Nunca conocí a mi abuelo. Quizá por eso, siempre tuve un déficit que me ha gustado compensar pasando ratos con personas mayores. Últimamente, lo agradecen más que nunca. Porque sienten un tremendo abandono que deja a las claras la parte más egoísta de una sociedad que prefiere ver gilipolleces en tik-tok que pasar un rato escudriñando la historia que no cuentan los libros.
Algunos lunes me paso por el ayuntamiento a ver como van las manifestaciones para demandar pensiones dignas. Me maravilla que sean mayoría en las concentraciones para evitar desahucios… ignorarlos es pasar del ansia revolucionario que mi generación, y las siguientes, nunca tuvo. Y aprovechando la recopilación de firmas de Carlos San Juan, he aprovechado mi rato en el Centro de Mayores, para ver lo que piensan allí de ese y otros temas.
Aquí, muchos se han adaptado a pasar de no tener luz y agua, a estar rodeados de interruptores y grifos. Pasaron de la radio a la tele, del periódico a aprender tecnología básica para ver el tiempo, las esquelas o incluso coquetear con Facebook para recuperar amistades olvidadas.
Y ahí, en el olvido, es donde encontramos la falta de empatía de toda esa gentuza que vive de espaldas a la realidad, viendo como crecen sus cuentas corrientes, mientras otros padecen su toma de decisiones.
Antonio lo ejemplifica en la realidad de su nieto. Despedido tras diez años de servicio al banco para ser sustituido por una máquina. No es el único, porque la nieta de Asun se quedó sin trabajo en la gasolinera, porque ahora es un autoservicio. Vicente, que sigue teniendo carné, se solidariza parando a echar gasolina «donde le atiende una persona, no una máquina».
Cuando saco el tema de los trámites hay cola de quejas. «Se han gastado una fortuna en informatizarlo todo, pero yo no lo entiendo». Más allá de los bancos, esta gente tiene problemas para cambiarse el padrón, para pedir una cita en el médico, para renovar el carné del autobús… Toda la independencia que les procesa su buena salud, la pierden a la hora de depender de un joven que les ayude con los papeleos y la burocracia.
– «Nadie nos coge el teléfono»- grita Maruja. Mientras Lourdes apostilla, por detrás, que: «sí, y cuando lo cogen es para hacer gala de una increíble mala educación».
Aquí pocos saben lo que es un código QR, un link… pocos tienen conocimientos tecnológicos suficientes para entrar a Google. Por no hablar de que muchos no ven la pantalla, ni pueden agacharse a encender un ordenador.
A la pregunta de si hubieran firmado la petición de Carlos San Juan, muchos no saben de lo que les hablo, otros no sabrían donde firmar y la mayoría hace una cosa a la que, por desgracia, no estoy acostumbrado: PREGUNTAR. He ahí la clave. Las personas mayores preguntan, y necesitan respuestas y que una máquina las tenga, no significa que ellos deban, o puedan entenderlas.
Como siempre me dice Asun: «son mayoría». Pero nadie los tiene en cuenta. Y deberíamos, porque ojalá todos los que habéis llegado hasta este punto, tuvierais la mitad de curiosidad que ellos tienen y participarais activamente en todo lo que ellos participan. Es admirable lo que han vivido. Pero más fascinante aún, es todo lo que tienen ganas de vivir.
Em permetré la llicència, tractant-se d’Alacant és molta llicència, d’opinar en Valencià. El problema de marginalitat que ens ha portat a societat a la gent gran, malauradament, és un símptoma més de què les coses no funcionen a l’haver canviat la comunitat, la solidaritat i el respecte degut per un individualisme que només pot beneficiar a què té guanys per suplir amb diners la manca de solidaritat (sanitat, cultura), respecte degut (entrebancs per la quotidianitat com utilitzar els diners propis, atenció als llocs públics, poder comunicar-se en condicions) i viure en comunitat (barris acollidors, Administració per enfortir les relacions veïnals, autoritat protectora no coercitiva).
Sent hui en dia majoria amb decisió política, que en teoria és la clau per canviar el què a la ciutadania l’interesse, vam consentir, la tan cloquejada generació de la transició, que ens ficaren un sistema polític hipòcrita on la corrupció enceta des de l’origen, ja que en una situació com aquesta la lògica indica votar en blanc: no hi ha ningú que em represente, ja que els meus problemes no es resolen, ESTÀ FET EL SISTEMA PER APROFITAR-SE D’AQUESTA SITUACIÓ PER DONAR-LI PODER A LA GENT QUE NO EM REPRESENTA.
Tenim el què ens mereixem.