Para algunos, un lujo es tener un mercedes, un chalet con vistas al mar o una fortuna en el banco… cosas que, posiblemente, nunca tendrán. No vamos a ser hipócritas y a deciros que si gustáis regalarnos esas cosas, no os lo agradeceríamos, de hecho, todo lo contrario, nos quitaríais un montón de dolores de cabeza. Pero como somos gente abollada, y realista, nos «conformamos» con pequeños placeres palpables como ver a un mito como Fernando Alfaro en petit comité. Nos da pena, porque imaginamos que la buena gente del Unbuendía perderá pasta con una afluencia de gente tan escasa, pero esta vez, en vez de meternos con los ignorantes, vamos a sacar el lado positivo del desinterés y a contaros que, a veces, merece más la pena que te pongan una camisa (hawaiana) de fuerza por raro, que por ser esclavo del materialismo imperante.
Quizá nos queden resquicios del positivismo que extraemos de cada escucha de «magic» y de lo rallado que está ese disco de Chucho, «lo de vivir la vida intensamente» y «disfrutar el tiempo que nos queda por vivir» se haya convertido en una condición innegociable para seguir respirando. Pero como inspirar y expirar es el principio de todo y vivimos en una tierra tan, jodidamente, seca, aprovechamos cualquier ocasión, que se nos presenta, para tumbarnos en el verde jardín de la calle Pintor Xavier Soler a dejar pasar el tiempo, enumerando razones para bailar con la vida, mientras suena buena música de fondo.
Ya vaciamos suficientes extintores de infierno durante la semana, como para que los goles psicológicos del finde nos torpedeen, también, la diversión. Así que, copiamos al artista, nos pedimos un copazo, nos cagamos en los héroes podridos y nos limitamos a escuchar: un gratificante arte en desuso, que no estaría de más que volviéramos a tratar de poner de moda.
Con la trayectoria, que tiene el músico manchego, imaginamos que llevaría tiempo sin tocar para tan poca gente, pero en vez de mosquearse con el mundo, como haría un egocéntrico esclavo del aplauso, se retrotrajo a sus tiempos de compositor, en el calor de la casa de sus progenitores, y repasó sus éxitos con un ritmo parecido al que tendrían la primera vez que emergieron de su inspiración.
Habrá gente que no sepa degustar esa fortuna, difícilmente repetible, pero como los raros somos nosotros, pues mejor vanagloriarnos de esa distinción y paladear la versión acústica de esta vida extraña y, valga la redundancia, rara, que perder el tiempo convenciendo a los que estas cosas, literalmente, les aburren.
Así que como nosotros no nos metemos, o sí, con los gilipollas que pagan 750000 dólares por que Jenifer López cante 45minutos en su boda, nos divertimos con lo que consideramos entretenido, y dejamos que los demás hagan lo propio con cosas que a nosotros no nos provocan más que bostezos.
De hecho, el buen rollo imperante allí, nos invitó a recordar, y entre canción y canción nuestra memoria voló hasta el 2011, en el Sonorama, cuando dos insistentes gallegos nos convencieron para ir a ver a un tal Fernando Alfaro, que resultó ser el cantante de surfin bichos, y tocaba en la plaza del trigo. Entonces no conocíamos la magia de aquella plazuela de Aranda, como muchos desconocen en esta ciudad la existencia del Unbuendía y los efectos curativos del buen ambiente que allí se respira. Pero la realidad es que no abundan los lugares extraordinarios, por eso no nos cansamos de recomendar el Sonorama, el Ebrovisión, cualquier festival minoritario de pueblo y, claro, este pequeño oasis perdido en mitad de la terreta.
Por desgracia, maginamos que hay más reyes del pegamento, como al que Fernando Alfaro, dedicó uno de sus viejos hits, y aspirantes a bienes materiales, que los que paladean los pequeños placeres que tenemos a dos paradas de tram, o a cinco minutos en coche.
Cada uno sabrá lo que le cuesta cada cosa. A estas alturas valorar lo caro o lo barato, más que de cantidad de monedas gastadas, depende de la satisfacción que te genera disfrutar lo que has pagado. A nosotros, nos salió barato pagar ocho euros por, al menos, diez razones nuevas para sonreír. Quizá porque a la pregunta ¿amas lo desconocido? nosotros respondemos: Sí. Y, aunque, aún no sabemos que clase de animales somos, empezamos a pensar que debemos ser alguno muy raro, similar a un perro feliz, y por eso esperamos no tardar mucho en volver a escuchar las canciones del Saint Malo y si es en el Unbuendía, y viene más gente, mucho mejor.
Anónimo dice
Fue todo lujazo poder escuchar y disfrutar en el jardín del UN BUEN DÍA a Fernando Alfaro el viernes!!! Ánimo a todos los valientes que se mojan por traernos a estos artistazos a la terreta!! y gracias a ti, Jonn, por la difusión y publicidad que haces de la gente y los garitos que se mojan!!
Jonn dice
Tú lo has dicho, se mojan, y nosotros con ellos, porque nos alimentamos de cultura y sin ellos nos moriríamos de hambre 😉