Hoy debería estar hablando de galardonados, simbiosis, sinergias, acercamientos con Valencia… pero tras un intenso miércoles de gala, en el Teatro Principal de Alicante, me queda el sabor agridulce del flaco favor que la política le hace a la cultura en noches como la de ayer.
Y sí, hablo de política, no sólo de políticos (que también). Porque al llegar a casa, a eso de las 23.00h y abrir mi móvil, me encontré más de 50 mensajes de «opinadores de mierda» (que dirían los Punsetes) dando más importancia a que hubiera hablado en castellano en un minuto escaso de una gala, monopolizada por el valencià (todo hay que decirlo), que al éxito de Ciudad Jara, Andreu Valor, Julio Bustamante, Marala o Badlands.
Así de gilipollas somos. Para el que no lo sepa, soy vasco y llegué aquí hace 7 años. Podía haber hecho el breve speach en euskera, en inglés macarrónico o en un valencià básico y mal pronunciado, pero, puestos a reivindicar el papel de Alicante en todo ésto, creí lógico usar el castellano para hacerme entender mejor. Nada que ver con política, aunque extremistas de uno y otro lado, extrajeran un matiz equivocado del asunto.
El hinchazón de cojones, me llevó a otras épocas convulsas en la otra punta de la península. Como aquí, allí siempre estaba en medio de todos, aguantando que los abertzales me llamaran facha y los fachas me llamaran etarra. La vida sigue igual y a los políticos, de uno y otro lado, les jode que en una web con más de 100.000 visitas al mes, se lancen opiniones contrarias a su visión parcial de las cosas. Pero en castellano o en valenciano, la realidad es que ni unos ni otros hacen las cosas del todo bien. Y esta página está para ensalzar y aplaudir lo bueno y criticar lo que entendemos que se podría mejorar.
Como dice El Roto en su viñeta de hoy, «la democracia es un sistema preelectoral permanente en el que no da tiempo a Gobernar». Quizá, por eso, hay tanta prisa en que se note la presencia y la ausencia en esta sucesión de errores que desvían la atención de las cosas buenas, que también se hacen, a veces.
Es triste que, después de tanto reclamar a Valencia que nos haga caso, en la noche de la música de «la Comunitat», no hubiera en la Gala un puto representante del Ayuntamiento, de esos que se pasan la vida en misas y elecciones de belleas. Yendo más allá, se echó en falta a gente de la Diputación, o representantes institucionales de Elche, Denia, Villena, Sant Joan… en unas butacas plagadas de gente, que en su mayoría, venía de Valencia (será que no hay artistas y medios aquí para entregar y recibir premios…).
Es cierto que hubo un clima provalenciano, muy poco realista en estos lares, en su mayoría, al menos de momento, castellano-parlante. Y al ver esa cantidad de Valencian@s en las gradas, toda la emisión monopolizada exclusivamente por À-Punt, los discursos, en su mayoría en valencià, así como las letras de la mayoría de canciones y discos nominados, no pude evitar viajar en el tiempo, como el hilo conductor de la gala, para recordar dos conversaciones del pasado.
Una, con un historiador muy nacionalista que tras un programa de radio, en una distendida cerveza y cuando yo no imaginaba que acabaría viviendo en Alicante, me hizo una interesante comparativa entre el País Vasco y el País Valencià. Empezando por el «desacomplejamiento» que supone la no subordinación nominal. Allí, vasco o euskaldun es aplicable a todos los habitantes del territorio. Aquí, Valencia es el nombre de la capital, de la provincia y del idioma. Cosa que enorgullecerá a los habitantes de una tercera parte de la comunidad, pero que indirectamente da argumentos a Castellonenses y alicantinos para sentirse inferiores o diferentes. Y por no limitarlo a Euskadi, pasa lo mismo en Catalunya, o en las Baleares. Vamos que sería más fácil para todos que la comunidad se llamara, por ejemplo, Levante, y el idioma: llevantí.
Lo mismo ocurre con la centralización. Da risa que Oltra y compañía hablen tanto de Madrid, cuando viven en sus propias carnes el mal del centralismo encarnado por… otra vez, Valencia. Yo muchas veces, comparo Alicante con Vitoria. Gasteiz, históricamente, se ha identificado más con sus vecinos riojanos y burgaleses/castellanos, que con Euskadi. Por eso, este historiador decía que el PNV había estado muy listo otorgándoles la capitalidad. Aquí los trámites, nos cuestan cuatro horas de viaje. Y cuando son ellos los que vienen aquí, en lugar de adaptarse y hacer networking, llenan pisos de hoteles de gente de allí. Algo, cuanto menos, surrealista y poco educado.
