La militancia cultural es un don en desuso. Un arma. Una herramienta. Un vínculo. Y hasta una manera de mantener encendido el diálogo.
En ciudades como Alicante, el déficit de «ideales» se hace latente en la cantidad de cosas que el tiempo y las excavadoras se han llevado con el cómplice silencio de gente que debería estar avergonzada por ver morir su patrimonio, su historia, su posibilidad de avanzar… en definitiva, la evolución que siempre hemos preferido encerrar en burbujas de humo que explotan y dejan tras de si el más absoluto de los vacíos.
Hoy se ha ido Juan Antonio Sala, con sólo 68 años. Y yo que tantas veces discutí con él, no quiero que su recuerdo forme parte de todo ese escombro que guarda la nostalgia de Alicante. Entre otras cosas, porque, a su manera, hizo algo importante por su ciudad: pelear. Tanto luchó, que su interior se ha ido degenerando casi a la vez que las tripas de su amado Cine Ideal.
Es curioso que se vaya, cuando el último clavo ardiendo al que agarrarse parece haberse esfumado. Su vida ya recibió un merecido homenaje hace unos meses, cuando le dieron el premio PROFETA EN SU TIERRA ?
Su muerte en cambio, debería llevarnos a una profunda reflexión. Y aparcadas las formas, o esa letra pequeña en la que centramos la mayoría de nuestros sofocos, retomar la primigenia ilusión de sus tiempos de lucha por el Benacatil, para convertir su memoria, en algo más que una calle, una rotonda o un sueño que se quedó a medias.
Despedirlo puede ser menos triste si su legado mantiene viva la esperanza de la lucha por lo que muchos creemos justo.
Y en una ciudad en la que hace falta que las cosas desaparezcan para que tengan un valor, igual haber perdido a Juan Antonio es la única forma de que TOD@S seamos conscientes de que por nostalgia, por vergüenza, por amor a esta tierra o porque nadie debería morir sin ver su gran sueño hecho realidad, la mejor manera de honrar su recuerdo es no ceder, no retroceder, no decaer, no pensar que nada ha acabado, ni que Valencia decida lo que Alicante necesita, ni que cuatro políticos tengan la llave del principio o el fin de una historia que incumbe no a quien la vivió y la añora, sino a quienes desde ese recuerdo debemos escribir un testimonio que por muchos euros que valga, no cuesta tanto como el esfuerzo que el amigo Sala nos regaló.
Ahora tú y yo formamos parte de la herencia de un deseo por cumplir: Que el Ideal, o el Centro Cultural Juan Antonio Sala, vuelva a ser un punto de referencia en Alicante.
Entre la pena y la utopía, está la respuesta. Aunque haya que manifestarse, volver a llenar de grafitis los barrios, o encadenarnos en las puertas del viejo cine para que ninguna excavadora pueda eliminar nuestros recuerdos. Debería ser de otra manera, pero es obvio que aquí las cosas, por desgracia, no se entienden a la primera, ni a la segunda.
Igual este adiós puede servir para generar un gran debate que sirva como referendo de lo que Alicante quiere hacer, y quiere ser. Y creo que no hay mejor homenaje para Juan Antonio que que ese debate tenga lugar, de una vez por todas. Sea para responsabilizar a los que dejan que su sueño acabe siendo un hotel, para buscar cabida a todas esas ideas sueltas que convendría no dejar morir, aunque sea en Las Harineras o en alguno de esos lugares vacíos que hay repartidos por la ciudad, o bien para que esos artistas que no tienen un lugar donde reivindicar sus talentos, aprendan a pelear por lo que es suyo, con el superávit del Ayuntamiento, con la corrección de la tasación a la baja de la Generalitat, o con una colecta que honre la memoria de un activista, con el que todos los nacidos en Alicante, o todos los que dicen representar esta ciudad de alguna manera, deberían sentirse representados.
El diálogo y la lucha son los únicos argumentos que tiene la cultura de esta ciudad para tener un futuro. Esa es la base de la última conversación que yo tuve con Juan Antonio. Si la compartes, no te olvides de que de ti, y tu aportación, también depende que ese futuro tenga un sentido. Aunque el hijo pródigo, lo viva desde hoy, desde un Cine Ideal llamado eternidad.
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