Dos joyitas con apenas 18 años no es mal bagaje. Quizá el mérito real sea que con esa edad, el díscolo Otto Ballester no haya sucumbido a las llamadas de la mediocridad musical (por no decir mierda), que la gente de esa generación sufre desde que las fronteras cayeron para los ritmos «latinos».
La escena alicantina necesita flotadores, nuevos talentos e inquietudes que cambien las cosas. Quiza, las pinceladas de un segundo EP llamado «Whatever» pueden ser el exponente de un cambio, una luz que ilumine un futuro que hace, a penas dos años, era impensable.
Hay un chico de 18 años, tocando la guitarra como un tejano. Nació a la sombra de una gramola y su historia no ha hecho más que empezar. Se llama Otto. Apuntad su nombre, escuchadlo y aplaudidlo el sábado para que siga creciendo.
Y esto, fue hace un años (más o menos):
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