El otro recuerdo, me lleva a otra conversación, en este caso, con un alto cargo de la ETB de principios de los 80. Lo cito, porque para mí es uno de los grandes referentes de ejemplos de autocrítica y porque, a la postre, esa autocrítica, conllevó un éxito sin precedentes en la «euskaldunización» del País Vasco.
Os pongo en antecedentes: ETB nació en 1981 con un canal exclusivamente en Euskera. Durante cinco años la endogamia caracterizó a una televisión pública que dedicaba sus contenidos a, más o menos, el 10-15% del territorio que hablaba «vasco». Se gastaban un pastón en traducir las mejores series del momento y dedicaban gran parte de su programación a cosas rurales, tradicionales, o «de pueblo».
Con la llegada de Ardanza a la Lehendakaritza, llegaron nuevas ideas, entre otros apartados, a la televisión pública. Por un lado, un segundo canal en castellano, unido a un carácter más didáctico y adaptado a su tiempo de los contenidos del canal en Euskera. Mis primeros recuedos de la ETB 1 son dibujos animados, deporte y clases de euskera para principiantes. Las películas y las series se subtitularon y aunque Lete, Lertxundi o Laboa, seguían teniendo su espacio, no se obviaba la presencia de Duncan Dhu, Negu Gorriak, Hertzainak… lo que llevó a la creación de Euskadi Gaztea, una emisora musical en euskera: 24 horas de música, donde cabían: tradición, punk-gaztetxero, música emergente y novedades «internacionales». Ahora, con los streaming y los Podcast, todo éso sería mucho más sencillo y, sobre todo, menos costoso. Y más viendo, que, a día de hoy, los contenidos culturales y para niños/adolescentes, tienen poca cabida en una programación que, desde fuera, y no lo digo yo, «parece hecha por paletos para paletos».
Conclusión: En estos últimos meses, yo me he creído que Valencia pretendía acercarse a la realidad de Alicante. Una vez más, puse todos mis recursos al servicio público. Sinceramente, y aunque como a Flora Sempere (el Diluvi), el chovinismo me pueda, creo que hay muchos discos, vídeos y temazos #madeinAlicante que habían hecho, al menos, los mismos méritos que los nominados, y nominadas, ayer para ser reconocid@s como lo mejor del año de la pandemia en la música de la Comunitat. Pero la subjetividad merece un respeto, siempre.
Pero de ahí a acercarse un día, con un ejército de adeptos, como si esto fuera un territorio hostil, justifica una parte de todos esos complejos alicantinos/castellonenses a los que quitan hierro. De hecho, ayer, contribuyeron a que fueran a más. Y lo dice alguien que comparte muchas de las políticas que han puesto en marcha y este año ha conocido de primera mano, todas las subvenciones, ayudas y apoyos que las salas, las bandas y los festivales de esta provincia se pierden por poner más énfasis en quejarse que en unirse..
Si no quieren que la gente confunda música valenciana con música en valenciano. Si pretenden llegar al 100% de la población, o, en este caso, de la cultura local, tendrán que ponerse en situación y entender que quizá la idiosincrasia de la Vega Baja es diferente a la del l´Alcoià o a la de Castellón. Y que para crear vías de comunicación estables, hay que contar con políticos de otra cuerda, medios de comunicación diferentes y bandas que triunfan fuera, que canten en Castellano (como Futuro Terror, La Habitación Roja, Amatria), en inglés (Polock, Rosy Finch, Mist) o como les salga de los ovarios.
Porque sino, dentro de cuatro u ocho años, cuando estén en la oposición, o viendo los toros desde la barrera, se quejarán de que habiendo recorrido un camino, el siguiente en llegar se lo cargó para empezar de cero. Que es lo que nos pasa a los demás, cuando nos subimos a esta montaña rusa llamada cultura que gestiona gente que, debería pensar más en los que ayer sonreían, o soñaban con recibir uno de esos premios con orejas, que en el rédito político que esto deja.
Alacantí dice
Hola.
Gracias por el interesante artículo, aunque discrepo en muchos aspectos. Déjame que dude de tu opinión neutra, ya que los conceptos que manejas ya son parciales.
