Para l@s que llevamos años teniendo la suerte de «sufrir» los avatares, y los placeres, de padecer el síndrome de Peter Pan, interpretar los momentos con la inocencia que, supuestamente, sólo tienen los niños, es un don que la mayoría de habitantes de este raro mundo deberían envidiar.
Por suerte, hay cositas como el Show de Dodó que nos dan la razón y con un espectáculo a mitad de camino entre lo carnavalesco y lo educativo, nos devuelven la esperanza que teníamos cuando El país de nunca jamás era un destino tan apetecible (y real) como Bali o las Islas Caimán.

El show de Dodó es un espectáculo difícil de etiquetar. Por momentos, es un circo con música, pero al rato se convierte en una función de clowns bailando al son de la banda sonora de un club de esos con mucha oscuridad y jazz de ese que, supuestamente, sólo pueden disfrutar los adultos. La risa es el hilo conductor de todo. La magia se hace realidad en cada acorde de piano, el tempo sube y baja, el climax adquiere formas inimaginables y las dudas y la imaginación de los niños, tiñen el rato de colores vivos y estridentes.

Hacía tiempo que no veíamos un piano desnudo, y tan cambiante. Luca Franca es un maestro de ceremonias con el talento pintorrojeado. Marina Sorín es la fantasía encarnada por un violín trompeta con acento japonés inventado y la expresividad contagiosa que nunca viene mal para los que apuran demasiado las caladas de la seriedad.


Y como puede que el aplauso no fuera suficiente compensación para tanta felicidad, desde aquí agradecemos a este cuarteto de locos músicos redescubrirnos el camino hacia los sueños que están por cumplir y recordarnos que por mucho tiempo que pase, nuestra niñez y nuestra inocencia sigue ahí esperando a que la saquemos a pasear por el teatro, por la vida real o por el país de nunca jamás.
Un espectáculo genial!! a nosotros también nos encantó.
Luci