El primer coletazo del Atiende Alicante del 2016 fue una mezcla entre: aparquemos la rabia y reinventemos la noche de los jueves…
Tres días después, María Orsic sigue dando vueltas por nuestras cabezas y no sabemos las veces que este fin de semana hemos escuchado discos de Fugazi, Rites of spring o Stiff Little fingers. Así que, si todo esto tiene un propósito educador, vamos bien encaminados, porque es sano recordar de donde venimos y, también lo es, descubrir grupos de chavalitos de instituto capaces de darnos lecciones a estas alturas. La pena es que el público no acompañe, pero todo llegará.
La noche empezó fuerte. Cuando futuro terror toca en Alicante, la condición de teloneros se convierte en la de acompañantes de lujo. Lo más granado de los camisetas negras de la terreta estaba presente. Seguramente, aunque el fútbol, como siempre quite clientela a la cultura, la mayoría de los presentes, más que de copa del Rey eran de copas con republicanos y visto que un ratico antes del concierto, nos había congratulado la noticia de que el Alacant Desperta tiene visos de resucitar, cogimos con más ganas que nunca los temas gamberros de la banda de Jose.
El concierto fue algo diferente al del cumpleaños de la Cucharacha. Según parece, la banda alicantina está inmersa en la grabación de su segundo disco, y aquello, fue una mezcla entre un ensayo en petit comité, una sesión de peticiones del oyente y un Trade evidence centre con meneadores de cabeza expertos y bailarines de rock con buena memoria.
Si no contamos mal, y aunque el bajista dijera que se habían saltado unas cuantas canciones del setlist, tocaron casi todo el disco del 2014, incluida «sangre» «su lamento» o «Qué sensación«, que, normalmente, pasan más desapercibidas. Pero lo dicho, una vez escuchada María Orsic, da igual que toquen «Una distancia» o una versión del grupo de la camiseta del cantante (Hüsker Dü), que te acuestas y te levantas, en el 45, sólo en Benidorm y con los tímpanos taladrados.
El plato fuerte de la noche llegó un rato después de las once de la noche. Ahora que tenemos un par de amigos dándonos envidia en territorio Yankee, tenemos claro que, aunque los estadounidenses tienen un millón de defectos y, es posible, que hasta elijan de Presidente a Donald Trump, tienen algo en lo que nos llevan años luz: la música. Da igual que vengan de Michigan, como los Heaters, de Texas o de Oregón, que sea un viejo sin dientes, que se moría de hambre como Seasick Steve, o tres críos de instituto, el nivel musical del país del tío Sam, mea al resto del mundo.
El final de fiesta fue, literalmente, la hostia, perdimos la cuenta de las veces que nos arrepentimos de habernos cortado el pelo. Y es que el rock progresivo, distorsionado, con cambios de ritmo del más simple 2×4 hasta inverosímiles metralletas arrítmicas incalificables fue todo un puntazo. «Holy water pool» es una de esas obras de arte que se intuyen maravillosas cuando giran en tu tocadiscos, pero que ganan cuerpo cuando te plantas en la primera fila y el cuerpo te vibra como si la guitarra le estuviera haciendo una llamada perdida a todo tu espina dorsal. Da igual que no te hubiera dado tiempo a interiorizar si el tema se llamaba «Kamikaze», «Gum drop», o «Sanctuary blues«. La cosa es que, tuviera el nombre que tuviera, molaba y te dejaba de todo menos indiferente.
Así que ya estáis tardando en ir a comprar los abonos del Atiende Alicante, porque estas sensaciones no se pagan con dinero y se avecina temporal de buena música con perlitas como Pablo Und destruction, EL niño de Elche, Nueva vulcano, Oh! Gunquit, Emma Pollock, Montserrat, Giuda, Le Parody o Pega Monstro, así que: vosotr@s mism@s. Luego no digáis que no os hemos avisado.
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