Por un lado, el término valenciano existe como gentilicio de esta tierra y nombre del idioma 600 años antes de que existieran las provincias. Eliminar toda esa historia para poner un nombre inventado, es algo cuestionable. Quizá tendría más sentido eliminar las provincias que cambiar el nombre del idioma y al territorio por un nombre con respecto a la situación geográfica de Madrid. O sea, ‘subordinación nominal’ mal, pero geográfica bien. Ya puestos, podríamos ser poniente, o tramuntana, dependiendo de nuestro centrismo. Para enfatizar el sesgo, diré que la identidad provincial tiene mas arraigo en el españolismo que entre los ‘no nacionalistas’ 🙂
El concepto de que hay que adaptarse a la realidad estoy bastante de acuerdo por los motivos que indicas, y veo un error de estrategia. Pero siempre me sorprende que los que han de adaptarse sean los valencianos o valencianohablantes. Raramente se leería un artículo de este tipo en ningún medio sugiriendo lo contrario. Sería un fascista o impositor.
Se blanquea la situación de los politicos locales, sugiriendo poco interés por la cultura, pero en realidad de lo que se trata es de boicotear lo valenciano, dentro de la política general de diluir la historia valenciana de estas comarcas en pos de su proyecto político.
Es normal que la producción en valenciano tengan su propio espacio de promoción, y que el gobierno lo promueva, ya que es habitual de otros ámbitos sean excluidos o ignorados.
Tengo curiosidad por saber qué tipo de extremista criticó que tu discurso fuera castellano, y si es comparable en número y en extremismo a los que criticaron el uso del valenciano.
El tema es que siempre que se usa el valenciano de manera extensiva en ámbitos publicos resulta en conflicto y polémica.No hubiera pasado nada si se hubiera ignorado el valenciano, como ocurre en la mayoría de eventos públicos a los que asistimos aquí en Alicante.
Necesitamos que se trabaje, también desde la cultura, en la normalización del valenciano. Que se recuperen espacios y que se pueda usar en cualquier ámbito sin ningún miedo. En un ambiente de plena normalización, seguro que la gala hubiera sido diferente.
Un saludo y gracias por vuestro trabajo
Pd. Si no me equivoco, la Habitación Roja recibió varios premios en pasadas ediciones.
Alicante Live Music dice
Hola,
El tramuntaní estaría cojonudo.
Bromas a parte… Por lo que conozco de la historia, Alicante (provincia) podría pertenecer una parte a Murcia (la Vega Baja), otra a Albacete (el Vinalopó alto)… conozco más la de Euskadi, y, a veces, te puedes sacar cosas de la manga para contentar a determinados territorios. Gasteiz nunca hubiera sido la capital, pero lo es. Lo que no puede ser es que se tire de historia para algunas cosas y se ignore para otras.
En cuanto a cómo actúen los políticos, a mí, en realidad, me la suda bastante. Por mi experiencia, en cuatro años habrá otros ocupando sus sillones. En Alicante, por ejemplo, llevamos 4 concejales/as de cultura diferentes en los últimos 4 años. Y eso es lo triste, que las políticas de hoy, vuelven a reiniciarse dentro de dos años, y cuando el concejal X le coje el tranquillo, lo sustituyen y otra vez a empezar de cero.
Yo no estoy en contra del valenciano, ni de las tradiciones, ni de la historia. De hecho, vendría bien un poquito de idiosincrasia (y de referentes palpables) para que no hiciera cada uno lo que le viene en gana. La verdad, es que una cosa es hablarlo, y otra entenderlo, que desde luego, no es complicado. Ahora, como digo en el artículo, hay veces que hay que saber diferenciar entre si algo se financia o se ensalza por su calidad, o porque símplemente se ha hecho en valenciano. En ese punto, lo complicado es ser objetivo. Y por ahí van los tiros de este artículo.
Soy lo suficientemente mayor para saber cuando estoy dentro de una endogamia, me pasó el miércoles, me pasa cuando me meto en temas de Hogueras, o cuando veo la entrega de un record Guinness por haber hecho el Belén más alto del mundo.
Entiendo que el valenciano parta de una relativa inferioridad. Y me parece triste. Pero querer vender que por estar hecho en valenciano es mejor (o es lo mejor de…) denota, como en el caso del alicantino, un exceso de auto-inferioridad de partida. Y sí, Ciudad Jara ganó el premio al mejor disco cantando en castellano, Polock estaba nominado cantando en inglés… pero, en mi modesta opinión, la Gala da la razón a todos esos que estás criticando. Por eso, precisamente, y siendo consciente de que me va a costar recibir más palos y menos dinero, lo tengo que escribir y decir. Porque como en el ejemplo de la ETB, a lo mejor algunos no estamos para perder otros cinco años de nuestras vidas.
Un saludo.
Ágata dice
Muy buen post. Gracias por compartirlo.