El mundo es un lugar sombrío, una línea continua, pintada en blanco y negro, que, rara vez, deja margen a la locura. De ahí, que ir a contracorriente, aunque sea tan necesario, esté tan mal pagado. Porque el arte no es cuantificable, los sueños no se miden, no se puede calibrar lo hermoso, ni cronometrar el brillo que necesita tu casa, tu barrio, tu centro de trabajo, o el parque por el que paseas a tu perro… pero hay un lugar en la historia reservado para quienes se suben a un elevador, osan romper los cauces establecidos y se atreven a dar color al mundo. Los que convierten una horrible pared blanca, en un mensaje con significado, los que hacen que los alumnos de un colegio, sonrían al salir al recreo, los que llaman la atención de los viejos inmovilistas y generan discusión (o consenso).
El mundo es un lugar parado, que gestos como La Tapia Fest, pone en movimiento. Ya sea por la reivindicación de la dignidad de artistas como Mise, Toni Cuatrero, Pablo Bueno, Nando 4814,Humo… o porque a la hora de la misa suene música de Serrat, Sabina, AC/DC o Xeco Rojo. Las plazas están para llenarlas, y nos hemos mal acostumbrado a hacerlo con reivindicaciones libertarias, o con razones de luto o indignación escondidas tras una pancarta.
Yo siempre he preferido la ilusión para hacerlo: Sin banderas, ni caras tristes. Simplemente, una razón para combinar, en un mismo espacio, niños pintando sus camisetas, fanzines, bolsos mucho más estilosos, y originales, que los que las señoras mayores portan, vestidos de faena, cervezas y empanadillas, conversaciones que cambian el mundo o sinergias entre artistas de diferentes disciplinas.
Ocurrió en Sant Joan, el último fin de semana de octubre, justo en ese momento en el que el ahorro energético nos concede una hora más para soñar. Mientras los telediarios hablaban del Artículo 155, San Juan articulaba un recorrido artístico callejero, sin precedentes en la provincia. 16 artistas en 3 calles. 9 paredes en blanco, cientos de botes de pintura, la curiosidad paseándose por la Calle del Mar, La Calle Mayor, la Calle Tomás Capelo… y el proceso de construcción de una obra a la vista de todos. Desde el boceto hasta la firma: la prueba, el error, el toque de distinción y la accesibilidad de los artistas, con la música que les inspira, o los ropajes que usan para salpicar los restos de obra.
Hoy Sant Joan es un sitio un poco más bonito. Los alumnos del Cristo de la Paz tienen un aliciente diferente en la fachada del colegio. los que aparcaron su coche en la Calle del Mar, se habrán sentido parte de la manada de María Maraña, o del fondo naranja de la nueva obra de Hesir y Kema. Manu Ripoll estará ordenando su cuaderno de bitácora, hay un vídeo por montar, muchas fotos por editar, unas cuantas sonrisas por almacenar, balances para mejorar una próxima edición… y lo más importante: la dosis de color que este mundo sombrío necesita para que la vida en Sant Joan, hoy, sea un poco mejor, si cabe.
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