La música es un pulso infinito con los gustos de la gente, los discos vendidos, los largos viajes, crowfundings y las largas horas de local. En una de esas raras tardes de sábado lluviosas, que suelen paralizar Alicante, un grupo de Cartagena llamado Nunatak nos ofreció un resguardo musical en la Fnac.
El segundo disco de la banda de Adrián, Alex, Pedro y compañía, hace apenas dos semanas que vio la luz y ya ha dado mucho que hablar. Adelantos como «El grito» o «La primera luz» han copado los primeros puestos de nuestros top de novedades nacionales del 2016, pero no es lo mismo escuchar un disco, que vivir las canciones en directo. Hubiera sido mejor poder ver a toda la banda, como ya hicimos en aquella matinal de la plaza del trigo de Aranda, el verano pasado, pero la desnudez de un acústico en un pequeño bar, también tiene su encanto y, aunque la guitarra les diera guerra hasta el punto de dejar el concierto a medias, fue interesante poder paladear seis nuevos temas en la intimidad.
Es cierto que las luces del bosque seguirán brillando, pero la madurez de este nuevo trabajo eclipsa, en cierta manera, el pasado. Sin perder la épica, la intensidad y ese característico juego de voces, con ritmos a medio camino entre Coldplay, Caléxico y Standstill, bastaron un par de temas para que la parte del mundo alicantino, sin miedo a la lluvia, se pusiera a sus pies. Con sorbos medidos de cerveza, íbamos pisoteando las nubes, aplacando los peros de no volver a verte y aumentando las ganas de que cuando la tormenta llegue definitivamente, nos sepamos las letras de pé a pá, valoremos como lo hicimos el sábado, los sonidos del chelo, la estética indie y la inmortalidad de ser mecidos por los brazos de Nunatak.
Mientras tanto, esperamos que la guitarra tenga un arreglo fácil, que el viejo sol espante a la lluvia y seguimos escuchando uno de los mejores discos publicados en marzo en este país:
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