- #OrgasmosCantautistas. – Crónicas desde la emoción.
- Hoy: Miriam Domenech Santacreu. Por Victoria Lourdes.
- Espectáculo del 27 de mayo en El Taller Tumbao.
Lo confieso: no fui al Spring Fest. Y eso que participaban grupos y artistas que me flipan y que muero por ver en directo. Da igual que fuera allí gran parte de mi entorno. Yo no. No fui. Me resistí. Tras estos dos años pandémicos, me dio pereza.
No sé si estoy preparada para tanto gentío, tanta gente junta. Sólo de pensarlo, me abrumo. ¿Que si hubiese ido me lo hubiese gozado? – Sí, estoy segura -. Pero, por suerte, hay muchas formas de placer, sólo hay que saber la que mejor se adapta a tus necesidades en cada momento.
Por eso, ¿Era necesario forzar cuando el cuerpo te pide algo mucho más íntimo, cercano y cálido? No, no lo era. La vida tiene momentos, y yo estoy en un rato, seguramente pasajero, en el que me siento más cómoda sintiendo las cosas a mi manera y compartiéndolas con quien me da la gana. Y más, si entre todo el menú cultural, mis ojos se fijan en la opción que cubre todas mis necesidades «cultura-emocionales»: el concierto de Miriam Domench Santacreu, en El Taller Tumbao.
Como dice Maribel, de El Tumbao, «acudir a un concierto con Miriam no es ir a un concierto es vivir una experiencia con ella«. Porque Miriam es capaz de enternecerte, enrabietarte o emocionarte en el intervalo de tiempo en el que el resto pierde el tiempo evitando pensar.
Ella crea, genera atmósferas de cuidado, respeto y amor por la música, la cultura, la memoria y el género humano. Crea lazos, conexiones, te despierta y te remueve el alma con sus interpretaciones y con cada uno de sus spechees. Te ayuda a pensar, en un tiempo en el que las prisas te hacen saltarte esta parte importante de la vida.
Y… ¿sabéis lo más grande? Que es semilla. Que en ese pensamiento por regar, nace la simiente de entender que puede que todo esté por venir. Y sabéis, creo que a veces es bueno no saber lo que el mañana nos va a regalar.
No me pidáis objetividad, porque a mí, Miriam, me deleita, me fascina y me transporta con su voz, y la interpretación de los temas, a un estado que los demás buscan en el Yoga, o en el Crossfit, o en el puñetero Netflix. Estoy sensible, pero, a la vez, necesito movimiento. Alucinar, mucho. Experimentar, todo. Sentir el arte y la emoción que sale de ella y tú captas, o reinterpretas, o bailas, o lo adornas con una sonrisa tonta, o un aplauso, o un momento de mente en blanco y boca abierta.
Tendré tiempo para festivales, marejadas y socialización en masa. Pero hoy tengo un tarrito de placer guardado en mi. Eso, y el privilegio de lo íntimo. Eso que solo puedes compartir con quien se esfuerza en entender que la vida se parece a esto. Y que sólo se disfruta una vez. Aunque, a veces, no tengas más remedio que elegir cómo.
Gracias, Miriam.
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