Low 2016, el domingo y el aguante.

El domingo fue, sin duda, el mejor día del Low 2016. Muchos siguieron nuestro consejo y la liaron, un poquito, en la Cava aragonesa, fue divertido ver como gente con pulseras azules se mezclaba con guiris y familias de veraneantes en la playa o en la calle del coño, y más divertido, aún, fue degustar una noche con Xoel, Vetusta Morla, Carlos Sadness, The Kooks, Pablo Und Destruktion, «versiones» de los ramones y palillakis. 

Tras un violento despertar provocado por una maleducada señora de la limpieza de un hotel, empezamos el tercer día de festival. Sin resaca, con agujetas y un desayuno completo con su café, su zumito, sus tostadas y, de postre (siguiendo la tradición), vermú. 

Nos dimos un homenaje en la calle de los vascos, mientras íbamos saludando a viejos amigos, nuevos integrantes de la lista de amistades del facebook y discutiendo con fan´s de los planetas sobre la calidad del concierto de la noche anterior.

Es divertido poner en común las sensaciones de cada uno. Cuando la variedad y la diversidad de gustos tienen un denominador común llamado música, la vida se desacelera, se aparcan rencillas, se dialoga, se comparten cervezas y se arreglan los dilemas del mundo.

Nos despedimos de los que trabajaban el lunes y nos fuimos a jugar con la ironía de los nombres de los dos primeros grupos: Las ruinas, o los despojos que quedaban de algunos tras dos días tan intensos y lo MUCHO que nos apetecía seguir dando rienda suelta a lo que sólo la música provoca en nuestro organismo.

Esta vez, como la noche se intuía un poco más popera, nos quedamos en el escenario Matusalen, quizá por miedo a caer en la tentación de la Cerveza Beer, Si fuéramos previsibles, os haríamos alguna broma con eso de que los  ex de Sunday Driver tocaran el domingo, pero no, nos quedamos con eso de «más felices sin televisión» y nos limitamos a paladear en directo «pidiendo en las puertas del infierno» y esas extrañas coincidencias como que, el hit se llame «nuevas ruinas«.

Fue un buen previo para el concierto de nuestro adorado Xoel. que esta vez aparcó la acústica y el acompañamiento del triángulo y las maracas, para dar caña. Y bien que se lo agradecieron, todos y cada uno de los presentes. Con el gallego, no hay objetividad que valga, porque si esto del indie español fuera la Biblia, el hombre de ninguna parte sería el profeta más convincente. 

La hora se le quedó corta, porque con la emoción de los efectos de la guitarra, el pedacito afrogrunge del «asaltante de estaciones» se convirtió en un momentazo lisérgico que transformó las agujetas en ganas de saltar sobre el fuego. ¡Dios! sonaron desde «tierra» hasta «todo lo que merezcas«, pasando por «yo solo quería que me llevases a bailar» o «caballero«… y como si nos hubiera leído, nos concedió el deseo de dejarnos escuchar un par de hits de la época de Deluxe, así que, el cansancio pasó a mejor vida, nos pusimos cachondos y nos fuimos a seguir la popifiesta con Carlos Sadness.

Con tanto infeliz suelto por el mundo, se agradece que haya gente con pelos pantene y ukeleles alegrando el final de la tarde. La vida debería ser como una canción de Carlos Sadness: eléctricas, con toques playeros, positivas y bailables. Dan ganas de ponerse un bikini, casarse en la Iglesia que montaron al lado del escenario y viajar a Honolulu, o, como en la versión que hizo, a Groenlandia.

Hubiéramos parado el tiempo en aquel preciso universo, pero necesitábamos una dosis de destrucción, y como a 091 los vamos a ver en el Sonorama, nos fuimos a oscurecer el día con Pablo. 

Teniendo en cuenta que aquello iba a ser el previo del concierto de Marky Ramone lo de las canciones para antes de una guerra nos vino al pelo. Nosotr@s ya vimos lo diferente que suenan este astur, y su grupo, en directo allá por febrero, Sigue sin tocar los temas que la gente espera, pero es lo que tiene la anarquía: el gusto por lo desconocido, por la vida moderna y por los dientes perdidos de la decadencia de este país.

No somos muy de covers, así que aprovechamos para saludar a Laura, nuestra vieja amiga de la furgo Thai, mientras de fondo escuchábamos una detrás de otra, sin más descanso que un «one, two, three» temazos como «Bitzkrieg bop», «Sheena is a punk rocker», «I wanna be your boyfriend» o «Wonderful world», vamos, una auténtica pasada que, por un momento, nos llevó a los tiempos de pies negros, gaztetxes, locales oscuros y pogos.

Dejamos para Aranda el final de la conversación con la chica de los palillakis y nos fuimos a coger sitio al escenario principal. Cuando toca Vetusta Morla, se para el mundo. Las sensaciones os las describimos el lunes, lo demás, se resume con una palabra: Éxtasis. Da igual lo que toquen, como lo toquen, que la gente se empeñe en tacharlos de no sé qué, Los de Tres Cantos cambiaron la historia de muchas vidas, de la música de este país y, por muchos años que pasen, ahí siguen, sorprendiendo a los que decían que serían un grupo de un disco, a los que se metían con la sosez de Pucho… no hay más que ver a la gente berreando la letra de «maldita dulzura», acoplándose al nuevo tempo de «sálvese quien pueda», viajando a Copenaghe sin moverse de Benidorm, o viendo como «Valiente» ha acabado siendo el himno de una generación que inspiró la novela de Jonn.

Tras semejante subidón es difícil volver a la tierra. Lo intentamos con Miss Caffeína, pero no es lo mismo. Escuchamos las nuevas canciones de «Detroit», los speaches del rubio teñido y acabamos escapándonos de un sonido más acorde con los 40principales que otra cosa, volviendo al escenario principal a ver a The Kooks.

El Low sin el toque Brighton no sería lo mismo,  así que nos metimos en la primera fila, a contagiarnos de la juventud de este cuarteto de Britpop que nos dejó bastante mejor sabor de boca que la última vez que les vimos en el SOS. Nos congratuló ver que las nuevas generaciones sí que hablan, y entienden, inglés, y con «Naive», «Oh la» «she moves in her own way» y nuestra favorita: «Junk of the heart (Happy)» recuperamos la senda de la diversión y el buenrollismo.