No sé lo que os habrán contado, pero en Alicante, los reyes magos son Sta Leonor y como nos hemos debido portar muy bien, ayer nos adelantaron los regalos y nos reeditaron una pequeña parte del mejor festival al que hemos ido este año: el Funtastic.
Seguramente, después de tantos conciertos, no imaginábamos que nuestra última canción en directo del año fuera a ser «el manisero»; El azar tiene estas guindas dulces para agasajar las papilas gustativas de nuestros oídos y como, seguramente, The limboos es uno de los directos más intensos y divertidos que hemos vivido en este, nuestro primer año de vida, pues nos parece lícito sobrellevar con ellos, este tránsito entre el purgatorio de las comidas navideñas y el cielo de un año nuevo y, bastante, ilusionante.
Pero antes de ver a los gallegos, tuvimos el típico mosqueo dominguero con los bares de Alicante y la mala costumbre que tienen de cerrar en «los días del señor» y dejarnos sin preconciertos. Menos mal que nos esperaba una velada musical, que abrió Tumba swing, un monogrupo de contenedor, con una guitarra reciclada de la basura, un ritmo inagotable, casi tanto como el humor negro de sus letras y sus speeches, y una energía contagiosa como los bostezos que se nos escapaban después de cinco días de comilonas y borracheras.
La noche requería una luna llena, pero tocaba cuarto menguante, por lo que el hombre lobo internacional se puso sus lentejuelas amarilllas y brilló bajo la luz roja de la stéreo. A los que llevamos días hartitos de villancicos, nos vino bien el regalo del licántropo valenciano. La distorsión, el bombo, la gente justa y las budweiser nos evocaron momentos pasados en los Apalaches y siendo el día de los inocentes, nos reímos pensando que no había mayor bigardía del destino, que vivir sin experimentar este tipo de sensaciones maravillosas. Además, el final de concierto con el «New york, New York» acabó de desvestir las bromas macabras que nos ha gastado el 2014 y nos dio por bailar como si Sinatra no llevara casi 17años muerto.
Por un momento, perdimos la noción del tiempo. Quizá llegamos, de repente, al miércoles de noche vieja, o tal vez seguía siendo domingo, o habíamos pasado al lunes… ¿quién sabe? el caso es que el adjetivo «Gran» cuadraba con la noche que estábamos viviendo, por eso, no nos costó mucho pasar de la gran manzana al oeste… dividimos el fuerte stéreo: los indios a un lado y los vaqueros al otro, en medio otro grupo de la ciudad del Turia tocando música surf, mezclada con reggae y las ganas de bailar intactas en mitad de la pista.
El limbo estaba un poco más cerca, y con el «western standart time» sentimos la presencia de Tarantino ideando una nueva banda sonora, con el sudor del ghost cowboy que se desangraba sobre el escenario, nos entraron ganas de tirotear a la rutina con el trémolo del punteo de guitarra mezclado con los ritmos de batería y la coordinación inoculándonos el virus de Dick Dale.
Fue divertido, pero a la noche, le faltaba un toque de mambo para ser perfecta. Así que Sergio cogió sus maracas, Daniela sus baquetas y Marcos y Roi pusieron el calendario en el principio de los años sesenta. Tras un intro limbootico, «Early in the morning» fue una premonición de lo que iba a pasarnos un rato después, adecentamos nuestros peinados con gomina y aprendimos a chasquear los dedos al son de «not a soul around». Para la cuarta canción, ya habíamos celebrados todos los años nuevos de la década de los cincuenta. El «space mambo» se iba mezclando con versiones de Ray Charles y otros negros menos gritones y, sin quererlo, la hora límite apretó el espacio que separa la diversión de los finales sin campanadas. Tras 19 canciones moviendo la cintura, de nuestro esqueleto, a penas se podría sacar un caldo para la resaca de año nuevo… así que los viejos nos retiramos a tiempo y los jóvenes se fueron a la Ambrossía, o al mono, con sus discos firmados y la certeza de que si algún día nos da por organizar conciertos en esta ciudad, la primera banda de nuestro cartel, con o sin Manisero, será The limboos.
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