Uno no hecha de menos las cosas hasta que no las tiene…
Hubo un tiempo feliz en el que las ilusiones parecían estar al alcance de nuestras manos, lo imposible parecía factible y los escollos los superábamos hablando, bebiendo e imaginando bonitos futuros en los que nos veíamos: lejos de las crisis, inmunes a los problemas y capaces de evitar esas zancadillas que, cuando éramos simples universitarios, no tenían opción alguna de hacernos el más mínimo daño.
Por suerte, a pesar de los tiempos que corren, hay cosas que no han cambiado y aunque han pretendido arrebatarnos derechos, nos han obligado a manifestarnos (y a cambiar muchas percepciones) la ilusión sigue siendo un arma, más que útil, para sobrevivir a las postlicenciaturas universitarias.
De ahí que nos alegre, de especial manera, que, a pesar de las restricciones y el clima de pesimismo que inunda la visión de lo que las futuras generaciones puedan ofrecernos, nos congratula pasearnos por el campus y descubrir que en un banco de la cafetería, tumbado en la hierba o paseando su timidez nerviosa con un coche con la «L» caída sobre la solapa del maletero hay una parte de nuestros egos pasados luchando por lo que nosotros, quizá, nunca llegamos a conseguir.
Volvimos a la UA en el mejor momento del año, justo cuando los exámenes han terminado, las ojeras han florecido y la tensa espera de notas se saborea con sol, cervezas, imaginación y el punto de buena vida que desaparece cuando nos ponen el birrete y nos dan un diploma.
A parte de los ratos de mus y ajedrez, lo que más nos llenó en nuestros tiempos de estudiantes fue aficionarnos a la cultura, con eventos interesantes como el que nos ofrecieron ayer: con debates, talleres, charlas, cultura alternativa y mucha, y buena música.
Fue un placer hablar con proyectos de hombres definiendo el mundo con sus palabras, sus pinturas o una canción… sentir que sigue latente la petición de oportunidades y la insolencia que te hace creer que aunque te falte experiencia, el mundo debe facilitarte el siguiente paso.
La personificación de todo esto, fueron los conciertos que cerraron esta jornada del «aliméntate de cultura».
Hacía tiempo que no llegábamos a tiempo de ver una prueba de sonido… pedimos una cerveza y nos pusimos en ese escenario, más parecido a un ágora de la antigua Grecia que otra cosa, a ver como los Mailers estudiaban la lección del sonido con el profesor Gorka (y su ayudante). Imaginamos que cuando hagan la prueba el sábado en la plaza de Toros, todo será más rápido, pero vivimos un momento pelos como escarpias cuando Anabel, la cantante, probó el nivel de delay de su voz con una estrofa de canción que ejerció de arcoíris en esa gris tarde de junio que estábamos viviendo.
Mientras el grupo se acicalaba, el técnico remató el momento dejando sonar el «the soft parade» de los doors. Así que cuando, a eso de las nueve y diez, las mariposas de Mailers empezaron a revolotear por nuestros oídos, ya teníamos el nivel de escucha sensibilizado para degustar lo que pretendían ofrecernos.
La verdad es que los alicantinos nos tienen en ascuas con su nuevo disco… eso de mostrarnos pinceladas de lo que va a ser, hace que nuestra curiosidad lleve unos meses comiéndose las uñas, pero bueno, como «materia» sigue siendo uno de nuestros cd´s de cabecera, disfrutamos de los ritmos bailables de temazos como «rápido», «aló», «la señal» que esta vez entendimos como un consejo a las nuevas generaciones y lo que les espera… y claro «alo» y «materia» que combinados con los sonidos frescos de «love» o «quemas» van a sorprender a muchos de los que cometan el error de pensar que el sábado van a ir a ver, sólo, a Celtas cortos;
Suponemos que en la plaza de toros tendrán más público, pero seguro que no es tan selecto y tan agradecido como el que tenían en el MUA, que recompensó el buen hacer del cuarteto (ayer) con dos últimos bailes sincronizados con la aparición de la luna menguada en el cielo, que esperemos no tarden en tocar estos chicos que, como los buenos estudiantes, se ganaron una nota muy alta con su espectáculo.
Tras otro intermedio con música de Manzarek, Morrison y compañía, nos pedimos otra cerveza y algo para comer y nos volvimos a sentar para ver a otro de los grupazos de la terreta: Rosy Finch; Como le pasa a Wert con los estudiantes, muchos alicantinos menosprecian la calidad de los grupos de esta provincia en proceso de resurrección. Pero nosotr@s no, nosotr@s creemos en ellos, y mucho…
El trío grunge es uno de nuestros favoritos, quizá porque el alimento básico para nuestro hambre cultural tenía en nuestros primeros bocados un sello made in Seattle. Puede que por eso, el recuerdo que nos evoca esa distorsión fresca de estas dos chicas y su drummer, nos llevan a esas cintas de L7, The breeders, Hole o Bitch alert que «musicaban» los trayectos que nos separaban de la universidad, hace ya unos años;
Como nos pasa con Mailers, estamos deseando que llegue el lunes para poder escuchar el «witchboro», pero bueno, como anticipo de lo que será este nuevo discazo, el concierto no estuvo nada mal. El juego de voces de las dos chicas combinado con la contundencia que expiran sus instrumentos hace que tus latidos se aceleren y recuperes una parte de esa esencia del estudiante que la vida real te arrebata a base de decepciones.
Tuvimos que irnos antes de que acabaran, porque el tram no espera, justo cuando la bajista le pidió a Gorka que nos devolviera a los 2000, pero fue un trayecto maravilloso: la música resonaba por todo el campus y en aquella oscuridad sentimos saciada nuestro hambre de cultura del jueves universitario.
Y allí, cruzándonos con una parte de los sueños venideros de las nuevas generaciones, recuperamos nuestra fe en la gente y os aseguramos que, lo creáis o no, hay futuro… y, como dice la canción de Syrah es ILUSIONANTE.
Anónimo dice
No se vivía mal en la universidad, esperemos que a estos les toque vivir algo mejor que lo que hemos vivido nosotras
Lour