Una vez más fuimos a un festival a ver a Vetusta Morla, Love of lesbian, Lori meyers, Second, El columpio asesino, Iván Ferreiro… ahhhhh no, que no todos los festivales son iguales, esto era el Low 2015 : la enésima demostración de que la música española goza de una salud maravillosa, que el mal denominado indie no es una moda pasajera (como muchos agoreros han tratado de extender) y que mientras la autoedición siga igualando las tornas e internet continúe permitiéndonos recopilar un sinfín de influencias, los amantes de la música seguiremos divirtiéndonos descubriendo bandas cada día mejores, cada una de su padre y de su madre, pero todas ellas una parte de una cultura diferenciadora que nos permite avanzar, cambiar, mejorar, respirar y huir de ese mundo de mierda al que las discográficas trataron de condenarnos.
Ir al low, al sonorama, al ebrovisión, al dcode, al kutxakultur… es la manera que tenemos los locos contemporáneos de experimentar lo que en otra época sintieron los que se pusieron una cresta, los que perdieron neuronas hartándose de LSD, o los que pensaron que Kurt Cobain era el mesías que iba a cambiarlo rodo.
Y así, por quinto año consecutivo, el Low 2015 empezó, como ya es tradición, con el trámite de las pulseras, el paseo con las maletas con rueda por las aceras rayadas de Benidorm, la aclimatación a la ciudad de los rascacielos y la cervecita de rigor, en los alrededores del estadio municipal Guillermo Amor, entre otras cosas, para que no nos diera un patatús con tanto calor.
Como el frikismo nos caracteriza, el viernes hicimos honor a nuestra fama y corrimos para llegar a ver el final del concierto de Full. Los sevillanos fueron como ese felpudo perfecto que te pasas la vida buscando, para que los que te visitan tengan la sensación de estar en su casa. Con distintos o quienes somos realmente sentimos que la bienvenida no podía ser mejor y confirmamos el buen augurio que nos daba este primer día que se presentaba más alternativo que nunca.
Viendo a Blue Joy, ganadores del concurso de artistas emergentes, probamos la textura de la hierba y, familiarizándonos con las nuevas tecnologías (enterrando los míticos tokens) comprobamos que la pelea de la noche iba a ser con el invento de la pulserita inteligente, y preocuparnos porque las colas interminables y la lentitud predominante en el otro lado de la barra no nos estropeara la noche.
Zahara noqueó de un plumazo todas las tensiones y nos animó con su Santa a aparcar las tiranteces y disfrutar de la música. Su último álbum es uno de los mejores que se han publicado en este bendito país en el 2015. La gracia se hizo espasmo y con un guitarreo distorsionado, que sorprendió a propios y extraños, se metió al público en el bolsillo, bien secundada por un cuarteto de grandes músicos entre los que se encontraba Martí Perarnau.
La Ubetense fue la primera en animarse a bajar a saludar a su público y aparcada la toxicidad de su anterior trabajo, nos dejó boquiabiertos y con esa buena sensación que dejan los buenos conciertos, con guiño incluido, por cierto, a ese clásico intemporal llamado Grease.
Después de comprobar que este año sí se podía salir del recinto, aprovechamos para juntarnos con algunos de los amigos que hemos añadido a nuestra agenda en estos años de «festivaleo». Llenamos nuestros estómagos, refrescamos nuestros gaznates y corrimos hacia el escenario estrella de la noche: El Wiko. The growles es un grupo que nos gusta, pero Biznaga son, literalmente, la hostia, así que fuimos a rendirle pleitesía a esa particular reedición de la movida que hace este grupo madrileño. Y ahora que Carmena y sus secuaces pretenden recuperar parte de la añorada esencia de Tierno Galván, sabemos que el relevo generacional tiene nombre de planta de tallos lisos.
Cada vez que el centro dramático nacional suena se nos eriza el vello, veneramos el divino fracaso, aparcamos la mala sangre y nos contagiamos de la fiebre de intensidad que los chicos de Holy cuervo trasmiten en sus directos.
Con el rock and roll impregnado en el cuerpo, fuimos a comernos el plato fuerte de la noche: Kasabian. Los Oasis del siglo XXI. Esperamos que Meighan y Pizzorno se lleven mejor que los hermanos Gallagher y no nos priven del placer de ver la evolución de este grupazo de Leicester. Con el fogoso Bumbebleee de su último disco sorprendieron al personal con un estilo más cercano al rap metal que al indie rock que les caracteriza.
