus Project, Fasenuova, los manises o Aullido Atómico.
La cultura parte de la curiosidad. De tener espacios a los que acudir cuando no sabes como divertirte. Un sitio donde sepas que vas a escuchar buena música, ver microteatros, hablar con culturetas, ver una exposición o reunirte con gente dispuesta a cambiar las cosas,
Ojalá el asociacionismo plagara de «antros», de este tipo, la geografía nocturna de Alicante. Sería un placer encender velas literarias, mezclarlas con pintura corrosiva, poder leer un millón de fanzines que reflejaran la realidad de las generaciones futuras y que fuera martes, lunes, o miércoles, sobraran espacios abiertos a los que recurrir para saciar nuestra sed de cultura.
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