Las Navidades nos traen siempre «regalos» envenenados. Este año, la comidilla en Alicante es el Belén de Guinness que va a costar más de 150.000€ a las arcas del consistorio local.
Con la que está cayendo, luego se preguntarán porqué cada día, el ciudadano medio tiene menos confianza en los políticos. Por que en estos tiempos en los que, por ejemplo, tienes que esperar 10 meses para que te atiendan en los servicios sociales, o que el lunes el sector cultural escenificará su propia defunción, mientras hosteleros, autónomos, medios… vivimos en una incertidumbre que no se recuerda, el alcalde y su equipo de Gobierno, piensan que un Belén Gigante va a generar comercio, turismo, ingresos…
¿Os imagináis el Brainstorming? ¿Qué hacemos por Navidad?
- vamos a promover el turrón de Alicante, o el de Xixona.
- Ayudemos a que las familias tengan algo que llevarse a la boca.
- Cortemos calles para estimular el comercio de proximidad.
- Fomentemos el uso del transporte público.
- Llenemos la calle de cultura (corales, bandas, músicos, actores… dando la luz a una Navidad diferente).
- Pongamos luces de Navidad (aunque haya calles enteras iluminadas por una sola farola).
- Intentemos que las calles se mantengan limpias
- Incentivemos el reciclaje y la sostenibilidad.
- ¿Qué hacemos con los niños? ¿y los Reyes sin Cabalgata?.
- Cómo hacemos que los mayores no se amilanen con las restricciones de cariño.
- Demos alicientes a los mayores que van a pasar la Navidad en una residencia, o a los niños que lo harán ingresados en los hospitales.
- …
Pero no, 66.000€ anuales de sueldo para esto, para presidir presentaciones de Belleas, auto-reprobarse, ayudar a cargarse el entorno natural del Faro del Cabo ó inaugurar «pantanos». Puestos a ser «católicos practicantes» puntos de partida tendrían muchos. De hecho, está muy bien que hayan pensado en los maestros fogueriles en este año sin hogueras, bueno, en realidad, han pensado en uno y en la empresa que está embolsándose los 123.000€ de montaje. Pero entre festers y votantes sin perjuicios, eso ha calado hondo.
La realidad, en cambio, es que si uno de cada tres alicantinos no estuviera en riesgo de pobreza por el impacto de la pandemia, entenderíamos cualquier medida. Pero ni a mí, ni a los otros 100.000 alicantinos en esa situación, nos importa un carajo que esta ciudad figure en un libro donde puedes encontrar al hombre más alto, al futbolín más largo, o al tipo que hace girar más tiempo un balón con la nariz.
Y sí, sales en el Telediario y en las tertulias de la radio (a saber lo que han pagado de más por esa publicidad). Pero, la verdad, más valdría salir por hechos ejemplarizantes, o que provocaran orgullo, que por estas mierdas que lo único que provocan son burlas y risas.
El sumun de la ironía es decir que lo hacen por atraer turismo en este año en el que no debemos, ni podemos movernos. Como si los 378.000€ en luces, las campañas de los comerciantes y las restricciones de movilidad no fueran suficiente para todo eso.
Esta es la realidad de esta ciudad liderada por gente que se vanagloria de catolicismo para que su concepto religioso del asunto se limite a ver quien la tiene más grande. Tanto apoyarse en la Biblia y en la Constitución, para al final quedarse solo con la parte de esos libros que menos importa, obviando la que les harían mejores personas y ¿por qué no? mejores gobernantes y unas ciudades más dignas que triunfen por su limpieza, por su patrimonio, o por las capacidades de sus artistas que por estas cosas.
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