No. No vamos a criticar la calidad de la Cabalgata, ni nos vamos a erigir como representantes de los republicanos de Alicante, ni a exigir que nos modernicemos como en Vallecas, o cambiemos las tradiciones… ni siquiera, vamos a meternos en las elecciones de los representantes de sus eminencias de oriente, ni que a estas alturas del siglo XXI sigamos pintando de negro al Rey Baltasar, o que en un acto para niños pequeños pongan canciones de reggeatón con letras que dejan mucho que desear por los altavoces…
Esta vez, la reivindicación es simple: la organización y el respeto/civismo.
En primer lugar, os hablamos de las quejas generalizadas que hemos recibido con respecto a la disposición de las sillas de la cabalgata, o más bien, en la forma de ocuparlas. Resulta tercermundista que en pleno año 2018, en la que tenemos aplicaciones hasta para recordarnos la hora en la que debemos cagar, los padres más remilgados tengan que pasarse 8 horas sentados en una silla de plástico viendo pasar coches, para que sus hijos tengan un lugar «privilegiado» en la fiesta de los reyes de Oriente.
Señores del Excelentísimo Ayuntamiento de Alicante, hay una cosa llamada números, otra llamada aplicaciones modernas (pueden consultar al teatro principal, o al taquillero del Hércules para saber como se organizan los asientos) y otra: contratación eventual, que solucionaría una lacra que ha afectado a progenitores alicantinos desde el siglo pasado. En Elche, sin ir más lejos (y como sabemos que es una comparación que siempre jode por estos lares), por el módico precio de 1.50€ tienes tu asiento reservado sin necesidad de espera…
Punto dos de la queja: Los papás, y las mamás, que piensan que los Reyes Magos vienen a verles a ellos… Quizá la historia de los Magos de Oriente sea un poco ambigua, pero lo que es obvio que no transmite es una pelea a muerte por un caramelo o un balón desinflado.
En esta ciudad el concepto prioridad sólo tiene una dirección: la primera persona del singular. Pero resulta indignante ver a nenes llorando porque no ven a los Reyes mientras cuarenta garrulos buscan pelea, y tapan la visión, al resto del mundo para coger un juguetito que en el «todo a cien» de mi barrio no vale ni un euro.
Y para cerrar la terna de quejas subsanables: una vez más: el civismo. Porque aparte de las peleas, está la imagen y resulta repugnante ver a los mencionados garrulos fumándose 10 pitillos (contados) en la, apenas, hora y media, que duró la Cabalgata. Por no hablar del botellón (que luego criticarán amargamente cuando lo hagan debajo de su casa), o el estercolero en el que se convirtió la Avenida Alfonso X el Sabio, con envoltorios de caramelos, plásticos de juguetes, colillas, vasos…
Es cierto que, no sabemos porqué, habían retirado las papeleras de la calle y echamos de menos los cubos de reciclaje típicos de los eventos con grandes aglomeraciones, pero sin ejemplo, no hay futuro, y los niños son como monos que copian el comportamiento de sus mayores. Y nuestra labor, como medio comprometido, es tratar que en el futuro haya menos gilipollas arcaicos y más personas en esta ciudad.
Esperemos que este año los Reyes le hayan traído un poco de civismo y respeto a los ciudadanos de esta ciudad.
rocio dice
Totalmente de acuerdo. Otra cosa a comentar sería que los veinte garrulos y personas mayores que no dejan ver a los niños la cabalgata podrían tener un poquito de educación y darles prioridad en este evento y ponerse en las filas de atrás. ¿ pero esto como se cambia?