Exclusivo, siéntete único, importante, diferente, vuela… te van a crecer alas en las cicatrices, y vas a tocar a tus ídolos, respirar el aire que respiran ellos, pisar el escenario en el que esos dioses de carne y hueso despliegan su talento…
¡Cómo es la publicidad! capaz de que el consumista medio se crea la historia más inverosímil. Y al final, resulta que el mundo está lleno de gente normal que se cree especial. ¡Así nos va!
A los hijos de Duncan Dhu nos han salido canas. Allí estábamos 200 ojos negros, 100 sillas incómodas sobre el habitual escenario del Teatro Principal de Alicante, una Alhambra en mano y una espera larga hasta que Mikel, su sombrero y su chupa de cuero asomaron por el camerino hasta el stand de la entrevista.
32 años de carrera, más una previa «aristogática» y 25 discos, resumidos en apenas 5 minutos. Paco Loco, Subterfuge, Maika Makovski, Diego Vasallo, una corista de 22 años, el primer cd editado en España, un concierto en este mismo escenario allá por 1999, no sé cuantas anginas de pecho… y la timidez que, ni con todo éso, desaparece.
Erentxun ha sobrevivido a Family, 21 japonesas, La oreja de Van Gogh, La Buena vida… compartimos dentadura peculiar, amor por la Real y por el folk americano, incluso hemos coincidido en algún terreno de juego más de una vez, aunque, seguramente, él no se acuerde. Los que sí que tienen memoria, son los presentes que aplauden cuando el donostiarra coge su parcheada guitarra y se sube al escenario (del escenario).
La gente aquí es arrítmica y exigente, ha pagado 30 castañas para grabar dos vídeos, hacerse un selfie, contarle a su primo por Whatsapp dónde está y desesperarse hasta que el melancólico artista se anime a tocar una de «Duncan».
Yo, soy más de dejarme sorprender por las novedades. Al fin y al cabo, estoy invitado y me he perdido a Laetitia Sadier por estar aquí. La luz no está para fotos y el cañero no da más de si. Así que hago lo mejor que sé: escuchar, deporte, por desgracia, poco practicado por estos lares. Me río, porque la experiencia es un grado y hay que ser muy bueno para no perderse cuando tus compases poco tienen que ver con lo que el público aplaude.
Un trago de vino a escondidas, y la sombra del hombre tranquilo (hoy), Ander, vigilante cual sol reflejando tu estampa en un paseo por la Concha. Y sigue tocando canciones de su nuevo disco: por honestidad. Con sólo una guitarra y su «nueva» voz, suena bastante parecido al pasado del que parece pretender huir y que ni el mismísimo Paco Loco ha podido modernizar.
Las letras siguen pareciendo traducciones de canciones en inglés, pero dicen mucho más de lo que algunos entienden. En estos tiempos de «happy «indies» de Instagram», la receta del éxito suele escribirse a contracorriente. Quizá por éso, me guste «Héroe», «cicatrices, «el hombre que hay en mí», los coros de «esos ojos negros», el aire sureño de «corazones»… son canciones para la lluvia, y aquí no llueve, pero la buena memoria suele estar nublada, como el cielo de Donosti en Otoño.. y en ese punto, la música de Erentxun siempre suena mejor.
El momento Alhambra real, lo viví al llegar a casa. Seguramente, porque prefiero escuchar a mis ídolos que tocarlos. La nostalgia es contagiosa y el tiempo no perdona. Posiblemente, el jardín de rosas estará enterrado bajo algún armatoste de hormigón, las cien gaviotas irán con muletas (las que sobrevivan) y en algún lugar de un gran país los genios seguirán en la sombra buscando un camino diferente, o haciendo networking ¿quién sabe?
Lo único claro es que ni las arrugas, ni las canas tienen remedio, son huellas de una larga vida a la que Duncan Dhu puso banda sonora durante unos años y pensarlo fríamente es menos deprimente tras un miércoles con un hombre sin sombra en un viejo teatro.
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