Si algo «bueno» ha traído consigo el Covid-19, ha sido, sin duda, que hasta el más inmovilista se ha dado cuenta de la necesidad de digitalizar la parte burocrática del mundo.
Ni a ti, ni a mí, nos dice nada el palabro GovTech, que es como se ha denominado al nuevo Hub que pretende «facilitar la toma de decisiones y la buena gobernanza a través de la digitalización de la Administración Pública».
La idea es cojonuda: crear un laboratorio de ideas teniendo en cuenta la necesidad de formación que una parte importante de la administración (y la parte privada de la ecuación) tienen en Alicante.
Los tiempos corren más rápido que nuestra capacidad de interpretar los cambios. Quizá, lo que aquí falte sea un lenguaje más accesible a la hora de explicar cada cosa, o una dosis de realidad. Es obvio que estos meses los trámites electrónicos han solucionado, por cuestiones obvias, gran parte de los defectos que arrastraban, pero sigue habiendo cientos de expedientes, contratos y papeles que no se han informatizado. En parte, porque el personal que debe hacerlo, no tiene los conocimientos correspondientes. Y el que sí los tiene, está sumido en otros problemas que no vienen a cuento. Y vender un cambio con ese déficit, denota cierta inexactitud en el mensaje que pretendemos que otros se coman. Porque, a veces, vale más introducir un perfil diferente en la ecuación, que cuadricular más las formas.
Si tenemos que competir con Málaga (ciudad gobernada por el PP, para evitar suspicacias) su alcalde, en una entrevista con Angels Barceló en La Ser, vino a explicar, en apenas 3 minutos, todos los cómos y los porqués de la estrategia de la capital de la Costa del Sol en materia tecnológica. Partiendo de una enumeración de empresas que ya estaban subidas al barco, transversalizando el papel de la cultura y el turismo en el cambio necesario y, sobre todo, asumiendo errores del pasado, o más bien aclarando que los conceptos pasados no tienen cabida en la nueva realidad en la que vivimos inmersos.
Ante eso, con todos mis respetos, llega Barcala y dice cosas como: “Junto a los clúster alrededor de la economía azul, el de biotecnología o el de innovación en el sector agro-alimentario, el Hub GovTech de Alicante Futura pretende acercar de manera efectiva y tangible el emprendimiento y la tecnología al día a día de la acción de gobierno y las instituciones” .
O: «el Hub GovTech representa el desarrollo de uno de los ámbitos fundamentales de acción y despliegue de nuestra estrategia Alicante Futura en los próximos años, en los que Alicante va a ejercer, con hechos, esa capitalidad tecnológica desde las administraciones públicas de la que venimos hablando y trabajando desde hace meses”.
Los que nos relacionamos con gente de otras partes de, sobre todo, España, sufrimos el lastre de «la cultura del Pelotazo», que aquí se ve como un enriquecimiento derivado de tener buenas ideas que se desarrollan y mueren casi al mismo tiempo, pero que en el resto del mundo se concibe como una base inestable para realizar una apuesta firme.
En esta disyuntiva, hablar de dinamización, de emprendimiento digital y tecnológico o de start-ups suena un poco a guasa. Igual habría que empezar por trasladar al mundo un cambio que en la práctica (y en la mentalidad) no se ha dado.
La tecnología mejora las ideas, pero un algoritmo no es un pensador al uso. Alicante Futura lleva meses en marcha y todavía no se atisban referentes, cambios, renovación, empresas que vengan, empresas de aquí que encuentren espacios, o modelos de negocio diferentes…
Se acumulan conceptos que al ciudadano medio no le dicen nada. Hablan de cogobernanza, de Sandboxes, de laboratorio de ideas, de experimentar…
La realidad es otra. En ella no valen los conceptos, sino las certezas. Y aquí la única evidencia es que hay mucho humo tapando una realidad que, ojalá nos equivoquemos, no tiene muchas agarraderas estables, entre otras cosas, porque ni el lenguaje es claro, ni las apuestas firmes, ni el resultado tan concreto como nos lo quieren vender.
La tecnología ha venido para quedarse. Aquí y en todas las ciudades del mundo. Pero Alicante no es Silicon Valley y el hecho de compararlo, puede vender periódicos, pero ante el mundo nos deja como una panda de paletos. Somos muy burros si no nos hemos dado cuenta, a estas alturas, de que hacerse millonario de un día para otro, no es lo habitual. Cambiar las dinámicas de una ciudad requieren tiempo y sobre todo, una capacidad única para transformar los fracasos en aprendizaje que aporten cosas al siguiente intento.
Alicante tiene el don de levantarse las veces que haga falta. Pero no estaría mal que por una vez, en vez de aspirar a ser el número uno en algo de lo que no tenemos ni puta idea, fuéramos subiendo escalones. Con paso firme, pero con cautela, sin vender motos y asumiendo que las cosas no se venden bien si la propia ciudad no se cree el mensaje.
Se está haciendo con la cultura, con la gastronomía, con la transformación del turismo… y se puede hacer con la tecnología. Pero la del día a día, no, como siempre, la de una utopía que ilusiona a los ilusos y machaca a los que somos conscientes de que hay un largo plazo que merece más atención que estos sprints que empezamos muy fuertes y acabamos siempre lesionados.
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