El domingo pasado, después de colocar las maravillosas fotos del concierto de Silvia Pérez Cruz en el Arniches (que hizo María Cortés), tuvimos una oleada de mensajes (públicos y privados) de gestores, músicos y propietarios de bares mostrando su indignación al ver que en el teatro había música y en otros sitios no.
La ley es la ley (sería la respuesta fácil). Pero partiendo de esa obviedad, vamos a «vanagloriarnos» de dos aspectos que llevamos tiempo reclamando y que l@s que el domingo se quejaban siguen sin tener en cuenta.
El primero es el colchón que permite a estamentos públicos arriesgarse a programar a pesar de las restricciones (de aforo (50%) y de movilidad (al Arniches solo pueden ir residentes en Alicante hasta que se levanten las medidas actuales)).
Aquí os podéis preguntar por qué el Arniches ha seguido arriesgándose, mientras otros teniendo presupuestos mayores, o más posibilidades abiertas, suspendían obras o, directamente, cerraban sus puertas hasta nueva orden. Quizá, como decíamos en el post, al margen de poder permitirse pérdidas, influye que haya profesionales detrás leyendo la letra pequeña de las restricciones o desdoblándose para que la comunicación y la presencia en Redes y medios sea efectiva.
A veces tener 7 u 8 vías diferentes abiertas ayuda a que, a pesar de las cortapisas, el mensaje siga llegando claro a sus «clientes»/ asistentes. Y se sigan agotando las entradas como sucedió el sábado. Pero claro, para eso hay que tener a gente muy competente CONTRATADA.
Dicho esto, es obvio que el Arniches es un Teatro. Con los pros y los contras que eso tiene. Lo que nos lleva al punto 2 ó: ¿qué eres oficialmente?
Está claro que de cara a la galería Alicante (provincia) está lleno de músicos, bares culturales, gestores del arte y programadores. Pero a la hora de la verdad y con la legislación en la mano, ni los que dicen ser músicos son músicos (aunque canten y toquen la guitarra), ni los bares son asociaciones culturales, ni una gran parte de las salas, son salas.
Hace dos años, cuando la buena gente de la CNT de Madrid vino a explicar en qué consistía el manual de buenas prácticas de contratación cultural, o el borrador del convenio del artista, lanzamos casi 300 invitaciones entre asociaciones, bandas, funcionarios públicos… al final, fueron 20 personas. Y, después, cuando solicitamos firmas para que, al menos, los grandes ayuntamientos lo tuvieron en cuenta, no llegamos a recopilar ni 100 firmas.
Otro ejemplo: Durante la Pandemia Salas como Euterpe, Babel o The One se han sumado al colectivo En Viu, para tratar de solucionar de manera colectiva los problemas. La vieja escuela, en cambio, prefiere quejarse sin poner remedio. Lo que, siendo o no Salas (oficialmente) les deja sin las ayudas o los foros de debate a la que En Viu sí que tiene acceso.
Es obvio que es muy cómodo, para algunos, esa disyuntiva que evita declarar un trabajo. El «bar cultural» no paga impuestos, el músico «aficionado» tira los precios y así, por unos cincuenta euros (como mucho) el bar vende cervezas y el «músico» se las bebe.
Luego nos enfadamos con los que confunden ocio con cultura… pero lo que queda es un cúmulo de excusas que nos hacen obviar si el problema lo genera uno, otro o los dos.
Con la pandemia, unos y otros se quejan de que no pueden trabajar. Pero indagando, la realidad es que los que declaraban sus trabajos sí tienen una ayuda (aunque sea nimia). Mientras los supuestos músicos, no cobran porque, en realidad tienen otro trabajo y la música es su hobbie, o siguen sumidos en la trampa de cobrar sus conciertos on-line a través de Bizum. O lo que es lo mismo, siguen sin estar dados de alta: ni como autónomos, ni como cooperativa, ni como asociación, ni como nada.
Resumiendo. El Arniches se arriesga a programar un concierto poque tiene la capacidad de cumplir con la legislación establecida. Silvia Pérez Cruz viene contratada. Es oficialmente una música, y contrato en mano puede entrar en la comunidad, tocar y cobrar por ello.
Las salas del En Viu han acogido una serie de conciertos grabados por A.Punt. Sin público pero con ayuda pública (muy peleada). Producciones Baltimore ha programado un mes de conciertos en el Puerto, Santa Leonor y Un Fulgor de Moda Antónima han montado una nueva edición del MFestival, el Euterpe ha tenido que llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento de Sant Joan para «llevarse» la Sala a la casa de cultura en lo que han llamado PÍLDORAS MUSICALES, los músicos profesionales tienen acceso a ayudas (pocas, pero menos da una piedra) o al paro, igual que nosotros como medio, o los técnicos que declaran sus trabajos y se manifiestan aunque sus reclamas no tengan tanta repercusión como la de los hosteleros.
Ahora, antes de quejarte por que no te dejan trabajar, plantéate ¿Por qué tú no trabajas? Eso sí, la siguiente vez, cuando te llamen para tocar por cincuenta euros, o cuando te hablen del convenio del artista, o cuando tengas la oportunidad de formar parte de una asociación de bandas, o de cantautores… que no se te olvide la respuesta.
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