Dentro de unos días, much@s saldrán, con la baba colgando, a decir que «Odisea» es una obra de arte. Puede que hasta Sufjan Stevens, José González o Devendra Banhart se piensen que Elche es un pueblecito de Islandia ó que más de un alicantino se arrepienta de haber dejado pasar la posibilidad de ver, completamente desnudas, canciones como Ulysses, olas o el Viaje. Pero ¿qué le vamos a hacer? Si aunque vayamos de listos, seguimos sometidos a modas que nos engañan haciendo que antepongamos un cubata, un partido de fútbol o una sesión de telebasura a una entretenida tarde de domingo con Nacho, de la familia del árbol.
El otoño está cerca y su personificación se hizo latente en otra de esas tardes de domingo en el Ágora. Esta vez cambiamos el rock por el folky, y el calor de los últimos meses, por un sinfín de ritmos country escarchados por la atmósfera nórdica que la influencia de lo bueno deja sobre los que, aparte de un talento sobrenatural para tocar la guitarra, tienen oído para dejarse llevar por la cadencia de los climas fríos.
Con la corona del rey de Ítaca sobrevolando el ambiente, echamos de menos un poco de luz para poder sacar fotos mejores y un punto de reverb en la voz que acabara de redondear los gritos apagados del domingo. O quizá fuera que admiramos tanto a Pilar, que no queríamos omitir su talento en esta historia de Laertes, Anticleas e Islas Jónicas. Pero, como ante todo, sabemos valorar las cosas que se hacen con corazón, fuimos reconociendo el toque del árbol, en el axioma de lo que escucharemos en los próximos días, y cumplimos, con creces, la expectativa de los que tratamos de que la música nos haga huir del ahogamiento al que nos somete la monotonía.
Cuando en Mi rollo es el indie publiquen la entrevista que le hicieron, antes del bolo, al reciente padre de la familia del árbol, tal vez entendáis un poco mejor lo que decimos. Puede que hasta el corazón se os ablande un poco, o que lleguéis a mezclar la música y lo personal para extraer el matiz preciso para degustar un disco con un proceso de composición mucho más estricto y concienzudo que el de los miles de refritos que se publican cada año en este país.
Mientras tanto os contamos que aunque el concierto tuvo tintes épicos, pinta que el disco será aún mejor. Sólo falta que los que vayan a escucharlo, aparquen las prisas y entiendan el placer de saborear las canciones como si internet no existiera y el pasado volviera para enseñarnos a paladear cada acorde, cada sintonía, cada extracto de letra, cada componente, cada toque diferente.
Pero mientras lo publican, se nos ha ocurrido afinar el oído con una lista de Spotify con 50grupos islandeses, para que cuando Odisea salga a la luz os cueste menos reconocer esa manera que los islandigar tienen de tocar el country: moviendo rápido los dedos para que no se les congelen…
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