Ayer en Pynchon, se presentó «Alicante Total» un repaso histórico de los porqués que nos han traído a lo que hoy es la provincia en la que vivimos.
Aprovechando la tesitura, el autor del libro Antonio Adsuar, se rodeó del actual Concejal de Cultura y de representantes de los otros grupos políticos de la ciudad, para hablar de idiosincrasia, de identidad, de las intenciones que los partidos tendrán tras el 28M… y de alguna cosa más.
El dejavú, en estos casos, es inevitable. Y no sé por qué, a estas alturas no nos hemos cansado, aún, de los discursos repetidos y de las vueltas que marean en torno al ruido, la limpieza, los proyectos que nunca se consuman y, sobre todo, los trastos que se tiran a la cabeza esta gente que debería primar el acuerdo, por encima de todo, y más si el tema a tratar es la denostada, apartada, vilipendiada e ignorada cultura.
Irónicamente, en mitad de todo, había un libro evidenciando que fuimos una provincia fronteriza. Y digo fuimos, porque a día de hoy, las únicas barreras palpables son las mentales que aún tienen los que siguen repitiendo sermones y mítines sin entender que: en las artes, los matices importan y que ya hemos perdido más tiempo del debido edificando muros infranqueables que, ahora, algunas, nos hemos empeñado en tirar.
Resulta estúpido centrar el debate en barreras idiomáticas ó en saber quién es más alicantino, en lugar de hablar de soluciones.
Off the record, todos tienen claro que es necesario un pacto de la cultura, justo después de cerrar el del modelo de ciudad que queremos, que aunque sobre el papel estén al 90% de acuerdo, nadie se acaba de atrever a romper los frentes, para empezar a dibujar un futuro diferente.
He ahí el problema, trasladar la batalla a un campo que requiere más unidad que el resto. De ahí mi sensación de que el político, visto lo visto, es mejor que se mantenga al margen y deje hacer a los profesionales, que hay muchos, cada vez más. Y casi todos tienen la misma sensación de desarraigo derivado de la inutilidad de esos «últimos de la fila» que cada cuatro años, nos roban dos de supuesta puesta a punto, barra, parón.
De todo lo dicho, sólo saco en claro tres cosas «nuevas»:
- La provincia no ha cambiado tanto. A las capitales históricas (Alcoi, Alicante, Orihuela y Elche) se le podría unir alguna en el Vinalopó, y otra en Las Marinas, pero llama la atención que antes estuvieran «mejor comunicadas» que ahora. Y aunque todos tengan claro que es de otro siglo, que se llegue antes a Madrid que a Valencia, o a Denia, nadie ponga remedio. La comunicación es importante, porque aunque las cuatro ciudades ejerzan una capitalidad incompleta, unidas eliminarían las carencias que todas vemos. Pero claro, no son tiempos de conducir coches y el cambio requiere un debate que varíe desde el modelo de turismo o el transporte público, a los horarios de los eventos, pasando por la forma de difundirlos y entenderlos.
- Como bien dijo Antonio Manresa, igual ha llegado el momento de diferenciar las Concejalías de Cultura y la de Patrimonio. O, al menos, sería conveniente que hubiera una dedicación exclusiva de una parte del área ocupándose de la conservación y puesta en valor de nuestra historia.
- Trini Amorós habló de que Alicante, aparte de la matización Burguesa que hizo el único joven (menor de 35) presente era una ciudad de obreros divididos entre el puerto y la fábrica de tabaco. Seguramente, la cultura ha heredado la precariedad y la imaginación que ellos, y ellas, tuvieron. E igual, una parte del problema actual del desarrollo de las artes, es que nos falte el altruísmo, o la gestión que en aquel momento ponían las empresas francesas e inglesas. Llámalo raquítico presupuesto de cultura, espacios vacíos que se pueden llenar de arte(s), fondos EDUSI/FEDER ó, por qué no, capital privado.
La dicotomía nos pone entre el sol y la playa, entre la montaña y las palmeras, el egoísmo y la emocionalidad, el pasado y el futuro… seguramente, en otros campos esa división sea políticamente fructífera, pero la crítica es un elemento indispensable para que la historia del futuro, de la cultura, se escriba con más criterio, independencia, y a la vez convivencia con el turismo, el comercio, el patrimonio, la idiosincrasia o la sostenibilidad.
Sé a ciencia cierta que nos agarramos a utopías. Como dijo Luis Amat, quizá ha llegado el momento de dejar de mentir y copiar, para escribir nuestro propio relato de la realidad. El problema ahí, es que eso requiere una participación que, como demuestran las manifestaciones convocadas últimamente, no hay. También es necesario un punto de sabia nueva en estos debates. Una dosis de humildad que nos conciencie de que es más importante escuchar que repetir lo que ya has dicho demasiadas veces. Y sí, con todo eso, la parte histórica irrevocable, la discrepancia positiva y el trabajo que ya muchos de los presentes (y las ausentes) están haciendo, igual el historiador del siglo que viene, puede presentar en Pynchon, el punto de inflexión que supuso esta época en la que los proyectos se fueron consolidando y el potencial inexplorado (una vez asumido y corregido) contribuyó al desarrollo físico, económico y cultural del Alicante que heredarán nuestros nietos.
Pensemos en qué estamos de acuerdo (para no repetirnos) y centrémonos en las discrepancias, para formalizar algo que impida que el talento emigre, que el público se identifique y que el alicantino se enorgullezca. A veces, convendría dejar de agarrarnos al hecho de delegar en otros lo que podemos hacer nosotras, o culpar a gente que igual tiene el defecto de no reconocer las carencias que la masa crítica de esta ciudad/provincia está deseando arreglar.
Con todos mis respetos, la única política importante en esto es la cultural. E igual que hay proyectos y propuestas de muchos tipos en los programas, todos deberían pararse a elaborar una para saber quién se ha ganado nuestro voto.
Tal vez, lo inexorable ahora, sea ordenar todas las ideas, propósitos, proyectos, espacios, artistas, etc que forman parte de esta historia que acabamos de empezar a reescribir. Y eso incluye la idiosincrasia, que no tiene porqué tener tantos años como algunos piensan. Es más, es probable que si es cierto que aquí conviven tantas realidades «jóvenes», haya que elaborar una nueva que unifique todo eso, o que al menos, resulte menos complicado enorgullecerse de ser alicantino. Sino de cuna. De vida.
(Continuará… porque estamos en periodo preelectoral y porque los debates continúan, por ejemplo, el jueves en la SEU
PD. En Pynchon quedaron unos cuantos ejemplares del libro «Alicante Total» de Antonio Adsuar que está muy bien para saber de donde venimos…
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