Si la jam de Junio fue especial por lo bonita e íntima, esta lo fue por otros motivos completamente diferentes.
La verdad, me sorprendió, gratamente, la afluencia de gente. No esperaba tanta para ser Julio, Pero sí, vinieron un montón de personas bonitas dispuestas a disfrutar y compartir música, vivencias y calores.
La tarde/noche prometía: el Tumbao lleno y, nada más y nada menos, que doce voces con las que gozar. Entre ellas, la de Oscárboles, recién llegado de Tarragona a petición de una servidora.
Abriendo con cinco temas, estuvo el gran Iván Serrano, del que escuchamos canciones poco habituales en sus directos. Después palmeamos con Aarónidas y sus rarezas, y nos enteramos de lo que quiere Yoni Ramírez en sus cañaverales.
Marvin Labara nos habló de su abuelo e hizo una versión de “Caruso”, que todas las personas allí presentes acabamos cantando a grito pelado. Luego vino Rubén Padilla, cantándonos mientras esquivaba el fum de las hogueras, a ritmo de dúo dinámico.
Carla Carretero estrenaba canción antes de que Alfonso Copé mandara, y nos recomendara mandar, un montón de cosas a la mierda. Y, por fin, llegó el turno de Oscárboles. Era tal mi emoción, que no pude contenerme y tuve que subir al escenario a compartirla con el mundo y, de paso, a presentarlo al respetable. Oscárboles no dejó indiferente a nadie, primero con su particular crítica vampírica al patriarcado, y después, tras el aplauso y los vítores del público, con su particular guerra. Ligero de equipaje tuvo que cantar Manolo Copé para que la paz volviese al Tumbao, paz que mantuvo, también, Oli Reñón estrenando canción, la cual dedicaba a todas sus amigas mujeres, que a veces no entendemos, ni nos entienden, “naíta”.
Uys… ahora que caigo… “naíta” y Anita tienen las mismas letras!! Quizá por eso, o por azar, Anita Antón fue la siguiente en actuar. Ella, que de “hartista” no tiene nada, quiso cantar sola, así que volvió a contar con Jose Luís Cortés para hacernos una lobotomía a ritmo de su chiviribaum. Y ya para acabar, Jose Luis se quedó en el escenario y, con Alfonso Copé a la guitarra, se marcó dos temazos que no podían ser mejores para un fin de fiesta: toda la sala palmeando, cantando y bailando.
El espacio, lxs artistas, el público… Lo de esa noche fue, indiscutiblemente, un auténtico orgasmo cantautista.
En Septiembre, más. Pero antes, la resaca que oscarbolizará el mundo:
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