Hace años que emigre de Alicante. Vuelvo cada vez con menos frecuencia, porque mis seres queridos han ido muriendo y la distancia hace que las amistades se resientan. Y yo ya, apenas puedo moverme.
Hoy he leído con tristeza que manos privadas se van a hacer con el Cine Ideal. Por lo visto, aunque pocas, quedan algunas opciones de que esa compra no sea efectiva y desde México me gustaría deciros por qué hay que seguir con la lucha. Algo simple: por que toda ciudad tiene una historia que mantener y yo hace tiempo que no reconozco la Alicante por la que corrí cuando me sobraban ansias y energías.
No es una cuestión de nostalgia, sino de apreciar lo propio y distinguir lo hermoso de lo feo, algo que veo que sigue sin caracterizar al alicantino, que siempre estuvo más pendiente de pataletas sin sustancia, de dinero fácil y de recuerdos que ahora sólo podemos rememorar con vídeos, que de pelear por lo que es nuestro, aunque solo sea románticamente.
Ahí, en la pasión por algo, reside el espíritu de la lucha. Y sin querer ser un abuelo cebolleta, no hay mejor victoria que poder derrocar tiranos como este empresario negociante, que más allá de ganar más dinero, dudo que tenga interés alguno por dar lustre a la ciudad que me vio nacer.
Siento una enorme lástima viendo El Postiguet, a la sombra de un mamotreto horrible, saturado de turistas. Echo de menos el esplendor del que me hablaba mi abuelo, cuando reyes y condes atracaban sus barcos en lo que llamaban «el puerto más hermoso del Mediterráneo», para bañarse en las termas, comer helado y beber horchata, en la ciudad de la luz, la de esos dos castillos que se han hecho viejos viendo como edificios horribles y altos se cargaban un paisaje que ya solo cuatro gatos ancianos recordamos.
Aquí que solo nos conocen por el turrón duro, cuesta explicar historias teñidas de blanco y negro. Sepultadas por la especulación, el cemento y la falta de arraigo de los que antes llamábamos representantes públicos. ¿Dónde están ahora? Callados, por lo que leo. O peor, engañando a quienes con su lucha dan esperanzas al recuerdo, y una vida con idiosincrasia al futuro.
Esos y los burócratas tienen las llaves. El pueblo, el poder de no permitir atrocidades. Úsenlo antes de que sea tarde. Porque si les dejan, la vida que hoy conocen, como la que yo recuerdo, no será más que otra triste parte de olvido enterrada por el mal gusto, el cemento y la corrupción.
Fdo: Fernando Costa.
Esta carta nos llegó poco después de que se publicaran las primeras noticias sobre las intenciones del grupo Baraka de comprar el Ideal hace más de dos años. Fernando falleció por Covid en 2021, poco antes de que la Generalitat empezara a «vender» que pujaría por hacer público uno de los pocos edificios con historia que quedan en esta ciudad. Sus palabras tienen hoy más sentido que nunca, por eso hemos decidido publicarlas. No sabemos si servirán para algo, pero evidencian la importancia del recuerdo, de la historia y del patrimonio.
Por si a alguien se le ha olvidado, eso tiene más valor que todo el dinero que ponga Trinitario y que todos lo votos que ganan unos o pierden otros a cambio del mayor de los vacíos…
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