Algo está cambiando en esta ciudad. Aún no es palpable, porque todo parte de un concepto llamado «largo plazo» y se mide en números que no publican ni los diarios que siguen en Babia ni los «comunicadores»del Ayuntamiento. Pero una nueva corriente optimista está surgiendo desde diferentes puntos de partida con la cultura como epicentro y con el futuro como objetivo.
Es obvio que aún quedan muchos pasos por dar, pero el debate está en la calle… hay voces discordantes, nuevas ideas, proyectos que buscan consolidarse y una intermitente prueba-error que empieza a dejarnos un entramado de puntos de partida que, bien llevados, pueden acabar dándonos la ciudad que unos cuantos locos hemos tratado de edificar desde hace cinco o seis años.
Motivos para el optimismo.
El primero son las voces discordantes. Un defecto a erradicar en esta ciudad es su condición templada. Para cambiar las cosas no puede haber silencios (a la hora de opinar), ni «amén-es» a la hora de proceder… y mucho menos miedos a la hora de afrontar la autocrítica de las cosas que se han hecho mal durante muchos años. Para acabar con la institucionación de todo hay que renovar los «puestos de mando» y no, no me refiero a políticos, sino a todos esos abuelos que se siguen creyendo imprescindibles. El futuro es de quienes van a vivirlo y en las nuevas propuestas con aires jóvenes hay una puerta abierta al debate que en otro tiempo evitamos.
El optimismo es otro de los cambios emergentes. Tener miedo es inevitable, pero para hacer posibles determinados sueños con Canvas, hace falta una pizca de positividad. Es más lógico dejar de lado al que pasa de todo, que dar por sentado que todo el mundo pasa de todo. En realidad, la cultura tiene adhesiones minoritarias, pero los que peleamos por ella hemos demostrado tener un sinfín de paciencia y una cabezonería que nos da una fuerza que deberíamos valorar (y utilizar) mejor de lo que lo hacemos.
Lo que nos lleva a la unidad… O lo que es lo mismo, asumiendo que el pastel es pequeño para todos los que queremos comérnoslo, ha llegado la hora de reclamar nuevos ingredientes o ¿por qué no? en vez de esperar a que otro nos lo cocine, hacer uno nuevo nosotros mismos.
Y ahí entra en juego el emprendimiento ordenado. El salto de mata ha sido el elevator pitch de los empresarios culturales del pasado. Llevamos tantos año metidos en esa dinámica en la que el cultureta es etiquetado como snob, tiradillo, vividor, bohemio… o cosas peores, que hemos obviado que tenemos la capacidad de generar números que esas grandes empresas de pega no tienen. Hay una diferencia ostensible entre un capitalista encorbatado y un ideario cultural, el primero sólo piensa en su propio beneficio, mientras que el éxito del segundo revierte sus beneficios en toda la sociedad.
Una ciudad cultural atrae turismo, genera comercio, provoca movimiento, educa, civiliza, reactiva barrios, entretiene a masas, estimula a jóvenes… y ya no sólo genera cosas, sino que ahorra costos.
¿Qué faltaba? Unidad. Y he ahí donde entran en juego: Proyecta, Alacant Desperta, Reiniciando el Sistema, los Coworkings… y otras iniciativas que tienen el fin de crear una comunidad cultural. Lo han hecho jodidamente bien, separándonos y haciéndonos creer que íbamos a librar la guerra mejor cada uno por nuestro lado. Pero es más fuerte una reclamación global, que un disparo al aire, por muy atinado que sea quien lo dispara.
El jueves fui a un Networking en el Centro de Emprendedores, llevo dos meses en una plataforma para desarrollar mi proyecto de empresa y este fin de semana he visto charlas diversas de Cooperativistas y otros seres raros con los que comparto filosofía y maneras de entender determinadas realidades cotidianas.
¿Cuál es la conclusión? que no estamos solos ¿y la razón de mi optimismo? Que hay suficiente gente implicada para que el futuro sea diferente.
La lucha ha empezado aunque aún haya mucha gente que no sea consciente. Veremos si se siguen acumulando las razones para creer que un Alicante mejor es posible.
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