Con el otoño vuelven los conciertos los domingos… ya sabéis, el aperitivo, el arroz (o la olleta si hace más frío) y antes de ver al follonero, una buena dosis de música para cerrar el fin de semana con el alma despejada y la cabeza preparada para afrontar los entresijos de la rutina.
Con el atiende Alicante en ciernes, esta vez el plan nos lo hicieron los chicos de Mi rollo es el indie. Con esto de las presentaciones del libro y nuestra condición de domingueros-playeros, nos habíamos perdido la oportunidad de ver conciertazos como el de La maniobra de q, Copo, o Carmen Sánchez, pero esta vez, nos organizamos un poco mejor y, tras disfrutar de una relajada comida familiar, nos fuimos al Ágora a paladear un poquito de rock & roll de la mano de los tuercas.
El grupo valenciano, está de gira acústica presentando su nuevo disco «Guigneooza» y no hay mejor sitio para hacer una paraeta y tomarse unas estrella de Galicia que el barrio de Alicante.
Fue una pena, que el público no acompañara, pero, como siempre, los alicantinos necesitan su tiempo para enterarse de las cosas y crear la moda pertinente para sacarle jugo al último día de la semana.
Irónicamente, el trío de artistas empezó el recital con un tema rockero que preludiaba la perdición. Y mientras se calentaban asumiendo que habría más fotógrafos que bailarines entre el público, se autodeclararon deprimidos y nos aconsejaron tomarnos una copas, dos, tres… o hasta cuatro, a ritmo de rock sureño «amadrileñado».
Luego llegaron los cuentos de hadas, los riffs adquirieron forma de lobo feroz y caperucita se puso triste con su guante blanco y su alcoholismo de masas.
Los más viejos nos dejamos llevar por la nostalgia recordando evocaciones ochenteras y restos de movida madrileña en el parecido razonable que intuíamos en las composiciones que nos iban presentando los tuercas.
Tras una oportuna comparación entre los bares y los mataderos y una balada dedicada a una mejicana, se nos puso buena cara, con ese puntito de punk que tiene este hit de disco con nombre tan raro. Y es que, por mucho que se empeñen las radiofórmulas, el rock no acabará. Pero para nosotros, la mejor canción de la tarde, y del disco, es el blues de Robert Johnson, más propia de un viejo compositor del sur de los Estados Unidos que de tres valencianos, pero que sonando en un bar oscuro y con poca gente, adquiere un puntito de realidad sofisticada que aprieta las tuercas de cualquiera. Nos vino bien recordar la leyenda del pacto con el diablo mientras las hogazas de pan se acumulaban y la gente reprimía sus ganas de ir al servicio para no molestar al grupo.
Nos dio tiempo, incluso, a preguntarnos si coincidimos en inclinaciones con lo que le gusta a esa chica que se muere porque le paguen las copas y le saquen de paseo. Hubo hueco hasta para hacerle un guiño al pasado y para acabar de resolver este rompecabezas de tuercas y rock & roll que, que sin bis, pero con mano estrechada, nos dejó un buen sabor añejo de domingo musical que recomendamos fervientemente a todos los alicantinos con un mínimo de inquietud cultural.
Ahhh, y por si no lo hemos llegado a decir, todo al módico precio de lo que te quieras gastar en cerveza, porque la entrada es libre.
Para los interesados, este domingo a partir de las 19.00, tenéis una nueva oportunidad de repetir… la música la pondrá un grande de la música local llamado Nacho, sí, ese que está a puntito de estrenar su nuevo disco, también, ¿cómo se llama…? Odisea. Os hablamos de la familia del árbol, un lujo de domingo que no os deberíais perder por nada del mundo. Nos vemos en el Ágora 😉
Genuine Dao dice
Un abrazo a una buena crónica, como no podía ser de otra manera #siempreunabrazo