Luego encadenaron, uno tras otro, una sucesión de temazos que dejaron boquiabiertos a todos los asistentes. Desde shoot the runner del ya mítico empire que les catapultó allá por el año 2006, pasando por Underdog, Days are forgotten… y ese psicodélico ahhhhhh que aturulla tus sentidos y se apodera de tu conciencia, hasta el bailable Eez-eh que terminó de deshidratar a fans y detractores de este exponente máximo del modernismo musical.
Sin darnos tregua siguieron motivando a nuestras glándulas sudoríparas con más «ahhhhhs», los de Club foot, re- wired, goodbye kiss, treat… hasta llegar a un supuesto final: Fire, que no fue tal, ya que acabaron tocando hasta cuatro canciones más, incluyendo un cover de Fat boy Slim y un fin de fiesta apoteósico con L.S.F redondeando el, posiblemente, mejor concierto de la noche.
Pero quedaba más… esta vez ni Iberdrola, ni el ego de los grupos «grandes» y sus parafernalias de luz y sonido impidió el triunfo de Corizonas. Como cada año, uno de los mejores bajistas del panorama patrio, Javi Vacas, tuvo su protagonismo, y cabalgando en su templanza degustamos esa mezcla maravillosa de rock sureño y música surf que nunca falla. Los ya míticos Run to the river, The falcon sleep tonight o I wanna believe nos evocaron tiempos mejores en la Barmacia, o momentos contagiosos de meister abriendo un paréntesis sin pop, tan necesario en noches de acción desatada como la del viernes.
Izal nos esperaba en el escenario principal, pero con el subidón rockero en el cuerpo optamos por ir a ver al grupo que mejor aúlla con dos baterías desde Rialto. El cantante de perro nos desafió con un retador ¿qué hacéis aquí que no estáis viendo a Izal? y continuando la buena onda del, seguramente, mejor escenario del Low, se ganaron al respetable con el trance efervescente de hits como la reina de Inglaterra, Popera, Bicicleta… e incluso algún tema nuevo que hizo la delicia de los fieles pedreguerenses o Valencianos y nuevos feligreses con cara de ¿dónde coño se habían metido estos cabrones?.
Con la baba aún latente en la comisura de los labios, nos reagrupamos con la multitud de modernos procedentes del concierto de Izal y procedimos a tachar de nuestra lista de tradiciones festivaleras la zampada nocturna de palillakis. Esta vez, a los nodles le añadimos un par de copitas de vino tinto y, con la música de The strypes de fondo, disfrutamos de un picnic a la luz de la luna. Los irlandeses nos trasladaron al frío y lluvioso otoño de Cavan con su mezcla de blues y distorsión y nos hicieron partícipes de su futuro prometedor con Scumbag city o Eighty four, parte del disco que presentarán próximamente.
La hora de los bailables había llegado y después de calentar con Nelson Can, nos fuimos a ver a Delorean al escenario Ron Matusalén. Por los de Zarautz sentimos una especial debilidad, porque vivimos de primera mano la transformación de un proyecto hard core llamado Iteube en esta fiebre electrónica que llevó a cuatro imberbes e ilusionados chicos de pueblo a querer comerse el mundo con su música. Por el camino perdieron sonidos guitarreros y sucumbieron a la seducción de los sintetizadores, pero sin perder el rumbo, siguen siendo capaces de captar nuestra atención y hacernos bailar como si no hubiera un mañana con temas más viejos o con novedades como Crystal o Bena, que afilan la curiosidad de los que siempre estamos atentos a lo que el mejor grupo de electrónica de este país tan variopinto tengan a bien regalarnos.
Y así, aunque somos cinco años más viejos que la primera vez, Ley dj acabó de redondear la noche con sus platos y aunque algunos nos tilden de señores y seamos viejos comparados con los que bailaban junto a nosotros en la hierba del campo de fútbol anexo, volvimos a ver amanecer al son de Coldplay, con el buen rollo que da ver la luz al final del túnel y creer en un futuro ilusionante en el que quizá cambie la banda sonora, pero no las ganas de seguir pasando igual de bien.
Anónimo dice
Es como volver a estar allí. Con diferencia la mejor crónica del low que he leído hasta ahora.
Laura García
Jonn dice
Muchas gracias Laura
Anónimo dice
Totalmente de acuerdo con el escenario de futuras estrellas. Fue el mejor
Raúl F
Jonn dice
Viva Wilco, dijo Wico!
Anónimo dice
El artículo es muy bueno pero me encanta la reflexión de los dos primeros párrafos sobre la música en España.
Yo también creo que tiene un gran futuro
Luis V